respirar aun mas vivamente y, sin embargo, parecia que se iba a asfixiar. No recibia oxigeno.

Luego llegaban los pinchazos. Comenzaban en las manos y en los pies y subian por brazos y piernas. Le resultaba mas y mas dificil moverse.

La audicion cambiaba. Cada pequeno sonido parecia un disparo que penetraba en su interior. Un zumbido completamente ensordecedor resonaba en sus oidos; una vez llegado a este punto el terror se habia apoderado completamente de el. Entonces solo le importaba intentar sobrevivir. Y era entonces, como un ultimo horror diabolico, cuando la vista solia fallarle. El campo de vision se reducia a un tunel y la pequena abertura que quedaba era borrosa como un cristal sucio, con la unica diferencia que esta suciedad se movia. Bullia como millones de pequenas hormigas grises que hacian todo lo posible por volverle loco.

La perdida de la vision en una situacion ya tan expuesta era terrible. El habitual control sobre el cuerpo habia dejado de funcionar y otra cosa iba tomado el mando. Una enorme oscuridad pretendia escapar de su interior y su cuerpo intentaba vencerla por todos los medios.

Si la dejaba salir sabia que estaria perdido. Le embargaba una absoluta tristeza que se introducia en cada celula de su cuerpo y hacia todo lo posible por intentar convencerle de que no tenia sentido luchar. Dejame, gritaba. ?Rindete! ?Que puedes perder?

El dolor era indescriptible. Despues de cada ataque se sorprendia de que no hubiese heridas visibles. Un cardenal por lo menos.

Habia leido una serie de libros sobre medicina para intentar comprender que le sucedia. Despues de dar muchas vueltas por la biblioteca y de leer muchas paginas encontro en un libro un capitulo sobre los ataques de ansiedad. Habia encontrado lo que buscaba. La descripcion era tan exacta que el mismo podia haber escrito el capitulo, pero las simples palabras «ataque de ansiedad» le hicieron cerrar el libro; la verguenza sobre su total falta de control sobre si mismo excluia por completo la busqueda de ayuda.

No le parecia una buena alternativa llamar a urgencias psiquiatricas. No podia ni siquiera imaginar como empezaria esa conversacion. Deseo que el medico del ambulatorio hubiese comprendido cual era su dolencia pero el mismo se dio cuenta de que habia dado muy pocas pistas.

Asi que cada dia que pasaba se volvia mas asustado e inseguro, y a raiz de la notificacion de la desaparicion del dinero del IVA tuvo una crisis aguda.

Se quedo completamente paralizado.

El telefono sono. Dudo. Ultimamente le costaba contestar. Habia pensado comprar un identificador de llamadas pero, como todo lo demas, la idea se habia quedado en el aire. Miro el reloj. Eran casi las seis y media, de modo que no podia ser el banco. Respiro hondo y cogio el auricular.

– Si, digame.

– ?Es Peter Dahlin?

Reconocio inmediatamente la voz de Lundberg. Sonaba agitada.

– Si, mas o menos -respondio el y sintio que no tenia fuerzas para corregirle acerca del apellido. Comenzaba a tener una cierta practica en someterse a otros.

– Tiene que venir. Estoy en casa. Yo le pago el taxi. ?Ha estado aqui! ?Dentro de casa!

5

Un cuarto de hora despues Peter estaba sentado en un taxi camino de la direccion de Saltsjo-Duvnas que habia garabateado apresuradamente.

El taxi giro en una calle con grandes chalets a ambos lados. Ahi no vivia un Svensson cualquiera, eso estaba perfectamente claro. La calle estaba bordeada de bolsas que esperaban la siguiente recogida de papel para reciclar; el taxista paso esquivando habilidosamente los montones cubiertos de nieve.

Al final de la calle habia un pequeno camino entre la maleza. Una senal de trafico indicaba que era una zona privada y que las personas ajenas a la propiedad no podian pasar. El camino era preocupantemente empinado en esa epoca del ano, pero habian limpiado la nieve y esparcido arena.

