Se calzo las botas y se puso el abrigo. Pernilla sostenia su bolso en la mano y se lo tendio.

– Te llamare manana.

Monika no respondio, sino que abrio la puerta sin decir nada. Pensaba marcharse. Pernilla le habia pedido que se quedase, pero ella pensaba marcharse. Vendria cualquier otro dia, porque Pernilla era su amiga y estaba agradecida por su amistad, por todo lo que Monika habia hecho por ella. No le habia pedido que se fuera a la mierda, como habria querido hacer con Ase; al contrario, ellas dos eran amigas de verdad y en las amigas de verdad se puede confiar. Ellas no se mentian. Y estaban para lo bueno y para lo malo y siempre podias contar con ellas.

A Pernilla solo le quedaba una amiga, y esa amiga era la honrada Monika Lundvall.

Si, por alguna razon, ella tambien la traicionase, Pernilla se quedaria completamente sola.

28

Maj-Britt estaba junto a la puerta del balcon, aguardando a que entrase Saba. Acababa de colarse por el hueco de la reja y se habia perdido de vista por el cesped.

Maj-Britt habia empujado el sillon hasta la ventana y, los dos ultimos dias, habia pasado alli la mayor parte del tiempo, aunque no habia ocurrido nada emocionante. La doctora estuvo en casa de la viuda una vez. El mismo dia que fue a visitar a Maj-Britt para efectuar su asqueroso reconocimiento, aparecio de nuevo al anochecer, pero despues no volvio a verla. Y tampoco habia llamado con los resultados de las pruebas, aunque tanto daba, la unica que los esperaba con impaciencia era Ellinor.

Maj-Britt, por su parte, vivia la tregua como algo agradable. Las pastillas que Ellinor le habia dejado para el dolor se lo aliviaban y, mientras que no supiese nada, tampoco habia nada ante lo que adoptar una postura. Se paseaba por el apartamento como siempre lo hizo, o se pasaba sentada un tiempo transido de silencio. La unica diferencia era el dolor de espalda, y que ya no comia tanto. Y no eran solo las nauseas las que se lo impedian, el impulso de llevarse algo a la boca se habia atenuado; de repente, era capaz de resistirlo, aunque no comprendia bien por que. Algo cambio cuando se atrevio a concluir todos aquellos razonamientos. Cuando se aproximo a recuerdos insufribles y admitio su naturaleza infame, dejo de necesitar esconderse de ellos. De huir. Dolian tanto como siempre intuyo que harian y, puesto que ya lo sabia, no podian asustarla como antes. Estaban perdiendo su poder.

Vio a Ellinor acercarse por el sendero. El dia parecia frio, ella llevaba la barriga al aire entre el jersey y los pantalones y Maj-Britt meneo la cabeza displicente. La fina cazadora vaquera no podia ser abrigo suficiente para aquella estacion, pero claro, todas aquellas pegatinas de movilizada conciencia que la adornaban tal vez pudiesen detener el peor vendaval. Vio que Saba atravesaba el cesped con paso pesado y cansino para acudir a su encuentro y Ellinor miro hacia la puerta del balcon y la saludo con la mano. Maj-Britt le devolvio el saludo. Y sintio una oleada calida en su interior.

– Dijo que se pasaria por aqui hacia las dos. No dijo nada ni de los analisis ni de ninguna otra cosa, sino que queria hablarlo contigo en persona.

Ellinor hablaba acuclillada mientras se desanudaba los cordones de las botas. Maj-Britt experimento una breve sensacion de malestar ante la idea de recibir otra vez en el apartamento a aquella doctora, pero recordo su baza y enseguida se sintio mucho mejor. La sola idea de saber con que contaba lo hacia todo mucho mas llevadero; que nadie pudiera invocar una ventaja. Seguramente, la doctora disponia de las respuestas sobre los secretos de su cuerpo, y ese conocimiento era algo de lo que bien podia servirse, pero si lo hacia, Maj-Britt se habia agenciado un buen contraataque.

