utilizo una doladera o hacha de tonelero para separar la cabeza del cuerpo, para lo cual hubo de descargar hasta treinta y seis golpes. El condenado gimio hasta el golpe vigesimo...
Un silencio de muerte acogio aquel espantoso relato. Madame de Bure se llevo precipitadamente a Elisabeth, que estaba a punto de desmayarse. Luego Francois pregunto con un hilo de voz:
—?Y los demas?
—Madame de Chevreuse esta desterrada en su castillo de Dampierre, bajo la custodia de su esposo. En cuanto a los conjurados, aquellos cuyo nombre no ha sido revelado no se atreven a rechistar, y los demas se han dado a la fuga hace mucho tiempo. Monsieur se ha casado con Mademoiselle de Montpensier
—?Y despedazado por cuatro caballos como Salcede o Ravaillac? —exclamo indignado Monsieur d'Estrades—. ?Verdaderamente Richelieu es hoy mas rey que el rey!
La cena fue triste. Todos seguian sobrecogidos por la terrible historia, cuyo protagonista tomaba en su imaginacion los rasgos de Cesar y de Alexandre. El principe de Chalais era un gran senor, y su fin tenia que horrorizar a los Vendome. Mas aun por cuanto, en aquella delirante conspiracion, era culpable sobre todo de haber amado hasta la locura a una mujer bonita de la que unicamente habia sido instrumento. Sin embargo Madame de Chevreuse, a pesar de que el rey la odiaba, escapaba unicamente con una orden de destierro en las tierras de su marido y bajo la guarda de este. Teniendo en cuenta que siempre lo habia manejado a su antojo, no era dificil adivinar que las cadenas que la sujetaban no iban a resultar demasiado pesadas...
—El rey ha querido dar un castigo ejemplar —concluyo Philippe de Cospean—. Solo nos queda confiar en que sea el unico.
A pesar de su fatiga, aquella misma noche Madame de Vendome mantuvo una conversacion privada con su escudero, y escucho con atencion el relato del drama de La Ferriere y lo que habia ocurrido despues.
—Habeis corrido peligros muy grandes, amigo mio —le dijo ella, al terminar—. Os lo agradezco, pero supongo que postrado en el lecho habeis tenido tiempo de reflexionar sobre esta triste historia. Me cuesta creer que hayan podido querer la muerte de una familia tan honorable. En lo que respecta al verdugo de Madame de Valaines, es patente el movil de la venganza, pero ?por que matar a los ninos?
—Para que no haya herederos, senora. Supongo que alguien codiciaba el castillo y sus posesiones. Tal vez ese La Ferriere, que fue uno de los asesinos y que, curiosamente, tiene el mismo nombre.
—Pero hay una heredera, puesto que mi hijo salvo a la pequena Sylvie y vos os hicisteis con los documentos del castillo. Y si esas personas no encontraron las famosas cartas...
—Eso no lo sabemos, senora duquesa. En cambio, lo que si es seguro es que la pequena Sylvie correria un grave peligro si alguno de los asesinos llegara a saber que sigue viva. Es necesario ocultarla.
La duquesa alzo una ceja inquisitiva.
—?En que estais pensando, en un convento? Dios sabe que venero a las santas virgenes que viven en ellos, pero nunca se sabe quien se esconde bajo un habito monacal, ni, sobre todo, quien es pariente de quien. Puede resultar muy peligroso.
—Inscribidla con un nombre falso.
—No me gusta la idea, aunque es cierto que el convento parece el lugar mas indicado para ella. Esta lejos de ser tan bonita como su madre. Con todo, es encantadora, carinosa... ?y tan pequena! Tendre que pensar con mas calma en este asunto. Pero, volviendo a las cartas que buscaban esas personas, ?no es posible que estuvieran en posesion del baron de Valaines y que su mujer lo ignorara?
—?Pensais que tambien el habria podido ir a registrar el aposento de la Galigai despues del paso de su prometida? Chiara era joven y sin duda le asustaron un poco todos los instrumentos de brujeria que abarrotaban las habitaciones de Leonora. Valaines, mucho mas sereno y reflexivo, pudo encontrarlas y, sabedor de su importancia, limitarse a guardarlas sin decir nada. ?Que pensais?
—Que le habrian proporcionado un buen seguro contra la volubilidad y la ingratitud de la reina Maria. Despues, unicamente tenia que apresurar la boda.
