levantado la voz, aunque a causa de la preocupacion y no con ira.
– Cuando me entere de que habian atacado a Decker, senti que no podia abandonarle -insistio Christopher.
– No -dijo Milner, mientras miraba a Decker frunciendo el entrecejo y meneando la cabeza-. Supongo que no. Pero ?era necesario curar a todos los demas? Los medicos podrian haber pasado por alto la recuperacion de una persona, pero ?como lo iban a hacer del dispensario entero?
– Estaban sufriendo mucho. Tenia que hacer algo.
– Christopher, hay gente sufriendo en todo el planeta. En la guerra entre China, India y Pakistan murieron mas de cuatrocientos millones de personas, y cientos de millones mas lo hicieron a causa de los asteroides. En China se mueren de hambre porque cientos de miles de hectareas de tierras de cultivo en el litoral han quedado inutilizadas por la sal que dejaron atras los
– Bob, no fueron mas que un punado de personas -argumento Christopher.
– Por lo que he oido, eran mas de cien.
– Pero es imposible que esto pueda alterar en lo mas minimo el proceso.
– Si que podria, si alguien llega a verte.
– Tuve mucho cuidado.
Milner suspiro; habia dicho lo que tenia que decir y no iba a discutir mas sobre el asunto.
– Bueno -dijo suspirando otra vez-, supongo que ya no hay nada que podamos hacer.
– Ya veras como no pasa nada -dijo Christopher.
– Pero no dejes que vuelva a ocurrir. Ya se que es muy duro ver sufrir de cerca a la gente, pero no te puedes permitir que el corazon gobierne sobre la razon.
– Lo se, Bob. Lo se -contesto Christopher-. Gracias por estar aqui para recordarmelo.
– ?Y estas seguro de que no te vio nadie?
– Tuve mucho cuidado.
Hubo una pausa, y Decker aprovecho la oportunidad para intentar obtener las respuestas a algunos interrogantes.
– La doctora de la division de servicios medicos llamo, «langostas» a los insectos. ?Es acaso una coincidencia o sabe ya la gente que Juan y Cohen estan detras de todo? Lo digo porque doy por descontado que esos bichos son las «langostas» de las que hablaban Juan y Cohen en su profecia.
Robert Milner saco un ejemplar de
– No los van a encontrar, esta claro -dijo Milner.
Decker se sento y leyo por encima uno de los articulos. Los enjambres de langostas habian azotado el hemisferio norte y los tropicos. Las unicas zonas que se libraron del ataque estaban en el hemisferio sur, donde ahora era invierno. Al parecer las langostas eran sensibles a las bajas temperaturas. Las bandadas eran tan grandes que podian rastrearse facilmente por satelite y por radar, permitiendo asi a la Organizacion Meteorologica Mundial anticiparse a los ataques y advertir a tiempo a la poblacion de las ciudades hacia las que se dirigian. Con todo, todavia no era seguro permanecer demasiado tiempo en el exterior, porque habia grupos mas reducidos de alimanas que se separaban de los enjambres principales y cuyos movimientos resultaba imposible rastrear ni predecir. Hasta el momento, el empleo contra los insectos de pesticidas aprobados por la ONU no habia dado resultado.
Ademas de provocar un dolor agudo, el veneno de las langostas interferia con la actividad de los rinones y el higado, alterando la eliminacion de la toxina asi como la accion de los tranquilizantes. Ironicamente, ejercia el mismo efecto sobre los sedantes (inductores de la muerte) aprobados por la ONU, y aun tambien hacia ineficaces, sin razon aparente, los inhibidores de la sodio-potasio-ATPasa (antano empleados en las ejecuciones). Asi que, aunque muchas de las victimas habrian optado de sumo grado por acabar con su vida antes que soportar el dolor, es dudoso que los medicamentos paliativos aprobados por la Organizacion Mundial de la Salud hubieran conservado su efectividad.
– Tengo una reunion en Barcelona dentro de cuatro horas y media -dijo Milner cerrando su maletin-. No puedo perder el proximo avion supersonico que sale del aeropuerto Kennedy.
Decker levanto la vista del periodico.
– Ten cuidado ahora cuando vayas a por el coche.
– El chofer viene a recogerme a la puerta. Es relativamente seguro salir, siempre que sea por unos pocos minutos. Ademas, me han dicho que se las oye venir, a las langostas.
– Bueno, si -dijo Decker, que tenia experiencia-, si vuelan en un enjambre de gran tamano.
– No me llevara mas de unos pocos segundos llegar hasta el coche. Seguro que no me pasa nada.
– Esta bien -dijo Decker-. Pero, creeme, ?mas vale que no te pique uno de esos bichos!
– Lo tendre en cuenta -dijo Milner.
Decker volvio a su articulo mientras Christopher acompanaba a Milner fuera del despacho. Cuando regreso, Decker le hablo con reconocimiento.
– Bueno,
– Solo quiere lo mejor -repuso Christopher-. El mira el bosque, no los arboles.
– Ya, pero no entiendo como puede esperar que te mantengas al margen y no hagas nada, estando en tu mano paliar el sufrimiento de una persona.
Christopher se encogio de hombros. Habia dado por zanjada la discusion.
– ?Que planes tienes? -le pregunto.
– Pues me gustaria pasar por casa, para darme una ducha y cambiarme de ropa, pero no es que me atraiga demasiado la idea de volver a salir ahi fuera. Bastante he tenido con tener que correr hasta aqui desde el otro lado de la calle -dijo refiriendose al trayecto desde el edificio de la ONU hasta la mision italiana-. No me veo corriendo tres manzanas y subiendo una larga escalinata, para llegar al Hermitage.
La comoda proximidad del apartamento de Decker a la ONU implicaba, sin embargo, no necesitar coche, y habia muy pocos taxistas dispuestos a arriesgarse a salir con las langostas. Si queria ir a casa, tendria que hacerlo a pie.
El telefono de Christopher emitio un zumbido, anunciando una llamada interna de Jackie Hansen.
– Senor embajador, esta aqui el embajador Tanaka, que desea verle -le anuncio refiriendose al embajador de Japon, miembro permanente del Consejo de Seguridad, en representacion de los paises de la cuenca del Pacifico.
– No esperaba ninguna visita -dijo. Pero habria sido una grave falta de etiqueta hacer esperar al embajador, asi que al momento anadio-: Hazlo pasar.
El embajador Tanaka era un hombre esbelto, que rondaba los setenta y tantos. Era miembro permanente desde hacia siete anos, y antes de eso habia sido miembro temporal del Consejo durante dos anos.
– Embajador -empezo Tanaka al entrar-. Le ruego disculpe esta intromision, pero…
– Ni mucho menos, embajador -le tranquilizo Christopher cordialmente-. ?Que se le ofrece?
El embajador japones parecia incomodo, como si no supiera por donde empezar o como si lo que habia pensado decir le resultara ahora inapropiado y mas dificil de formular de lo esperado. Christopher se mantuvo a la espera.
– Embajador, ya sabe que siempre he respaldado el buen quehacer del subsecretario Robert Milner y del Lucius Trust. El subsecretario lleva anos anunciando la llegada de un