volcanica escupia nubes de vapor, dioxido de carbono, gases sulfurosos, ceniza y ascuas a la atmosfera.
Dos semanas despues
A pesar de la creciente capa de humo y ceniza volcanica que cubria la estratosfera, los cielos ofrecieron un espectaculo de fuegos de artificio sin precedentes, que se prolongo durante las dos noches en las que los millones de toneladas de polvo y pequenas particulas del tercer asteroide atravesaron la atmosfera. Las cabezas nucleares habian cumplido su objetivo excepcionalmente bien, tanto que apenas habian quedado fragmentos lo suficientemente grandes como para resistir la entrada en la atmosfera y alcanzar la Tierra con un tamano reconocible. Como la mayoria de meteoritos, los fragmentos pequenos del asteroide empezaron a fundirse al contacto con la estratosfera, ofreciendo un breve fogonazo en el cielo nocturno antes de desintegrarse en diminutas particulas de polvo candente que se enfriaban y se precipitaban inofensiva e inadvertidamente sobre la superficie terrestre.
Dos dias despues
Villa Valeria, Argentina
Juan Perez apretaba, preso de la emocion, la mano de su abuelo mientras caminaban en el frio aire nocturno, justo antes del amanecer, hacia el lago de tres hectareas y media y hacia la aventura que alli les esperaba. En la otra mano, Juan llevaba su nueva y flamante cana de pescar. Era el dia de su sexto cumpleanos y lo iba a celebrar con su primera salida de pesca. La cabeza le bullia con imagenes de la enorme pieza que iba a capturar y la cara que pondria su madre cuando se la ensenara al regresar a casa.
Sobre sus cabezas, la nube de ceniza volcanica ocultaba casi por completo la luz de las estrellas, y la Luna parecia envuelta en una espesa niebla negra. Su abuelo mantenia la linterna bajo el brazo para iluminar el sendero que conducia al lago, y aunque todavia les separaban algo menos de veinte metros de la orilla, Juan recordo la advertencia que este le habia hecho sobre la importancia de moverse con sigilo para no espantar a los peces, y empezo a caminar de puntillas.
La brisa ligera que soplaba a sus espaldas cambio de direccion y llevo hasta ellos el inconfundible hedor a pescado podrido. Al echarse Juan la mano a la nariz, poco le falto para meterle la cana en el ojo a su abuelo. Este se agacho para esquivar el golpe, solto la mano de su nieto y camino lentamente hacia el lago, dejando solo a Juan, con la mano tapandose la nariz. El pequeno se alegro de que le dejara atras; de repente aquello de la pesca no parecia tan divertido como habia pensado.
Al levantar la linterna para iluminar la superficie del lago, el abuelo descubrio la fuente del olor. Hasta donde alcanzaba la vista, la superficie del agua estaba cubierta de peces hinchados flotando boca arriba.
Monte Gretna, Pensilvania
Cuando sono la alarma, Betty Overholt estiro el brazo, apago el despertador, y enterro el rostro en la almohada mientras buscaba a tientas el interruptor de la lampara. Eran las cuatro y cuarto de la madrugada. Sin prisa, asomo los ojos por encima de la almohada para acostumbrarse a la luz, y su nariz se lleno con el delicioso aroma a cafe recien hecho y beicon procedente de la cocina. Como siempre, su marido, Paul, estaba ya en pie y habia empezado a preparar el desayuno. Siempre habia envidiado esa capacidad de levantarse cada manana a la misma hora sin necesidad de un despertador. Era cosa de los genes, pensaba. Hijo, nieto y bisnieto de vaqueros, Paul Overholt no podia haber salido de otra manera. Cuando estaba en el instituto, habia llegado a contemplar la posibilidad de estudiar Derecho, pero el dia despues de cumplir los diecisiete, sus padres y sus dos hermanos mayores fallecieron en el Desastre, y el quedo solo a cargo de la granja.
Cuando Betty entro en la cocina, Paul ya habia empezado. Salvo por un detalle, se trataba del desayuno de siempre: revuelto de tres huevos de las gallinas de su corral, seis lonchas de beicon del cerdo que habian sacrificado el mes anterior, un buen vaso de leche fresca ordenada de la vaca la noche previa, y una taza doble de cafe. Lo unico que faltaba ese dia eran las cuatro tostadas. El pan se habia convertido en un alimento muy caro y dificil de encontrar desde la enfermedad que habia atacado a las herbaceas, incluidos el trigo, el centeno y el maiz. En el sitio de Betty habia una racion mas pequena de lo mismo, excepto cafe, porque no habia llegado a acostumbrarse al sabor a azufre del agua del pozo.
