muneca donde llevaba un reloj muy caro y se apresuro a partir con el miedo en la mirada. Un exterior tan impecable y tan consciente de su culpa. El proximo 12 de octubre, la mujer no recordaria ni a Maj-Britt ni aquel dia. Todo se perderia en la marana de otros pacientes moribundos y de dias tan parecidos que podrian confundirse unos con otros. Ella proseguiria su vida en la tierra tranquilamente y, con todo el tiempo del mundo, podria saldar su deuda.

No asi Maj-Britt.

A partir de ahora, cada segundo que pasaba sin provecho era un segundo perdido.

Se puso de pie. Saba esperaba junto a la puerta del balcon y ella fue a abrirle. Se veia luz en la ventana de enfrente, en la casa en la que habia vivido el que ahora tenia la respuesta a la pregunta que se hacian todos los hombres de todos los tiempos.

Y de nuevo penso en Monika. En su culpa.

Dos vidas que pesaban mucho en uno de los platillos de la balanza.

De pronto le costaba respirar y llena de espanto comprendio que estaba aterrorizada. A la soledad estaba acostumbrada, pero enfrentarse sola a lo que la esperaba…

«Padre nuestro que estas en el cielo.» Se dio la vuelta y miro el armario. Sabia que estaba alli escondido en la ultima balda, sin usar durante todos aquellos anos, pero desgastadas las pastas despues del uso de antano. Sin embargo, ella le habia dado la espalda a Dios. Ahora lo comprendia todo. Todo se evidenciaba en una certeza transparente. El solo habia aguardado su momento. Siempre supo que ella se le acercaria a rastras el dia en que la arena empezase a escasear en la ampolla del reloj. El dia en que no pudiese seguir escondiendose en la vida, sino que se hallase desnuda ante una realidad que todos conocen pero con la que nadie tiene fuerzas para contar. La realidad de un dia en que todo se acaba. Que llega un dia en que todos hemos de abandonar cuanto conocemos y nos vemos obligados a entregarnos a aquello que, desde el origen de los tiempos, ha constituido el mayor temor del hombre.

El sabia que, entonces, ella lo llamaria a gritos, que le pediria de rodillas su perdon y su bendicion y mendigaria su gracia.

Y no se equivoco.

El ganaba y ella perdia.

Alli estaba, desnuda ante El, dispuesta a someterse.

Una derrota monumental.

Cerro los ojos y noto que se ruborizaba. Con el color de la verguenza, se dirigio al armario y abrio las puertas. Rebusco por la balda con la mano, pasandola por pilas de sabanas y de manteles y cortinas olvidadas, hasta que noto la forma familiar de lo que buscaba. Detuvo su busqueda, vacilo un instante, la humillacion la quemaba como el fuego pues admitir que habia errado era admitir que El siempre tuvo razon, lo que magnificaba su culpa mas aun. De este modo, ella lo autorizaba a castigarla.

Tomo la Biblia y la saco del armario. Miro la cubierta desgastada. Habia algo entre las paginas y, sin pensarlo, lo saco y cuando ya era demasiado tarde, recordo de que se trataba. Eran dos fotografias. Muy despacio, volvio a desplomarse en el sillon. Cerro los ojos pero volvio a abrirlos y dejo que su mirada se llenase de la pareja de enamorados. Un hermoso dia primaveral, un vestido blanco y entallado y Goran, con su traje negro. El velo que con tanto esmero habia elegido. Sus manos entrelazadas. La conviccion. La absoluta certeza. Vanja justo detras, verdaderamente feliz por ella. Aquella sonrisa tan familiar, el destello en sus ojos, su Vanja, siempre dispuesta cuando la necesitaba. Siempre pensando en su bien. Y a la que ella, ahora, habia mentido, traicionado, sentenciado y rechazado.

Demasiado peso en ese platillo.

Solto en el suelo la fotografia y miro la otra. Contuvo la respiracion al ver la mirada huera de la pequena. Sentada en una mantita, en el suelo de la cocina de la casa que habian alquilado. El vestidito rojo, los zapatitos blancos, regalo de los padres de Goran.

