– Si que hay algo que me gustaria preguntarte -dijo remisa.
– ?Si?
– ?Curaste tu a las personas del dispensario?
– Si -afirmo Christopher tajantemente.
– ?Y tambien a la nieta del embajador Tanaka?
– Si.
– Entonces… ?eres el
– Si.
Jackie levanto los brazos al aire, para a continuacion cubrirse la boca con las manos.
– Lo sabia. Lo sabia -dijo.
– Jackie -dijo Christopher con voz firme-, no debes contarselo a nadie.
– No, senor no lo hare -prometio ella. Decker se fijo en que Jackie no habia llamado jamas
– Gracias, Jackie. Y ahora ve a ver si puedes devolver la oficina a su rutina habitual.
– Si, senor.
Decker espero a que Jackie saliera.
– Espero que hayas hecho lo correcto -dijo una vez estuvo la puerta cerrada.
– Creo que no tenia eleccion -contesto Christopher-. Iba a tener que contarselo tarde o temprano. Si se lo hubiese contado antes, nada de esto habria ocurrido, eso para empezar. Ademas, confio en ella totalmente.
Decker abordo entonces otro asunto que le tenia preocupado.
– Mientras curabas a la nieta del embajador, ha habido algo que no se… Tenias una expresion rara en la cara, casi como si hubiera algo que te asustara.
– Oh. Bueno, yo… Seguro que no es nada. Solo es que… ?Recuerdas la extrana sensacion que te conte me invadia cuando hacia viajes astrales?
– Si, claro. Me contabas que era como pasear por una pradera, y que aunque todo a tu alrededor parecia estar en calma, sentias como si en algun lugar cercano se estuviese librando una batalla.
– Exacto -dijo Christopher-. Y, de una manera u otra, tenia la sensacion de ser yo el objeto de esa batalla. Y a cada nuevo viaje astral, aun cuando seguia sin poder verla ni oirla, la batalla parecia estar cada vez mas cerca y haberse recrudecido. Era como si alguien o algo tratara de atraparme, y como si alguien o algo distinto quisiera evitarlo. -Christopher se encogio de hombros y meneo la cabeza-. No se.
– ?Y has tenido la misma sensacion cuando curabas a la nina? -pregunto Decker.
Christopher asintio.
– Y tambien cuando cure a las personas del dispensario.
– Yo ya te habia visto esa expresion. Fue cuando visitamos al subsecretario Milner en el hospital.
Christopher volvio a asentir.
– Aquella fue la primera vez que tuve ese sentimiento desde que deje de hacer viajes astrales.
– Bueno, pues entonces -dijo Decker-, exceptuando aquella epoca, parece que has tenido esa sensacion cada vez que hacias algo que podria considerarse sobrenatural.
Christopher guardo silencio un segundo antes de coincidir con la teoria de Decker.
– Pero ?que significa? -pregunto.
Decker se quedo pensativo un rato y luego meneo la cabeza.
– Ah, bueno -dijo pasados unos instantes-, tenemos otro asunto del que ocuparnos, ?que pasa con Gaia Love?
– Supongo que habra que llamar al subsecretario Milner para que lo solucione -dijo Christopher extendiendo el brazo hacia el telefono-. Hara todo lo que el le pida. Creo que estoy a tiempo de cogerle antes de que llegue al aeropuerto; asi podra llamarla desde el avion.
– ?Vas a contarle lo de la nieta del embajador Tanaka?
– No. No hay motivos para preocuparle con eso ahora. Ademas -continuo Christopher mientras empezaba a marcar el numero-, Tanaka puede no ser nuestro unico problema. Se me ha
11
Seis semanas despues
Nueva York, Nueva York
El embajador Christopher Goodman, comodamente instalado en su butacon preferido, disfrutaba de un
Sono el timbre de la puerta y Christopher sintonizo en el televisor la camara de la puerta de entrada. El mayordomo ya habia acudido a abrir. Era el embajador Toreos, de Chile, representante permanente de Sudamerica en el Consejo de Seguridad. El chileno no acostumbraba a presentarse sin avisar, pero que lo hiciera solo -sin ningun ayudante-, y pasadas las nueve de la noche, era del todo insolito.
Christopher apago el televisor y salio a recibirle.
– Buenas noches, embajador -dijo Christopher-. Pase, pase.
– Buenas noches -contesto Toreos algo violento. Sabia que se estaba saltando el protocolo al presentarse de aquella manera, pero estaba resuelto a hablar con Christopher.
– ?Le importa que nos instalemos en el estudio? -le invito Christopher educadamente-. Estaba disfrutando de un
– Si, gracias -contesto el otro.
– ?Que tomara?
– Eh… un
Christopher se volvio hacia su mayordomo.
– Carl…
– Enseguida, senor -contesto este-. Se lo servire en el estudio.
– Gracias -dijo Christopher-. Embajador, por aqui, por favor.
El embajador Toreos siguio a Christopher hasta el estudio, y ambos tomaron asiento.
– Y bien, embajador, ?a que debo el honor? -le pregunto Christopher; antes de que Toreos pudiera contestar, llego Carl con la copa del embajador.
– Embajador -empezo Toreos cuando el mayordomo se hubo ido, y quedo cerrada la pesada puerta de doble hoja-, ?me permite que le hable con absoluta franqueza?
– Por supuesto, embajador -contesto Christopher, y luego ofrecio-: Embajador, si se trata del proyecto de reforestacion de su region, permitame que le asegure que puede contar con todo mi apoyo.
Christopher se referia a un proyecto de gran envergadura con el que se pretendia reforestar, a largo plazo, los casi 5,8 millones de kilometros cuadrados de bosque tropical sudamericano destruidos por el primer asteroide. Aunque primordial para Sudamerica, el proyecto no era prioritario para la mayoria del resto de regiones, las cuales tenian que hacer frente a sus propios problemas. De momento, el proyecto estaba estancado. En el hemisferio sur todavia era invierno, y aun cuando la capa de ceniza se habia disipado lo suficiente para empezar a plantar, era probable que, con la llegada de la primavera, las langostas viajaran al sur en busca de temperaturas