Paul salio de la casa en direccion al granero, y dejo a Betty recogiendo los restos del desayuno y metiendo los cacharros en el lavaplatos. Faltaba una hora para el amanecer pero Paul Overholt habia recorrido tantas veces el camino hasta el granero que rara vez necesitaba una linterna para guiarse. Ademas, estaba la luz del granero, que habia encendido desde el porche al salir de la casa. Durante el ultimo mes, no obstante, la mezcla del humo procedente de los incendios activos al oeste y de la ceniza volcanica que llenaba la atmosfera habia oscurecido tanto el cielo nocturno que Betty insistia en que llevara siempre una linterna, no fuera a tropezar. La temperatura era fria; habia refrescado desde hacia un par de semanas. En el telediario decian que la temperatura habia bajado una media de dieciocho grados sobre la habitual debido a la capa de ceniza.
Lo cierto es que tampoco hacia falta que Paul empezara a ordenar tan temprano. Habia reducido a un tercio las cabezas de ganado para poder estirar el heno del ano anterior. Pero era el horario al que el, y tambien sus vacas, estaban habituados. Al igual que Paul, las vacas no necesitaban un despertador para saber cuando tocaba el ordeno. Y asi, cuando llegaba cada manana, ellas estaban alli, esperandole.
Paul habia tenido mas fortuna que la mayoria. El invierno anterior habia sido muy suave y la granja Overholt tenia todavia un silo rebosante de maiz y un granero lleno de heno del ano precedente. Eso y el hecho de que Paul hubiese plantado la mayoria de sus campos de trebol, cosecha a la que no habia afectado la plaga, habian hecho posible que conservara casi todo el ganado y pudiera continuar ordenando. A pesar de todo -o, mas bien, gracias a todo-, aquel era un buen ano para los Overholt, el precio de la leche estaba por las nubes. La carne de vacuno habia bajado como consecuencia del incremento de sacrificios, pero seguro que la situacion se normalizaria ese mismo ano.
A medio camino entre la casa y el granero, advirtio que algo no iba bien. Las vacas estaban demasiado calladas. No es que sean animales precisamente ruidosos, pero con sesenta vacas en el prado junto al granero, lo habitual era oir algun que otro mugido; y el ruido de los excrementos y la orina cayendo al suelo era casi constante. Al aproximarse, Paul comprobo a la luz del granero que alli no habia vacas esperandole.
Era casi habitual que faltara alguna que otra vaca, incluso habia ocasiones en las que no habia ninguna, pero estas eran las menos. Paul Overholt ahueco las manos delante de la boca a modo de megafono y grito: «?Suk, vacaaa! ?Suk, suk, suk, suk, vacaaa!». Era el mismo reclamo que utilizaban su padre y su abuelo. Es mas, conocia a muy pocos vaqueros que no llamaran asi a sus vacas. Tan familiar le resultaba que jamas se habia parado a pensar en lo ridiculo que sonaba.
Las vacas ya no tardarian en venir, asi que decidio aprovechar el retraso para prepararlo todo. Entro en la fresquera y comprobo que el tanque refrigerador de acero inoxidable de mas de cinco mil quinientos litros funcionaba correctamente. La leche que habia ordenado la noche anterior estaba a 3,8 °C, la temperatura idonea. A continuacion hizo circular por los conductos una solucion de cloro para eliminar las bacterias. Concluida la desinfeccion, estimo que habia pasado tiempo suficiente para que al menos algunas vacas se hubiesen acercado hasta el granero.
En ese momento entro en la fresquera su mujer.
– ?Y las vacas? -pregunto.
– ?No estan ya ahi afuera? -inquirio Paul.
– No, no hay ni una -repuso ella.
– Las he llamado.
– Ya. Te he oido.
– Pues no se -dijo el-. Puede que anoche me dejara la portilla cerrada. Lo dudo, pero ire a echar un vistazo. Tu adelantate y ve llenando de forraje los comederos y prepara la mezcla de sal.
Paul salio del establo y descendio hacia el prado siguiendo el arroyo. No recordaba haber cerrado la portilla, pero si lo habia hecho, no seria la primera vez que hacia algo sin pensar, sobre todo con tantas cosas en la cabeza. Y la noche anterior habia estado meditando sobre una conversacion que habia mantenido con sus hermanos la noche antes del Desastre y…
Paul Overholt tropezo y cayo al suelo. Sus pies habian chocado con algo, que resulto ser una vaca. El animal no se movio cuando Paul cayo sobre el, asi que era poco probable que solo estuviera dormido. En ese momento deseo haber llevado encima la linterna. Miro al animal de cerca, e incluso en la oscuridad pudo ver que estaba muerto y bastante hinchado, por lo que dedujo que llevaba asi varias horas. Paul corrio hasta el granero, cogio la linterna y regreso. Cuando llego al lugar, enfoco la linterna hacia la vaca muerta. No habia senales de que hubiese sido victima del ataque de algun depredador; no habia sangre por ninguna parte, asi que tampoco habia sido obra