Monika logro abrir los ojos con gran esfuerzo. Distinguir la cantidad suficiente de realidad como para ser capaz de responder. La habitacion estaba totalmente a oscuras. Tomo conciencia de que estaba en su cama y de que habia contestado cuando sono el telefono y de que la persona que llamaba era alguien con quien ella no deseaba hablar nunca mas.

– Tendras que llamar al centro de salud.

– No se trata de eso. Es por otro asunto. Un asunto importante.

Se apoyo en el codo y meneo la cabeza para ordenar sus ideas. Para entender lo que pasaba y, a ser posible, hallar una salida para poder dormirse otra vez.

La voz seguia hablandole:

– No quiero hablarlo por telefono, asi que te propongo que vengas a verme. ?Podrias manana a las nueve de la manana?

Monika echo una ojeada a la radio despertador. Las tres y cuarenta y nueve minutos. Y estaba casi segura de que era de noche, porque fuera estaba oscuro.

– A esa hora no puedo.

– ?Y cuando puedes?

– No puedo a ninguna hora. Tendras que hablar con tu centro de salud.

Jamas en la vida volveria a aquella casa. Jamas. No tenia ninguna obligacion. No para con aquella mujer. Ya habia hecho mas de lo que se le podia pedir. Estaba a punto de colgar cuando la voz reanudo la conversacion:

– Ya sabes, cuando una va a morir de todos modos, le pierde el miedo a salir. Y si te has pasado mas de treinta anos encerrada en un apartamento hay muchas cosas que recuperar. Por ejemplo, relacionarse con los vecinos.

El miedo no lograba penetrar el adormecimiento. Se quedo en el exterior, aporreando iracundo varias veces para luego darse por vencido y apostarse a vigilar. A esperarla. Sabia que, tarde o temprano, se abriria una grieta y alli estaria el, dispuesto a abalanzarse sobre ella. Entre tanto, le dejo claro que no tenia eleccion. Tenia que ir alli. Tenia que ir y averiguar que queria de ella aquel espanto de mujer.

Cerro los ojos. Un cansancio muy profundo. Habia agotado cuanto tenia.

– ?Hola? ?Sigues ahi?

Si, se suponia que si.

– Si.

– Bien, manana a las nueve pues.

32

Maj-Britt estaba como paralizada en la silla, incapaz de respirar. Sus pensamientos se precipitaban como animales aterrados intentando huir. Rezo durante horas, suplicandole a Dios una senal que le mostrase que debia hacer. Una y otra vez paso el dedo por las paginas de la Biblia sin obtener una respuesta comprensible. En su desesperacion, pidio indicaciones mas concretas. Y entonces, por fin, la decimocuarta vez que lo intento Dios le hablo de nuevo. Primera epistola de Pablo a Timoteo. Su dedo no se habia detenido alli precisamente, sino en la pagina siguiente, pero ella sabia que el dedo habia ido a parar al lugar equivocado por lo indignada que estaba. Era Timoteo 4,16 lo que Dios queria mostrarle. Lo sabia.

«Atiende a ti mismo y a la ensenanza, insiste en estas cosas; pues eso haciendo, te salvaras tanto a ti mismo como a los que te escuchan.»

Agradecida por su respuesta, cerro los ojos. Recordaba el versiculo de la Comunidad. Un reto salir a salvar a sus semejantes y librarlos con ello del fuego eterno. Una buena accion. El queria que ella salvara a otra persona y, asi, se salvaria a si misma. Pero ?a quien debia salvar? ?A quien? ?Quien necesitaba su ayuda?

Se levanto y se acerco a la puerta del balcon. Las ventanas relucian negras en el edificio de enfrente. Tan solo alguna que otra luz intentaba plantarle cara a la oscuridad de la noche. Maj-Britt queria abrir la puerta, abrir y cerrar rapidamente, para recibir un soplo de aire de fuera. Un deseo nuevo e insolito. Puso la mano en el picaporte, vio las negras ventanas mirandola con maldad y abandono la idea. Se alejo de la puerta y volvio al sillon.

