soportar el horror de verse descubierta.

En ese momento sono el telefono. Monika se quedo donde estaba y lo dejo sonar hasta que oyo un leve repiqueteo en la puerta del bano.

– Monika, te llaman por telefono. Era una mujer, no me ha dicho su nombre.

Monika respiro hondo y abrio la puerta para coger el auricular que le daba Pernilla. No estaba segura de que le saliese la voz del cuerpo.

– Hola, soy Monika.

– Hola, soy Ase. No voy a entretenerte, veo que tienes visita, pero queria hacerte una pregunta.

En una milesima de segundo, la membrana volvio a estar intacta y lo que empezaba a filtrarse por ella quedo a buen recaudo, al otro lado. Su primer impulso fue cerrar la puerta de nuevo, pero la necesidad de ver el rostro de Pernilla fue mas fuerte. Deseaba ver si habia reaccionado, si habia reconocido la voz de la mujer que llamaba y que, llena de remordimientos, fue a visitarla a su apartamento. Pero Pernilla se habia vuelto a sentar en la cocina y Monika solo podia verle la espalda.

– No pasa nada, es una amiga mia que ha venido a cenar.

En cualquier caso, Pernilla siguio comiendo y Monika intentaba por todos los medios convencerse de que aquello era buena senal.

– Veras, es que mi hija Ellinor trabaja en los servicios sociales y necesita tu ayuda. Como medico. Se que no me lo habria pedido si no fuera importante. Y queria saber si te parece bien que le de tu numero para que te llame. Necesita ponerse en contacto con un medico que se preste a desplazarse al domicilio de uno de sus usuarios para examinarlo.

Monika no veia el momento de concluir la conversacion para cerciorarse de si Pernilla se habia figurado quien llamaba o no, solo queria volver a la mesa y ver la cara de Pernilla. Y para acabar con su incertidumbre, estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa.

– Claro, por supuesto, sin problemas. Dile que me llame luego, a ultima hora de la tarde, y concertamos una cita.

Y asi concluyeron la conversacion. Monika se quedo un rato de pie. La espalda muda de Pernilla ante la mesa de la cocina, cada detalle subitamente reproducido con tal nitidez que le danaba los ojos. La angustiaba la idea de dar los pocos pasos que le ofrecerian la posibilidad de interpretar el semblante de Pernilla, que le permitirian ver si habia sido descubierta o no, si habia llegado el momento en que se veria obligada a confesar. Las piernas no le obedecian. Mientras permaneciera donde estaba, podia sentir el descanso de ese instante.

Entonces, Pernilla se dio la vuelta y a Monika le parecio que pasaba una eternidad hasta que pudo ver su cara.

– ?Dios santo! Lo del dinero es una barbaridad. Gracias, Monika, gracias, de verdad.

El vertigo y el mareo desaparecieron. Igual que la indecision. El panico profundo que habia sentido ante el riesgo de verse descubierta la habia convencido. Ya era demasiado tarde para retroceder.

No habia vuelta atras.

Su unica posibilidad de salvacion consistia en subordinarse y asumir la responsabilidad de Mattias.

24

Maj-Britt le exigio a Ellinor que le rindiese cuentas de todas y cada una de las palabras que intercambiase con el medico en su conversacion telefonica, y Ellinor hizo lo que pudo por satisfacerla. Maj-Britt queria conocer cada silaba, cada insinuacion, cada entonacion con los que se hubiese ventilado su caso. Ya apenas si sentia el dolor, toda su atencion giraba en torno a la inminente visita medica. Y estaba atemorizada, el temor habia alcanzado cotas antes insospechadas. La puerta no tardaria en abrirse y una persona desconocida entraria en su fortaleza y ella misma habia contribuido a invitar a aquella persona. Con ello se habia colocado a si misma en una situacion de desventaja casi insufrible.

– Le dije las cosas como son, que te dolia la parte inferior de la espalda.

– ?Y como le explicaste que tenia que venir ella?

– Le dije que preferias no salir de tu apartamento.

– ?Y que mas le dijiste?

– No mucho mas.

Pero Maj-Britt sospechaba lo que Ellinor seguramente le habria dicho, aunque no se lo contase. Seguramente, le habria descrito su odioso cuerpo, su renuencia a colaborar y su comportamiento desagradable. Habrian hablado mal de ella y ahora, ella tendria que dejar que una de las dos se presentase alli y la tocase.

?La tocase!

Lamentaba profundamente haberse dejado convencer.

Ellinor aseguro que tenia el dia libre y que por esa razon podia quedarse en el apartamento tanto tiempo, y Maj-Britt se sintio una vez mas invadida por el malestar que le producia una actitud tan solicita por parte de Ellinor. Tenia que haber una razon. ?Por que iba a hacer todo aquello, si no tenia una segunda intencion?

Eran las once menos cuarto y solo faltaban quince minutos. Quince minutos insoportables hasta que comenzase la tortura.

Maj-Britt iba y venia por el apartamento, haciendo caso omiso del dolor de rodillas. Quedarse sentada era una tortura mayor.

– ?De que conoces a esa doctora?

Ellinor estaba sentada con las piernas cruzadas en el sofa.

– Yo no la conozco, es mi madre. Coincidieron en un curso hace unas semanas.

Ellinor se levanto, se acerco a la ventana y miro la fachada del bloque que habia al otro lado del jardin.

– ?Recuerdas que te hable de un accidente de trafico?

Maj-Britt estaba a punto de contestar cuando sono el timbre. Dos timbrazos breves que marcaban el fin de la tregua.

Ellinor la miro, cubrio la escasa distancia que las separaba y se coloco muy cerca de ella.

– Todo ira bien, Maj-Britt. Yo me quedare contigo.

Y extendio la mano, en un intento de posarla sobre el brazo de Maj-Britt. Esta logro zafarse dando un raudo paso atras. Sus miradas se cruzaron un instante y Ellinor se alejo hacia el vestibulo.

Maj-Britt oyo que abria la puerta. Oyo sus voces sucediendose la una a la otra, pero su cerebro se negaba a entender las palabras, se negaba a aceptar que ya no habia posibilidad alguna de librarse. El nudo de la garganta se le clavaba en la carne, no queria. ?No queria! No queria verse obligada a quitarse la ropa y exponerse a ojos ajenos.

No una vez mas.

De repente alli estaban, en el umbral de la sala de estar, Ellinor y la doctora que, en un alarde de compasion, se habia tomado la molestia de venir. Maj-Britt la reconocio enseguida.

Era la mujer a la que habia visto en el parque, con la nina huerfana. La que se dedico a empujar el balancin con una paciencia infinita y sin dar muestras de cansancio. Y ahora se encontraba alli, en la sala de estar de Maj- Britt, sonriendo y ofreciendole la mano para estrecharsela.

– Hola, Maj-Britt. Yo soy Monika Lundvall.

Maj-Britt miro la mano que se le tendia exigente. Presa de desesperacion, intento tragarse el nudo cortante de la garganta, pero no pudo. Sintio que los ojos se le anegaban en llanto y que no queria estar alli. No queria estar alli.

– ?Maj-Britt?

Alguien dijo su nombre. No habia posibilidad de escapar. Estaba rodeada en su propio apartamento.

– Maj-Britt. Si quieres, podeis entrar en el dormitorio. Yo esperare aqui fuera.

Eso lo dijo Ellinor. Maj-Britt vio que se dirigia a la puerta del dormitorio para llamar a Saba.

Se obligo a caminar hacia su cuarto. Noto que la doctora iba pisandole los talones y la oyo cerrar la puerta.

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