Y corrio hacia la luz como un hombre que conoce el camino. Sylvie solo pudo recoger sus faldas y correr tras el. Llego al salon cuando el saludaba ya a la dama de compania:
—?Habeis reclutado a la gatita? No es mala idea. Bajo su apariencia fragil, es una persona muy decidida...
—?Y segura! Eso es lo importante. No disponemos de muchas alternativas entre las doncellas de honor. Ademas, habla y escribe el espanol tan bien como el conde-duque de Olivares, y mejor, en cualquier caso, que la reina de Espana...[22] ?Venid! Se os aguarda con impaciencia.
Con un dolor subito, Sylvie, todavia bajo el efecto de la emocion que habia sentido al ver a Francois, vio que lo llevaba hacia la escalera que conducia a la alcoba de la reina, mientras que el visitante de la vispera habia sido recibido en el salon. Se seco con rabia nuevas lagrimas, al pensar que el Val-de-Grace no era solo un centro de espionaje politico, sino tambien el lugar de citas de una naturaleza mas tierna. Una idea de la que se arrepintio enseguida: ?una cita en presencia de Mademoiselle de Hautefort, poseedora de la lengua mas afilada de toda la corte? Pero unos instantes despues, Mademoiselle de Hautefort volvio a bajar:
—Ya habeis trabajado bastante por esta noche, querida —dijo sin mirar a Sylvie, que se habia sentado cerca del fuego de la chimenea mas para quemar ciertos papeles que por necesidad de calor—. Id a acostaros. Yo misma acompanare al duque cuando salga.
La joven se levanto, pero no se movio de donde estaba y miro a su companera, que acabo por volverse hacia ella.
—?Y bien? ?No habeis oido? Os he dicho que fuerais a dormir, Sylvie.
—?Por que? —pregunto esta sin dar un paso.
Marie fruncio el entrecejo:
—?Que significa «por que»?
—Sois demasiado aguda para no haberlo comprendido, pero os lo aclarare: ?por que me habeis enviado a mi a abrir la puerta del jardin al visitante de esta noche?
—Ayer os desenvolvisteis muy bien.
—Ayer, vos estabais muy ocupada y La Porte estaba ausente. Esta noche, vos podiais encargaros de esa... tarea. Asi pues, repito: ?por que yo?
Hubo un silencio. Luego Marie se acerco y coloco sus manos sobre los fragiles hombros de la muchacha, que temblaban visiblemente.
—Tal vez para poner a prueba vuestra abnegacion, pequena... ?Os sentis mal? —pregunto con dulzura.
Medio sofocada por las lagrimas que retenia a duras penas, Sylvie sacudio la cabeza.
—Y en este momento me detestais —prosiguio Marie—, pero hacedme la justicia de reconocer que os previne, diciendoos que vuestro corazon estaria sujeto a tormentas muy fuertes, con el guapo Francois.
—?No es eso solamente! ?Temo por el! ?No sabeis que arriesga su cabeza al venir aqui?
—La arriesgamos todos: vos, yo, La Porte e incluso la abadesa. Creia que lo habiais comprendido.
—Lo he comprendido y lo he aceptado... pero con el, es distinto. Corre el rumor de un duelo en el que ha matado a su adversario por los bellos ojos de Madame de Montbazon, y en lugar de huir se presenta aqui, ?a las puertas del Paris, o del cardenal, que es decir lo mismo!
—?Donde habeis oido ese rumor?
Sylvie comprendio que, arrastrada por la angustia y el dolor, habia hablado demasiado. Esbozo un gesto de impotencia.
—Un rumor, ya os digo. Creo que fue Jeannette, mi camarera, quien lo oyo en el
—?Me dejais de una pieza! Me llegan muchas informaciones de diferentes amigos, y eso lo ignoraba... ?Y por que no me lo habeis contado antes?
—Pues bien, os lo cuento ahora. En cuanto a lo que pueda haber de veridico en ese chisme, no teneis mas que preguntarselo al senor de Beaufort, ahora que lo teneis al alcance. Buenas noches. Voy a acostarme, ya que asi me lo ordenais.
—No os he ordenado nada en absoluto. Era un simple consejo. El tiempo corre mas deprisa cuando se duerme, y manana lo que ha ocurrido esta noche no sera mas que un mal sueno...
