Lundberg agito la cabeza como si el tampoco creyera lo que escuchaba.
– Muy bien -dijo-. Si es eso lo que quieren nosotros mismos tendremos que concluir esta investigacion. Hasta ahora nos ha ido bien sin ellos. ?Donde vive?
El cerebro de Peter se dividio en dos. Sabia que Lundberg se volveria loco si le contaba que Andersson le habia prohibido categoricamente ir alli, pero entonces quedaria claro que ella, una vez mas, habia conseguido someterle. Por otra parte deberia informar a Olof de que podria haber represalias si hacian caso omiso de su prohibicion.
Lundberg ya habia comenzado a dirigirse hacia la puerta y Peter dejo con desagrado que este ultimo pensamiento quedara impronunciado.
Le pidieron al taxista que parara delante del numero 11. Lundberg pago mientras Peter se apeaba. Intento hacerse tan invisible como fuera posible, pero evidentemente no lo consiguio pues Ahmed saco la cabeza por el estanco y grito:
– ?Hola de nuevo! ?Esta mejor?
– Si, gracias -contesto y le volvio la espalda para indicar que la conversacion habia finalizado.
Lundberg les miro dubitativo a el y a Ahmed, pero Peter se mantuvo indiferente.
Se encamino hacia el portal y blasfemo al descubrir que se necesitaba un codigo para entrar. Por pura irritacion tiro de la puerta.
Estaba abierta.
Peter recordo que esto ya le habia sucedido y oyo sonar una senal de alarma.
Lundberg no lo dudo un segundo y empezo a subir los escalones de dos en dos con decision. Peter se mantuvo un par de pasos detras. Solo pensar que pronto la encontraria hizo que el corazon comenzara a latir apresuradamente.
Lundberg llamo a la puerta.
No paso nada.
Espero un rato y volvio a llamar con una senal larga e insistente pero la puerta permanecio cerrada. Al final sujeto el picaporte. Peter intento detenerlo pero era demasiado tarde. La puerta estaba ahora abierta de par en par.
– Olof, vamonos -dijo el-. Andersson fue muy clara cuando dijo que ella misma queria encargarse de esto.
Lundberg sonrio y entro en el recibidor.
– ?Hola! -grito.
Ninguna respuesta.
Peter se acerco a la puerta pero se detuvo antes de entrar. Lundberg dio un paso y entro en el piso.
El recibidor era pequeno y estaba lleno de zapatos y abrigos. En el suelo estaba el bolso de la diabla y eso fue suficiente para Peter. Ahora se sentia mal de verdad.
– ?Hay alguien ahi? -grito Lundberg.
Ninguna respuesta.
– Ven, Olof, vamonos. Podemos esperarla abajo en la calle. No estoy seguro de que esto sea legal del todo. Ven.
Lundberg se dio la vuelta y lo miro sorprendido.
– ?Y desde cuando eso es tan importante para ti? -dijo con una sonrisa torcida y se adentro en el piso. Con esto desaparecio de la vista de Peter.
– Ademas, ella tampoco ha predicado con el ejemplo -prosiguio Lundberg.
Era desagradable estar en el rellano de la escalera, pero parecia aun peor meterse en el piso. Sentia una gran necesidad de estar informado de posibles ruidos en la escalera.
– Por lo menos esta claro que nos encontramos en el sitio correcto -oyo gritar a Lundberg desde el interior del piso-. ?Ven a ver!
Dudo.
Finalmente cruzo el vano de la puerta y despues de reprimir el instinto de quitarse los zapatos entro en el piso.
Este se componia de una habitacion y una cocina, Lundberg estaba apoyado sobre la mesa del dormitorio- cuarto de estar. Cuando Peter entro sostenia un monton de sobres rosa con la mano izquierda y con la derecha senalaba a una fotografia que estaba prendida con alfileres sobre la cama hecha. Peter dedujo que la fotografia debia de tener por lo menos diez anos y representaba a Lundberg con el torso desnudo y sonriendo sobre un soleado muelle.
– Debio de cogerla cuando entro en casa. Es de una conferencia que tuvimos en la agencia hace unos anos.
Peter miro a su alrededor.
Aparte de la bolsa de plastico tirada en el suelo en la habitacion reinaba una pulcritud aseptica. Las paredes estaban pintadas de blanco y no habia cuadros; todos los articulos y muebles de la habitacion le recordaban a un hospital o centro de salud. Si no se tenia en cuenta la fotografia de Lundberg, en la habitacion no habia ni un solo objeto personal. Hasta las cortinas parecian sacadas de una sala de espera.
Peter se acerco a la bolsa de plastico y levanto una de sus esquinas.
– Aqui tenemos la prueba del acto de anoche -dijo.
Lundberg se acerco y observo los cuatro aerosoles de pintura.
– ?Vaya sitio! -dijo el-. ?Que diablos puede ver en mi? ?Si fuese mas joven y estuviese menos cansado me pareceria un insulto!
Entraron en la cocina. Ahi reinaba el mismo obsesivo orden que en el cuarto de estar. Ni siquiera habia una gota de agua en el fregadero.
De repente se oyeron voces en la escalera.
Lundberg se quedo de piedra pero Peter fue presa del panico.
En un acto de instinto de supervivencia corrio al recibidor y abrio lo que supuso era el cuarto de bano. Entro y cerro la puerta.
Le envolvia la oscuridad. Un ventilador zumbaba en algun lugar detras de el y ahogaba todos los ruidos del apartamento. Comenzo a buscar a tientas el interruptor de la luz. No lo pudo encontrar en ese lado de la puerta y siguio a tientas en la oscuridad. Pudo distinguir el lavabo y dio un paso atras. Algo pesado y suave reboto contra el y retrocedio ante su peso. Se dio media vuelta. Era una especie de tela aspera; la recorrio con la mano y noto que algo suave y blando colgaba al final, su cerebro instintivamente le ordeno soltarla.
En aquel mismo instante comprendio de que se trataba.
Una mano.
Alguien golpeaba la puerta; por fin encontro el interruptor y encendio la luz.
A diez centimetros del rostro de Peter la diabla colgaba de una cuerda atada a un gancho del techo.
Se lanzo sobre la puerta e intento abrir el cerrojo, pero las manos no querian obedecerle. En un instante su vision se transformo en un tunel y el zumbido en la cabeza fue ensordecedor. Oyo que gritaba. Golpeo la puerta con los punos; en ese mismo instante esta se abrio y cayo de bruces en el recibidor a los pies de Lundberg.
– ?Joder! -oyo exclamar a Lundberg.
Al segundo siguiente estaba en cuclillas a su lado y le pedia que tratara de respirar con calma. Aun conservaba en la mano el cuchillo con el que habia abierto el cerrojo del cuarto de bano.
– Tenemos que llamar a la policia -prosiguio.
La respiracion de Peter estaba ahora totalmente descontrolada y comenzaba a sentir punzadas en las manos y en los pies. Le temblaba todo el cuerpo pero intento agitar la cabeza.
– No podemos -consiguio articular.
Intento respirar hondo.
– Andersson fue muy firme cuando dijo que no podiamos venir aqui. Quiza me olvide decirtelo.
Lundberg se puso de pie y estaba claro que intentaba pensar.
– Tenemos que irnos de aqui -dijo finalmente.
Se guardo el cuchillo de cocina en el bolsillo de la chaqueta e intento ayudar a incorporarse a Peter. Lundberg lo cogio por los hombros y entreabrio cuidadosamente la puerta; se aseguro de que no hubiera moros en la costa.