La Biblia le pesaba en la mano. Una vez mas, dejo que el pulgar eligiera una pagina. Dios no podia fallarle ahora, justo ahora que habia comprendido lo que tenia que hacer, aunque no como. Estaba pidiendo mucho y lo sabia. Dios ya le habia mostrado su inmensa clemencia a traves de las respuestas que le habia dado hasta el momento.

– Solo una respuesta mas, Senor, y no volvere a pedirte nada. Muestrame a quien quieres que salve.

Cerro los ojos. Por ultima vez, paso el pulgar por el volumen cerrado. Si Dios no le respondia esta vez, no volveria a intentarlo. Abrio la pagina. Con los ojos cerrados, deslizo el indice, se detuvo e hizo acopio de valor.

Salmo numero cincuenta y dos. El senor no la habia defraudado.

En medio de una calma subita, todo encajo en su lugar.

Solo habia una Monika Lundvall en la guia.

Maj-Britt colgo el auricular. Bien aferrada a las Sagradas Escrituras, respiro hondo varias veces. Lo habia conseguido, habia hecho lo que Dios le habia indicado y eso deberia infundirle serenidad. Pese a todo, su corazon latia alterado. Aun tenia el dedo entre las tapas y abrio por la pagina indicada para cerciorarse una vez mas de que tenia razon en hacer lo que pensaba hacer. A pesar de su promesa, le hizo a Dios una nueva pregunta. Y El accedio. En la pagina en cuestion, la palabra «Si» figuraba cinco veces. Y la palabra «No», no mas de dos.

Saba dormia pesadamente en su cesta y Maj-Britt intento hallar consuelo en el familiar sonido hogareno de su respiracion. Tantas noches como le habia ayudado a encontrar sosiego, la certeza de que habia alguien ahi, en la oscuridad, alguien que la necesitaba, alguien que estaria alli cuando despertase y que se alegraria de verla. Ahora, aquella calma respiracion le inspiraba remordimientos. Saba le sobreviviria y correria el mismo incierto destino que ella. La unica diferencia consistia en que el animal no poseia el entendimiento necesario como para sentir miedo.

Faltaban cinco horas para las nueve. Plantearse dormir seria perder el tiempo innecesariamente y ya no podia permitirselo. Se le habia encomendado una mision que debia cumplir y Dios le habia mostrado el camino. Sabia que Monika vendria, que no se atreveria a no acudir. Una vez mas, Maj-Britt sintio palpitaciones al pensar en lo que estaba a punto de hacer.

Una buena accion.

No debia olvidarlo. Se trataba de Una Buena Accion, ni mas ni menos. El tono amenazador al que se vio obligada a recurrir para que Monika obedeciese estaba al servicio del bien. Dios mismo habia mostrado su aprobacion. Ahora estaban los dos, los dos juntos. Dominar mediante el miedo era un poderoso instrumento, pero ella sentia una inmensa gratitud al poder someterse. Todo el poder era del Senor y a ella solo le quedaba demostrar que era digna. Demostrar que merecia ser elegida por fin. Quizas asi el Senor, en su gran misericordia, se compadeceria de ella y la perdonaria.

Durante treinta anos se imagino la muerte como una ultima via de escape. Le infundia vigor saber que no tenia por que seguir si se le agotaban las fuerzas. Al saberse duena de las alternativas jugo con la idea, pero eso era antes, cuando la muerte se encontraba lejos de su vista y la eleccion aun estaba en sus manos. Antes de que su cuerpo, a escondidas, hubiese invitado a entrar a la muerte y le hubiese dado via libre para, lento pero seguro, pulverizar su ventaja y finalmente arrebatarle toda posibilidad de eleccion. Ahora que la muerte le sonreia burlona en su propia cara, no contenia mas que un horror que la corroia.

«Ahora llega tu final, pues derramare mi ira sobre ti y te juzgare por tus acciones. Y sabreis que yo soy EL SENOR.»

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