Sintio que las lagrimas acudian a sus ojos. Evoco la sensacion al alzar en el aire aquel cuerpecito, al acogerlo en su regazo, su olor. Las manitas que se extendian buscandola con una confianza infinita a la que ella no fue capaz de corresponder. ?Como, cuando nadie le enseno jamas como se hacia tal cosa?

El dolor que nunca se permitio sentir la inundo ahora y fue tan honda su desesperacion que perdio el resuello. Dejo la fotografia, cruzo las manos convulsamente y las alzo implorando:

– Dios mi Senor que estas en el cielo, ayudame. Apiadate de mi, borra mis excesos con tu gran misericordia, limpiame de mis malas acciones y purificame, pues he pecado. Solo contra Ti he pecado y cometido malas acciones, a la espera de que seas justo en tus palabras e imparcial en tu juicio. Pues en pecado naci y en pecado fui concebida.

Le temblaban las manos.

Seis meses era demasiado tiempo. No resistiria tanto.

Las lagrimas rodaban abundantes por sus mejillas y hablaba entre sollozos.

– Te ruego el perdon, pues cometo un mal que no quiero cometer. Te lo suplico, Senor, concedeme el perdon. ?Has de darme una respuesta! Dios bendito, ?muestrame tu misericordia! ?Infundeme el valor necesario!

Y recordo lo que solia hacer cuando necesitaba su consejo y su consuelo. Se enjugo rauda las lagrimas, agarro con ansia la Biblia con la mano izquierda y paso el pulgar derecho entre las tapas cerradas. Cerro los ojos y abrio por la pagina donde habia detenido el pulgar, busco en ella con el dedo y eligio un versiculo al azar. Se quedo sentada, con los ojos cerrados y el indice como una lanza clavada en las Sagradas Escrituras. Ahora, El le hablaria. Le dejaria el mensaje que queria transmitirle, el que El le habia hecho senalar con su dedo.

– Senor, no me dejes sola.

Tenia mucho miedo. Lo unico que pedia era algo de consuelo, una minima senal de que no tenia nada que temer, de que podia ser perdonada. De que El estaba a su lado ahora que todo acabaria en breve, de que la reconciliacion era posible. Respiro hondo y se puso las gafas y miro el parrafo de la pagina que senalaba el dedo.

Y una vez que lo hubo leido, comprendio de una vez por todas que el miedo que ahora sentia no era nada en comparacion con lo que vendria.

Le temblaban las manos mientras leyo Sus palabras:

«Ahora llega tu final, pues derramare mi ira sobre ti y te juzgare por tus acciones y todas tus abominaciones recaeran sobre ti. No me apiadare de ti y no tendre compasion; no, te imputare todas tus acciones y tus abominaciones descansaran sobre ti. Y sabreis que yo soy EL SENOR.» Un terror que no creia posible le vacio de aire los pulmones.

Ya tenia la respuesta.

Por fin, El le habia respondido.

31

Durmio un sueno sin ensonaciones. Una nada donde nada existia. Solo un molesto sonido de fondo que se clavaba pertinaz en el vacio reclamando su atencion. Ella queria volver a la nada, pero el sonido no se rendia. Tenia que ponerle fin.

– ?Hola?

– ?Monika Lundvall?

Todo era tan confuso que no podia responder. Hizo un intento de abrir los ojos, pero no lo consiguio; solo el auricular que tenia en la mano la convencia de que lo que estaba viviendo era real. Todo era dulcemente difuso. Su cabeza descansaba sobre el almohadon y, en el breve silencio creado al telefono, el sueno volvio a apoderarse de ella. Hasta que la voz se dejo oir de nuevo.

– ?Hola? ?Hablo con Monika Lundvall?

– Si.

Pues, al menos, eso creia ella misma.

– Soy Maj-Britt Pettersson. Necesito hablar contigo.

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