grupos y hablaban. Se acerco a un par de chicos de su clase que estaban parados y bebian de una botella de litro de Coca-Cola. Le preguntaron si queria y dio un buen par de tragos. Aun ahora no sabia con que la habian mezclado, pero Peter, que nunca antes habia probado el alcohol, estuvo a punto de desplomarse.
Solo tardo unos minutos antes de sentir el alcohol en su cuerpo. Uno de los chicos oculto la botella entre unos arbustos y Peter los siguio hacia dentro.
Hacia calor, habia mucha gente y estaba mareado. Al principio no la vio, pero detras de una columna destaco su cabeza rubia entre la multitud. No dudo ni un segundo. Se abrio camino entre el mar de gente y solo se detuvo cuando estuvo frente a ella. Era por lo menos quince centimetros mas alta que el. El dijo hola y ella dijo hola pero lo miro interrogante.
– ?Aqui estoy!
– Vale.
Ella miro a su alrededor turbada.
– Soy Peter. Me llamaste por telefono.
El comenzo a sentirse inseguro.
– ?Yo? -dijo ella sorprendida-. No, ha debido ser otra.
Volvio a estar sobrio al instante.
Lo comprendio todo. Era la endiablada de su hermana que se habia vengado de la forma mas cruel que el podia imaginar. ?Como diablos habia podido ser tan jodidamente tonto! Salio corriendo del local. Corrio todo el camino hasta casa y no se detuvo hasta que se metio entre las sabanas.
Se quedo en casa una semana sin ir a la escuela. Su madre estaba preocupada; los peces del acuario morian uno tras otro debido a la falta de cuidados. Finalmente el profesor encargado de su curso llamo para saber como se encontraba y si padecia una pulmonia.
Al noveno dia llamaron a la puerta. Su madre no estaba en casa, de modo que el mismo abrio.
Era Inger.
El se quedo mudo.
– Mi hermano me ha contado lo que ha pasado. Estuvo muy mal. Yo no tenia ni idea. Te busque en la escuela toda la semana pasada y finalmente alguien me dijo que estabas muy enfermo. ?Como estas?
– Bien.
– ?Puedo pasar?
Lo que mas tarde recordaria con mayor nitidez era que la habitacion olia a cerrado y que habia dos peces muertos flotando en el acuario. Su cama estaba sin hacer. Recordaba que no hablaron mucho pero no podia recordar como finalmente acabaron en su cama, ni como ella se las habia ingeniado para desnudarlo. Se habia quedado totalmente paralizado; fue solo cuando ella se levanto y se vistio que el comprendio que habian hecho el amor.
– Sera nuestro secreto -dijo ella.
En el mismo instante que ella abandono la habitacion el supo que nunca mas se volverian a encontrar.
Tendrian que pasar ocho anos antes de que su amor se apagara.
Se habia preguntado muchas veces durante estos anos que fue lo que la movio a hacer lo que hizo ese dia. El tuvo que despertar en ella una especie de instinto de proteccion y ella debio de comprender que esa era la unica salvacion posible para el.
Cuando su hermana regreso a casa esa tarde el esbozo una amplia sonrisa y le pregunto si habia tenido un buen dia.
Se habia convertido en un hombre.
11
El reloj marcaba mas de las dos cuando entro en la oficina de Lundberg. De camino se habia procurado una buena comida.
Llevaba el cuadro bajo el brazo. Lundberg volvio la cabeza en senal de desagrado cuando Peter retiro el papel. Las rosas chillonas y el marco dorado desentonaban con el entorno.
– En realidad, no se de que pared colgarlo -dijo Lundberg y sonrio de medio lado-. Quiza se lo deberia dar a Katerina como agradecimiento. Sin duda alegraria su piso.
Peter no respondio. En cambio, hablo sobre los resultados de los analisis de su hermana.
Lundberg escucho atento y suspiro aliviado al saber que la mujer no podia estar embarazada. Cuando Peter callo, Lundberg permanecio sentado en silencio como si intentara digerir toda la informacion.
– ?Ha tenido sifilis, por casualidad? -pregunto Peter y alzo la vista al techo-. Me refiero a que quiza la hubiese contagiado.
Lundberg nego con la cabeza.
– No, que yo sepa. ?No deberia haberlo notado?
– No lo se -contesto el sinceramente-. Supongo. Quiza podria hacerse unos analisis por si ella es alguno de sus… contactos esporadicos. Al parecer ha podido padecer esa enfermedad durante unos veinte anos.
Lundberg resoplo pesadamente.
– Si, eso es realmente lo que mas me apetece despues de cuatro anos de celibato. Tendre que llamar a la clinica Sophiahemmet. Tenia cierta costumbre de ir alli a humillarme.
Peter deseaba cambiar de tema.
– He hecho una lista de todo lo que sabemos sobre ella. Hasta ahora, claro -anadio, ya que la lista no era particularmente extensa. La leyo punto tras punto-: Mujer con grupo sanguineo O positivo; cerca de un metro setenta de altura; color de pelo desconocido; enferma de sifilis; estuvo en contacto con la sanidad publica alguna vez durante marzo de 1996 y le hicieron unos analisis de sangre pero no la trataron contra la enfermedad; buena posicion.
Lundberg arqueo las cejas.
– Estoy pensado en las flores y el cuadro. Han debido de costar bastante dinero.
No dijo nada de las mil coronas que el mismo habia recibido.
Lundberg asintio. Se puso de pie y se acerco al ventanal.
– Tambien puede anadir que solo tiene nueve dedos en los pies.
Escribio eso obedientemente en la lista, sin darse cuenta de que Lundberg bromeaba.
– ?Que piensa hacer ahora? -pregunto Lundberg.
– Realmente no lo se -respondio-. Espero que la lista del laboratorio de mi hermana que llega manana nos proporcione alguna pista.
Si era sincero no tenia ni idea de que iba hacer a continuacion.
– ?Ha pensado en mi proposicion?
Peter sabia que se referia a la invitacion de ir a vivir unos dias a Saltsjo-Duvnas. Recordo el miedo que sintio en el garaje y no tuvo ganas de pasar de nuevo por eso. A pesar de todo, se sentia mas seguro en su propio piso.
– Esta noche no me viene bien -contesto-. Tengo invitados. Mi oferta sigue en pie -dijo Lundberg.
Volvio a casa andando. Hacia frio pero era agradable. Se sentia mejor que en mucho tiempo. Los inesperados acontecimientos de los ultimos dias habian sido como marcharse de vacaciones y abandonar la vida monotona y trivial de Peter Brolin. De repente habia alguien que lo necesitaba y creia en el; no podia recordar cuando habia tenido esa sensacion por ultima vez. Le producia un sentimiento de agradecimiento y una justificacion a su vida; la motivacion para intentar ayudar a Lundberg era tan fuerte que nunca antes habia experimentado nada parecido.
Tenia una especie de sentimiento de inferioridad congenito y, como la mayoria de personas que transmiten esa sensacion, asi era tratado. Si el no creia en si mismo, tampoco podia pedir que otros lo hicieran. Con los anos se habia acostumbrado a ser siempre el ultimo de la fila y contentarse con lo que no valia para los demas. Como