derecho a ser ella misma, al resguardo de los espias del cardenal. Puede recibir a quien quiera, preferentemente de noche, y sobre todo ponerse al dia en la correspondencia que mantiene con su hermano el cardenal-infante, con Madame de Chevreuse, su amiga exiliada, y con varias personas mas. Algo que en el Louvre es imposible.

—Sin embargo, es facil entrar y salir a voluntad.

—Cuando se es doncella de honor y porque, en principio, eso no tiene consecuencias, pero hay ojos en todas partes, y todos estan fijos en la reina.

—?Y aqui? ?Son ciegas las monjas?

—No ven mas que lo que se les quiere mostrar... es decir, nada. Nuestra situacion tiene la ventaja de que nos encontramos en el interior de la clausura del convento, y al mismo tiempo tenemos autonomia. Solo esta al corriente la madre de Saint-Etienne, y hace de forma que sus hijas ignoren lo que ocurre en el pabellon. Si no fuera asi, seria imposible recibir mensajeros y enviarlos...

—?Mensajeros?

—Si. El portillo abierto en el muro del jardin y disimulado con hiedra permite todas las idas y venidas. ?Ahora, al trabajo! Voy a ensenaros a cifrar un mensaje.

Sylvie cayo entonces de su nube, pero hubo de acabar por rendirse a la evidencia: la correspondencia de la reina con sus amigos del exterior no tenia nada de inocente, y los «asuntos de familia» que se trataban en las cartas a los hermanos de Ana de Austria, el rey de Espana y el cardenal-infante, constituian un delito de alta traicion: se explicaba en ellas, en lenguaje cifrado, todo lo que Ana podia averiguar sobre los proyectos, incluidos los militares, del rey y de su ministro. Por anadidura, si era normal escribir a sus hermanos, no lo era tanto hacerlo con el antiguo embajador de Espana en Francia, el conde de Mirabel, expulsado por Richelieu del pais e instalado en Bruselas, y no unido a ella por ningun lazo de parentesco. Finalmente, tambien figuraba Inglaterra, por la intermediacion de un antiguo servidor del querido Buckingham, llamado Auger, secretario en la actualidad del embajador ingles.

El papel desempenado por La Porte en esas actividades era primordial. A traves de el se introducia todo el material —tintas simpaticas al limon y otras—, que naturalmente no guardaba en el Louvre, sino en una pequena vivienda que ocupaba en el palacio de Chevreuse, Rue Saint-Thomas-du-Louvre, del que su hermano era guardian. Ademas era el quien hacia llegar a los diferentes intermediarios, gentilhombres ferozmente hostiles a Richelieu o clerigos a sueldo de la muy catolica Espana, las cartas escritas de propia mano por la reina.

Sylvie hablaba y escribia el espanol. Le encargaron transcribir con ayuda de una plantilla algunos mensajes no demasiado comprometedores. Ella lo hizo, pero no sin sentir una inquietud que confio a Hautefort:

—?No estamos corriendo grandes riesgos? Si los espias del cardenal supieran el menor detalle de lo que esta ocurriendo aqui, podriamos encontrarnos en la Bastilla, y la propia reina...

—?Teneis miedo?

—?Yo? ?De que, Dios mio? —repuso Sylvie con tristeza, al pensar en el frasquito de veneno que habia conseguido esconder en su habitacion del Louvre.

—A vuestra edad y con vuestro encanto, teneis derecho a esperar de la vida otra cosa que los muros de una prision.

—Lo mismo puedo deciros a vos.

La Aurora alzo su hermosa cabeza coronada por una masa de cabellos rubios, y esbozo una sonrisa llena de orgullo.

—Quiza, pero yo amo a la reina y estoy dispuesta a servirla incluso en un calabozo. Al que, por lo demas, ella nunca iria. El rey se contentaria con repudiarla, que es lo que esta deseando.

—Pero ?por que actua ella de esa manera? Es, perdonadme, algo indigno de una reina de Francia.

—?No os equivoqueis, gatita! Lo que hacemos aqui no esta dirigido contra el rey ni contra Francia. Si Espana consigue una gran victoria, el rey se vera obligado a despedir a Richelieu. Y las consecuencias seran mas graves aun si conseguimos llevar la duda a su espiritu.

—?La duda? ?Esperais hacer pasar por traidor a Richelieu?