Nadie volveria jamas a hacer con ella algo a lo que ella misma no hubiese dado el debido consentimiento.

Faltaban tan solo unos minutos para las dos. Maj-Britt se acomodo en el sillon orientado hacia el aparcamiento, pero no habia visto el coche cuando, curiosamente, llamaron a la puerta. Fue un error de calculo que no le gusto lo mas minimo, porque no pudo estar debidamente preparada.

Ellinor fue a abrir.

– Hola, que amable has sido viniendo.

La doctora respondio con parquedad y, un minuto despues, Maj-Britt las tenia a las dos en la sala de estar. Se percato de que la doctora llevaba algo en la mano, una especie de pequena carpeta gris, pero con un cable y varios botones.

– Hola Maj-Britt.

Maj-Britt miro suspicaz el aparato.

– ?Que es eso?

– ?Puedo sentarme un momento?

Maj-Britt asintio y la doctora, que, como bien sabia, se llamaba Monika -pero con la que no tenia la menor intencion de confraternizar- fue a sentarse en el sofa, dejo el extrano objeto sobre la mesa y saco unos documentos del bolso. Maj-Britt no apartaba la vista de ella, registraba cada uno de sus movimientos. Y observo con interes que la mano que sostenia los papeles temblaba ligeramente.

– Veamos.

La doctora desdoblo los documentos. Ellinor la miro con atencion. Maj-Britt, en cambio, volvio la vista hacia la ventana. En realidad, no sentia especial curiosidad.

– Tienes una velocidad de sedimentacion sanguinea muy por encima de lo normal, y el hemograma arroja valores muy bajos. No hay bacterias en la orina, de modo que podemos descartar infeccion en las vias urinarias. Yo habia barajado la posibilidad de calculos renales pero, en ese caso, el dolor deberia haber aparecido de forma mas repentina y, ademas, no influiria en la velocidad.

Guardo silencio mientras Maj-Britt mantenia la vista en el balancin. Desde luego, las enfermedades que no tenia despertaban aun menos su interes.

– Asi que estoy sana, ?no?

– No, no lo estas.

Se hizo una breve pausa, cuando aun todo era paz.

– Tendria que hacerte un ultrasonido.

Maj-Britt giro la cabeza, la miro a los ojos y se puso en guardia en el acto.

– No pienso ir a ninguna parte.

– No, podemos hacerlo aqui mismo.

La doctora poso la mano sobre el aparato que habia encima de la mesa. Maj-Britt se sintio acorralada. Habia resuelto no someterse a mas examenes, su negativa a abandonar el apartamento se lo habria permitido, pero ahora resultaba que la tal doctora se presentaba en su casa con un chisme que lo haria posible. Maldito desarrollo.

– ?Y si me niego?

– ?Maj-Britt! -exclamo Ellinor, en un tono intermedio indefinido entre la suplica y el agotamiento.

Maj-Britt volvio a mirar por la ventana.

– ?Y que crees que puedes encontrar con el ultrasonido? -intervino Ellinor otra vez, intentando averiguar los detalles por los que la propia Maj-Britt sentia un enorme desinteres, y las dos mujeres se pusieron a discutir su posible enfermedad.

– Naturalmente no estoy segura, pero necesito echarle un vistazo al rinon.

– ?Que crees que puede ser?

Una vez mas se hizo un breve silencio, pero ya no habitado por la calma. Era como si la palabra vibrase en la habitacion aun antes de haber sido pronunciada, reposando en un ultimo instante de confianza.

– Podria tratarse de un tumor. Pero ya digo -anadio Monika enseguida-, no estoy segura al cien por cien.

Un tumor. Cancer. Era una palabra que habia oido muchas veces en television y que nunca le habia pasado del todo inadvertida. Pero, a partir de aquel momento, supo que una vez que se pronunciaba sobre algo que podia

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