El vehiculo se detuvo junto a una casa en lo alto de la pequena colina. La puerta de la calle se abrio y Lundberg salio a la escalera. Miro a su alrededor, luego se acerco y pago al taxista como habia prometido.

La casa tenia un estilo completamente distinto a los chalets situados en la calle de abajo. Era baja y alargada, como un pequeno establo, pero en el centro del cuerpo de la casa habian levantado dos plantas. Parecia premeditadamente modesta; no habia ninguna duda de que el arquitecto habia planeado minuciosamente cada detalle de modo que el visitante pensara precisamente eso.

– Gracias por venir tan rapidamente -dijo Lundberg y miro a su alrededor como si se avergonzase de su dependencia.

Peter asintio.

Entraron en la casa sin decir nada mas. Si la casa parecia modesta por fuera el interior era de lo mas lujoso. El vestibulo se abria hacia un enorme salon de techo alto; una enorme ventana panoramica mostraba la mayor parte de la bahia de Duvnas y seguramente muchas mas cosas que no se podian ver en la oscuridad. A la derecha la habitacion continuaba hacia una cocina de la que la separaba una barra de bar.

Lundberg se dirigio hacia lo que Peter penso que debia de ser un antiguo armario chino que resulto ocultar cualquier bebida alcoholica que uno pudiera desear. Sirvio sin preguntar dos grandes vasos de whisky sin hielo y le entrego uno a Peter. A Peter nunca le habia gustado mucho la bebida pero no solia decir que no a un buen whisky.

Lundberg se sento en el sofa. El se dirigio hacia la ventana y admiro la vista. No se podia ver la casa que probablemente debia de haber entre el jardin de Lundberg y el agua, lo que daba al espectador la impresion de encontrarse completamente solo junto al mar. Se sorprendio de que Lundberg no hubiese puesto cortinas para poder correrlas cuando fuera necesario, ya que lo que se podia ver desde dentro tambien se veia desde fuera. No era dificil establecer un paralelismo con la exposicion de un pez en un acuario.

De nuevo noto la tranquilidad que le transmitia la presencia de Lundberg. Hacia mucho tiempo que no se sentia tan relajado en una habitacion junto a otra persona. Quiza el claro desequilibrio que sufria Lundberg debido a la agobiante situacion y su terror casi palpable hacian que Peter se llenara de esa fuerza que ambos necesitaban. Habia un acuerdo implicito entre ellos; el tenia que hacerse cargo de la situacion cuando Lundberg flaquease. Peter dio la bienvenida a esa inesperada fuerza y a la motivacion que significaba.

Esbozo una mueca de desagrado al probar el whisky.

– Es un whisky de malta de treinta anos -dijo Lundberg que habia visto la mueca-. Si uno se lo puede permitir… Sabe a viejo embarcadero pero uno se acaba acostumbrando.

Peter comprendio que era un intento de reirse de si mismo; estaba bastante seguro de que Lundberg ultimamente habia conocido una serie de facetas de si mismo que no sabia que existian.

– Llame a la policia y han estado aqui buscando en la casa. Una ventana que no tiene alarma estaba entornada.

Cabeceo hacia el pasillo que conducia a la parte izquierda del edificio.

– No estaba forzada, de modo que no pudo entrar por ahi, pero sacaron la conclusion de que si habia salido.

– Ahora por lo menos tomaran la denuncia en serio. ?No hay algo que se llama allanamiento de morada? - pregunto Peter.

Lundberg sonrio.

– Por lo que se no han robado nada. ?Que prioridad piensa usted que la policia le da a una ventana entornada cuando la mitad de los habitantes menores de veinte anos de esta jodida ciudad tienen como mision intentar matarse entre si cada viernes por la noche?

Peter sonrio con la comisura de los labios.

– ?Entonces como sabe que ella ha estado aqui?

Lundberg le dio un buen trago al whisky y resoplo.

– Porque toda mi ropa interior estaba tirada en el dormitorio y todos los albumes con las fotos desde mi

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