—Todo eso es posible, en efecto... A proposito, ?puedo preguntaros si nos detendremos en Anet de regreso a Paris?
—Si. ?Por que?
—Con vuestro permiso, senora duquesa, me gustaria volver a La Ferriere y hacer una nueva visita a la libreria.
—Obrad como mejor os parezca.
Al salir de Vendome, el dia siguiente por la manana, nadie entendia por que era tan dificil conseguir que Sylvie se estuviese quieta. La nina, con la mitad del cuerpo asomado por las ventanillas del carruaje,[12] se esforzaba por ver el mayor tiempo posible la torre de Poitiers, su enemiga, una enemiga a la que esperaba vencer algun dia. Solamente cuando la torre hubo desaparecido detras de una loma, se dejo caer sobre los almohadones con un suspiro de satisfaccion. Elisabeth le pidio una explicacion, pero ella se limito a sonreirle, cerro los ojos y, acurrucada como un gatito, se durmio con toda la naturalidad del mundo.
Al llegar a Anet, Perceval de Raguenel apenas se concedio un poco de tiempo para refrescarse; busco las llaves de La Ferriere, eligio un caballo fresco, silbo a Corentin de la forma que habian convenido entre ellos hacia ya mucho tiempo —un silbido largo, uno corto, uno largo— y se encamino al pequeno castillo. Era media tarde, y pensaba que dispondria de tiempo suficiente para registrar la libreria, incluso aunque tuviese que pasar la noche en ella.
Esperaban profanar el silencio y la soledad que siguen a las grandes tragedias, pero encontraron abiertas las puertas de La Ferriere y el lugar lleno de actividad: estaban haciendo limpieza, arrancando las hierbas del patio y aireando los colchones, algunos de los cuales asomaban por las ventanas.
Dado que las llaves estaban en su posesion, Raguenel se dirigia ya a pedir explicaciones a dos hombres vestidos de uniforme gris, con el jubon abierto sobre la camisa, y que paseaban sin prisa charlando entre ellos, cuando Corentin le retuvo asiendo la brida del caballo con mano firme: un tercero acababa de aparecer procedente del jardin. No era otro que el guardia del cardenal que habia ido al albergue de Limours a pagar a los hermanos Mascahierro.
—Algo me dice que vais a cometer una imprudencia —susurro el criado.
—Pero tengo que enterarme de lo que ocurre —gruno Perceval, que habia palidecido.
—Intentaremos informarnos, pero sin alboroto. Es preferible no llamar la atencion.
Asi pues, dieron la vuelta y guiaron sus caballos hacia la aldea, pero no habian dado mas de cinco pasos en esa direccion cuando vieron al viejo que les habia informado la vez anterior, detras del mismo arbol. Debia de tener buena memoria porque no intento escapar sino que, al contrario, se acerco a su encuentro.
—?Todavia estas aqui? —dijo Raguenel—. ?Es que te has venido a vivir?
—No, pero es un buen sitio para ver cosas...
—En ese caso quiza puedas informarme. ?Quienes son esas personas del castillo?
—El nuevo dueno y unos amigos suyos...
—?Como el nuevo dueno? ?Quien le ha permitido entrar?
—Nuestro sire, el rey, al parecer. Es el senor de La Ferriere y dice que el lugar pertenecio en otro tiempo a sus antepasados. Asi pues, como ahora no queda nadie, el rey se lo ha dado. Parece que es primo de los infelices que murieron aqui... y ademas, segun dice, ha prestado un gran servicio a monsenor el cardenal. Y como monsenor el cardenal y el rey son uno y lo mismo...
Perceval no pregunto mas. Habia comprendido:
—?Vamos, Corentin! Nos volvemos. ?Muchas gracias, amigo! —anadio, y lanzo al anciano una moneda de plata.
—Pero bueno, ?que significa todo esto? —pregunto Corentin cuando estuvieron de nuevo en el bosque.
—Muy sencillo. Significa que la matanza no fue inutil, que han encontrado las cartas y que el cardenal no es un ingrato.
Eso fue lo que repitio a Madame de Vendome a su regreso a Anet. La duquesa torcio el gesto y dijo:
—?De modo que Richelieu coloca a uno de sus hombres a nuestra puerta? No me gusta nada. Podria