—?Es facil para vos decir eso! ?Buenas noches!
Pero, una vez en su habitacion, Sylvie no se acosto. Queria esperar la salida de Francois y hablarle a solas. Eso era imposible bajo la mirada de halcon de Marie. La solucion era salir de la abadia y esperar a Francois en el exterior. Evidentemente, habria que buscar la forma de volver a entrar, pero no hacia tanto tiempo que Sylvie trepaba a los arboles del parque de Anet o de los bosques de Chenonceau: la hiedra del muro le ofreceria toda clase de apoyos. ?Solo faltaba llevar a la practica su proyecto!
Empezo por quitarse las enaguas que hinchaban su sencillo vestido de tela marron de Flandes, sin mas adorno que un cuello y manguitos blancos; y como, al faltarle el relleno interno, la falda resultaba un poco larga y podia estorbar sus movimientos, la alzo lo suficiente para dejar libres los pies sujetandola en las caderas mediante un cinturon fuerte de cuero; luego se quito los manguitos y el cuello, cuya blancura podia resultar demasiado visible, y finalmente se puso una capa corta con capuchon que disimularia bien su rostro, y unos guantes de cuero necesarios para agarrarse a las ramas de la hiedra: no era cuestion de aparecer al dia siguiente con las manos despellejadas y las unas rotas.
Asi equipada, salio por la ventana de la habitacion que daba al huerto y aterrizo sobre un sembrado de coles de las que se esforzo en no pisotear las cabezas redondas. Luego corrio a la puerta, la abrio, volvio a cerrarla y se encontro fuera de los muros, en una placita adornada por un calvario, en el otro lado de la cual se alzaba el noviciado de los Capuchinos. Sus ojos agudos inspeccionaron los alrededores: no habia ningun caballo a la vista. Francois, prudente por una vez, debia de haber venido a pie. Pero ?de donde?
Lo unico que podia hacer era esperar. La luna, aunque ya empezaba a declinar y jugaba al escondite con unas pequenas nubes, aun brillaba demasiado. De modo que, para evitar ser vista, Sylvie se acurruco entre la espesa hiedra que cubria el muro de la abadia.
La espera al fresco creciente de la noche le parecio interminable; acababan de sonar las dos en la capilla cuando finalmente reaparecio Francois. No estaba solo: lo acompanaba La Porte, armado hasta los dientes. Los dos hombres ascendieron juntos
La caminata tenia algo de irreal. Encerrada detras de sus torres redondas o puntiagudas y de sus almenas, Paris vivia su inquietante vida nocturna, iluminada por los rayos cada vez mas oblicuos de la luna. Solo rompian el silencio los gritos de los centinelas desde los muros, el eco de una cancion tabernaria en un cuerpo de guardia, los maullidos de los gatos en celo, el ladrido de un perro inquieto. Y Sylvie andaba y andaba...
Finalmente llegaron al Sena, cuya ancha cinta brillaba con un resplandor sordo de mercurio, y Sylvie comprendio por que no habian encontrado ningun caballo atado a un arbol o sujeto a una anilla cuando los dos hombres descendieron hasta la orilla y se separaron: habia alli una barca a la que Francois salto con un gesto de adios. Desesperada por no poderle hablar, ella abrio la boca para gritar, llamarle, pedirle que esperara y —?por que no?— la llevara con el, pero ya era demasiado tarde: impulsado por las largas pertigas de dos bateleros, el esquife se alejaba rapidamente a favor de la corriente... Agotada, Sylvie se dejo caer de rodillas, escondio el rostro entre las manos y se puso a llorar. Ni siquiera se dio cuenta de que La Porte, al emprender el camino de vuelta, pasaba a tres toesas[23] de ella sin verla.
Cuando volvio a la realidad y miro alrededor, estaba sola en un rincon oscuro flanqueado a un lado por la puerta de Nesle y la silueta siniestra de la antigua torre del mismo nombre, y al otro por los jardines y el magnifico palacio de la reina Margarita. Abandonado despues de la muerte de esta, el lugar se habia convertido en refugio de una fauna variopinta.
Sylvie se puso en pie trabajosamente y penso con desanimo que seria preciso rehacer todo el camino que