—?Por que no? Madame de Chevreuse, que desde su provincia lleva a cabo un trabajo ingente, nos ha encontrado a un falsificador admirable, del que solo falta asegurarnos de su lealtad. Y creedme, cuando caiga la sotana roja, el pueblo al que aplasta con impuestos bailara de alegria y ayudara a sus senores a reconstruir las fortalezas cuyas torres y murallas estan siendo derribadas por orden del cardenal. El propio rey sera mas feliz cuando se deshaga de una ferula que le resulta muy pesada, creedme. Podremos hacer regresar a la reina madre, que vive de la caridad del obispo de Colonia...

El alegato era bello, y Sylvie demasiado novicia en los enmaranados asuntos de la corte para sentir la necesidad de ver con mas claridad en ellos, ocupada como estaba con sus propios tormentos. Despues de todo, habia jurado servir a la reina, y la serviria hasta el final.

La primera noche, como La Porte habia sido enviado a reunirse con uno de los intermediarios y Hautefort trabajaba en una descodificacion dificil, fue Sylvie la que quedo de guardia en la puerta del jardin, despues de que le explicaran su mecanismo. Debia abrir al recibir determinada senal. La noche era templada y la joven guardiana no corria el riesgo de pasar frio. Incluso encontro algun placer en contemplar las estrellas al tiempo que respiraba las fragancias de los parterres en que rosas y peonias empezaban a abrirse, y la madreselva y el espino blanco a exhalar su delicado perfume. Un lugar ideal para sonar con el amor cuando se tienen quince anos, pero el hombre embozado al que abrio ya cerca de la medianoche no poseia ninguna cualidad susceptible de alimentar ese ensueno: olia a sudor, a caballo y cuero recalentado. No por ello dejo Sylvie de acompanarlo al salon. Alli, el sostuvo con la reina una larga conversacion en voz baja, y despues fue confiado de nuevo a la compania de la joven, que le hizo salir por el mismo lugar.

—Manana por la noche tendreis que volver a montar la guardia —le dijo Marie—. Acaban de anunciarnos a alguien mucho mas importante... No os molestara demasiado, espero.

—Con este tiempo es un placer, ?y es tan hermoso el jardin!

Por toda respuesta, la joven dama acaricio suavemente la mejilla de su companera.

—Decididamente, os quiero mucho —dijo.

En efecto, al dia siguiente, cuando acababan de sonar diez campanadas en la capilla de la abadia, cuya cupula aparecia iluminada por la luna, un nuevo visitante anuncio su llegada. Sylvie descubrio en el umbral una silueta masculina de buena estatura envuelta hasta los ojos en una capa negra, y con un sombrero sin plumas del mismo color calado hasta las cejas. Pero en lugar de entrar rapidamente, el hombre se quedo parado en la puerta. Ella se impaciento:

—?Entrad, senor! ?Os esperan!

Esta vez entro, y mientras ella volvia a cerrar, se desprendio de su capa.

—?Dime que sueno, Sylvie! ?Acaso no eres tu?

Ella ahogo un grito bajo la presion de su puno cerrado.

—?Vos? ?Oh, no es posible!

—Se diria que esta noche a los dos nos cuesta creer en la realidad de las cosas —susurro Francois —. ?Que diablo haces aqui? ?Ahora te han convertido en portera?

Parecia muy enfadado, pero ella estaba demasiado asustada para advertirlo.

—Soy doncella de honor de la reina y hago lo que ella me ordena. Pero ese no es vuestro caso. ?Vos, en Paris, cuando os estan buscando por todas partes! ?Acaso estais loco?

El le tomo el menton entre dos dedos para alzarle el rostro. A la luz plateada de la luna, ella vio el brillo de sus dientes, descubiertos por una sonrisa.

—Di mejor que siempre hay en alguna parte alguien que me busca. En cuanto a lo de estar loco, sabes desde hace mucho tiempo a que atenerte, mi gatita. Pero, caramba, ?lloras?

—?Marchad, os lo suplico! ?Huid lo mas lejos posible!

—Es lo que voy a hacer enseguida. Ahora dejate de tonterias, preciosa. ?No dices que obedeces ordenes de la reina? ?Pues yo tambien, con la diferencia de que no me limito a esperarlas! Me gusta adelantarme a sus deseos.

Una cortina levantada en ese momento en el interior del pabellon dejo al trasluz la silueta de Mademoiselle de Hautefort.

—Haremos bien en ir —dijo Beaufort—. Nunca hay que hacer esperar a las damas.

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