suya, la fragil mano de la joven. Deseo con todo su corazon que se le transmitiese un minimo apice de la fortaleza indiscutible que Ellinor poseia. Ellinor, que no se habia rendido. Que, con su tozudez y contra todo pronostico, habia logrado abrirse paso y convencerla, y demostrarle que existia algo llamado buena voluntad. Y que no exigia nada a cambio.

– Ya es la hora, Maj-Britt. Ya empieza el horario de visitas.

Giro la cabeza y se encontro con la sonrisa de Ellinor. Y vio con sorpresa que tenia los ojos llenos de lagrimas.

Los nuevos zapatos de Maj-Britt pisaban el asfalto mojado. Las puntas sobresalian por el bajo del vestido una y otra vez, y ella no tenia fuerzas para mirar ninguna otra cosa. La parte inferior de una puerta que se abria, un umbral, una alfombra negra, un suelo de linoleo de color ocre. Ellinor hablando con alguien. El tintineo de unas llaves. Unos zapatos negros de caballero al final de un pantalon azul marino y mas suelo ocre. Unas puertas cerradas a lo largo de las paredes, en el limite del campo de vision.

No alzo la vista ni una sola vez, pero intuia todas las miradas siguiendola a su paso.

Los zapatos de caballero se detuvieron y se abrio una puerta.

– Vanja vendra enseguida. Podeis esperarla ahi dentro.

Un nuevo umbral que Maj-Britt logro superar. Ya habian llegado, pues. Los zapatos negros cruzaron la puerta y, poco a poco, alzo la cabeza para cerciorarse de que estaban solas.

Ellinor se habia quedado junto a la puerta.

– ?Estas bien?

Maj-Britt asintio. Habia llegado hasta alli e intentaba sacar fuerzas contemplando ese triunfo, pero el reto habia minado su energia, las piernas no la sostenian ya y se acerco a una mesa con cuatro sillas que parecian lo bastante robustas para aguantar su peso. Cogio una y se desplomo sobre ella.

– Bien, entonces, te espero fuera.

Maj-Britt volvio a asentir.

Ellinor cruzo el umbral, pero se detuvo y se dio la vuelta.

– ?Sabes, Maj-Britt? Estoy tan contenta de que hayas decidido hacer esto…

Y la dejo sola. Una pequena habitacion con las persianas echadas, un sencillo tresillo, la mesa junto a la que ella se habia sentado y unos cuadros en la pared. Seguia llegando ruido desde el pasillo. El timbre de un telefono, el ruido de una puerta al cerrarse. Y Vanja no tardaria en aparecer. Vanja, a la que no veia desde hacia treinta y cuatro anos. De la que se creia abandonada y a la que ella le habia mentido. Oyo pasos que se aproximaban por el pasillo y sus dedos se aferraron al tablero de la mesa. De pronto, alli estaba. Maj-Britt contuvo la respiracion sin querer. Recordo la foto de la boda con Vanja de dama de honor y penso en lo equivocada que habia estado. Era una mujer marcada por los anos la que se presento en la puerta. Su cabello, antes negro, brillaba ahora plateado y su rostro, que ella tan bien conocio en su dia, aparecia surcado de finas arrugas. El concepto tiempo hecho visible; tan tangible resultaba de golpe que todo lo que dabamos por hecho, lo que iba pasando, exigia su tributo, grababa sus anillos como en un arbol, le diesemos utilidad o no a ese tiempo.

Sin embargo, fueron los ojos de Vanja los que la sorprendieron hasta el punto de hacerla perder el resuello. Recordaba a la Vanja que habia conocido, siempre con un destello en la mirada y una sonrisa burlona en los labios. La mirada de la mujer que tenia ante si revelaba un dolor infinito, como si sus ojos hubiesen tenido que ver mas de lo que podian soportar. Aun asi le sonrio y, por un instante, entrevio a la Vanja de su juventud traspasar aquel rostro ahora extrano.

Ni un solo gesto suyo desvelo sus pensamientos al ver la figura de Maj-Britt.

Ni un solo gesto.

El vigilante seguia en la puerta y Vanja miro a su alrededor.

– Oye, Bosse, ?no podriamos subir un poco las persianas? Apenas si se ve algo aqui dentro.

El vigilante sonrio y puso la mano en el picaporte.

– Lo siento, Vanja, tienen que estar bajadas.

El hombre cerro la puerta, pero Maj-Britt no lo oyo echar ninguna llave. Al parecer, no la echo. Vanja se acerco a la ventana e intento subir las persianas, pero no lo consiguio. Estaban fijas. Abandono la idea, se quedo de pie y volvio a mirar a su alrededor. Se acerco a uno de los cuadros y se inclino para verlo mejor. Un paisaje de un bosque.

Entonces se dio la vuelta y recorrio la habitacion con la mirada.

– No te figuras la curiosidad que, durante todos estos anos, he tenido por saber como eran las salas de visita.

Maj-Britt guardaba silencio. Durante todos estos anos. Vanja llevaba dieciseis anos con aquella curiosidad.

Se acerco a la mesa y, como avergonzada, se sento enfrente de Maj-Britt, que estaba aturdida. Tanto que ya ni se sentia nerviosa. Despues de todo, aquella era Vanja. Oculta en algun rincon de ese cuerpo desconocido, se agazapaba la Vanja que ella conocio en su juventud. No habia nada que temer.

Se quedaron mirandose un buen rato. En completo silencio, como si cada una buscase descubrir en los rasgos de la otra detalles que le resultaran familiares. Pasaban los segundos, los minutos, sin que nada ocurriese y la inquietud de Maj-Britt termino por ceder del todo. Por primera vez en mucho, mucho tiempo, se sentia totalmente serena. El remanso que Vanja le inspiro durante su ninez y su juventud seguia intacto, alli podia relajarse, dejar de defenderse. Y volvio a pensar en Ellinor. En como tuvo que luchar para llegar a lo mas hondo.

Fue Vanja quien rompio el silencio.

– Si alguien nos hubiera dicho entonces que un dia nos veriamos aqui, en una sala de visitas de Vireberg, ?eh?

Maj-Britt bajo la vista. Todos los sentimientos que la habian abandonado dejaron espacio para otros, para tomar conciencia del tiempo perdido. Y de que ya era demasiado tarde.

– ?Te ha visto ya algun medico?

Como si Vanja le hubiese leido el pensamiento. Maj-Britt asintio.

– ?Cuando te operan?

Maj-Britt vacilo. No pensaba mentir otra vez, pero tampoco podia decirle lo que pretendia hacer.

– ?Como lo supiste?

Vanja sonrio.

– ?Has visto que lista soy? Te he obligado a venir hasta aqui, aunque ya te lo habia contado en la primera carta. Pero ?que no es capaz de hacer una por ver como son las salas de visita?

La misma Vanja de siempre, sin asomo de duda. Sin embargo, Maj-Britt no entendio a que se referia. Intento recordar lo que decia en la primera carta, pero alli no mencionaba nada al respecto. De ser asi, Maj-Britt lo recordaria, desde luego.

– ?Como que ya me lo habias contado?

Vanja exhibio entonces una sonrisa mas amplia aun. Una vez mas, atisbo a su antigua amiga. La misma con la que compartia tantos viejos recuerdos.

– Te escribi que habia sonado contigo, ?no?

Maj-Britt se la quedo mirando.

– ?Que quieres decir?

– Lo que acabo de decir. Que lo sone. Claro que no estaba completamente segura, pero no me apetecia probar suerte.

Maj-Britt se oyo resoplar, pero en realidad no era su intencion. Era una explicacion tan inesperada y tan inverosimil que no podia tomarsela en serio.

– ?Y quieres que me lo crea?

Vanja se encogio de hombros y, de repente, era ella otra vez. Habia algo en sus gestos. Cuanto mas la miraba, mas reconocia a su amiga de antano. Lo unico que habia cambiado era el tiempo, que habia ajado el envoltorio.

– Puedes creer lo que quieras, pero eso es lo que paso. Si tu tienes una explicacion mejor en la que te apetezca mas creer, por mi, adelante.

De repente, Maj-Britt se enfado. Habia recorrido todo el trayecto hasta alli, venciendose a si misma en mas de una ocasion para poder llegar, y todo para oir aquello. Entonces recordo que tambien habia ido a pedir perdon,

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