habia recorrido, y confiar en encontrar sin dificultad
Esta vez Sylvie, casi sin fuerzas, tardo un poco mas en levantarse. Acababa de ponerse de nuevo en pie cuando dos hombres salieron de entre las espesas sombras de la torre. Tambien ellos corrian, y a punto estuvieron de volver a derribarla, pero la vieron a tiempo:
—?Hay alguien! Una mujer, creo.
—Decid mejor una ramera. A estas horas, las mujeres honestas estan acostadas. ?Has visto huir a un hombre, muchacha?
—Quitad la pantalla a vuestra linterna, amigo mio. Al menos veremos que cara tiene.
Una luz amarillenta la deslumbro, pero para entonces ya sabia quien era el que habia hablado. Solo que la sorpresa habia sido tan grande que la dejo momentaneamente sin habla.
—?Tu, Sylvie? —exclamo Perceval de Raguenel en el colmo de la estupefaccion—. Pero ?que haces aqui y a semejante hora?
8
Las ideas de Mademoiselle de Hautefort
El companero de Perceval se acerco y Sylvie reconocio en el al hombre de la
—Pero ?y vos? ?Que haceis tan lejos de vuestra casa?
—Perseguimos a un criminal. La mala suerte ha querido que llegaramos justamente cuando acababa de cometer su crimen, y ademas se nos ha escapado...
—De haberlo sabido, me habria aferrado a su ropa: me ha tirado al suelo de un empujon, como habeis estado a punto de hacer vos.
—?Has visto su cara?
—?Y como, en esta oscuridad en la que no es posible distinguir ni siquiera a una persona? Solo he captado su olor. ?Puah, era espantoso! Suciedad, sudor y tambien cera caliente, cosa que no acabo de entender.
—Te lo explicare mas tarde. Lo que quiero saber es por que estas aqui. ?Quien te ha traido?
—Nadie. Seguia a alguien, eso es todo.
—?Desde el Louvre? —dijo Perceval senalando la orilla de enfrente—. ?Cruzando el Sena?
—No vengo del Louvre, pero no os dire nada mas. Por lo menos, no ahora —se corrigio.
Su mirada estaba fija en Renaudot, y Raguenel comprendio lo que queria decir: su amigo era, de forma publica y notoria, adicto al rey y al cardenal, de quienes se decia que incluso escribian en su publicacion. Por mas que fuera el mejor hombre del mundo —?y Perceval estaba seguro de ello!—, amaba demasiado su oficio y la investigacion de informaciones curiosas para no interesarse en lo que podia estar haciendo, a las tres de la madrugada, una doncella de honor de la reina a orillas del Sena, en un lugar donde no se encontraba mas que a marinos y a algunas muchachas dedicadas tanto a su servicio como al de una fauna menos respetable.
—?Como has venido?
—A pie y estoy muy cansada, de modo que me gustaria volver. ?Y vos?
—En barca desde la isla de la Cite. Mi amigo Theophraste tiene una siempre dispuesta para sus expediciones. Te llevaremos con nosotros.
—Gracias, padrino, pero no me viene bien. Idos sin mi, yo volvere sola...
Muy a su pesar, Renaudot comprendio que aquella extrana personita no estaba dispuesta a decir de donde venia y que Raguenel no permitiria que se marchara sola. Sobre todo, comprendio que el mismo estaba de mas.
—Lo mejor es que os deje, amigo mio.
—Iba a rogaroslo.
—Si me necesitais, sabeis donde encontrarme. Por lo demas, me asombraria que nuestro hombre vuelva a actuar esta noche, aunque haya echado a perder hasta cierto punto su obra: el sello es ilegible...
Unos instantes mas tarde, se perdia entre las densas sombras de la torre de Nesle y volvia a embarcar en el esquife que habia amarrado rio arriba. Sylvie y su padrino quedaron solos.
—?Me contaras ahora de donde vienes? —murmuro el—. Sera mejor que lo sepas enseguida, Sylvie, no te dejare sola hasta que estes en lugar seguro.
—Vengo del Val-de-Grace, y si os parece bien, regreso alli.
—?Tan lejos? ?Como has hecho todo este camino?
—Es facil: se pone un pie delante del otro, y asi sucesivamente.
—?No digas locuras! Debes de estar muerta de cansancio.
—Si, bastante. Sin embargo, tengo que volver... por mas que no tengo ningunas ganas.
Exhausta, se dejo caer al suelo y se puso a llorar con los grandes sollozos de una nina pequena... o de una mujer, cuando sus nervios, tensos hasta el extremo, acaban por ceder. Perceval se arrodillo a su lado:
—Solo una pregunta, pequena. ?A quien has seguido hasta aqui? Sabes que a mi puedes contarmelo todo.
La respuesta parecio llegar de las profundidades de la tierra.
—A Francois... y La Porte, que le ha acompanado hasta una barca. Se ha marchado por el rio. Esperaba poder hablarle... pero no ha sido posible porque estaba La Porte.
—Esperame aqui.
Perceval habia visto, a la entrada de la recien abierta Rue de Seine, la ensena de una casa de alquiler de caballos. Se empeno en despertar al amo, cosa nada facil porque el buen hombre tenia el sueno pesado, pero finalmente, despues de algunas palabras y del paso de varias monedas de su bolsa a la mano del chalan, consiguio un caballo por un precio razonable, tomo en sus brazos a una Sylvie todavia desconsolada para subirla a la grupa, y marcho al trote corto. Sylvie, con los brazos alrededor de la cintura de su padrino y la cabeza apoyada en su espalda, lloro a todo lo largo del camino. Perceval no le hizo mas preguntas. En primer lugar, porque era dificil charlar a lomos de un caballo al trote, y en segundo lugar, porque reflexionaba.
Eran las cuatro cuando llegaron a la vista del Val, y en los alrededores los gallos de todos los conventos hacian coro al del cura de Saint-Jacques-du-Haut-Pas. Sylvie, entonces, seco sus lagrimas y explico de que manera se proponia entrar.
—?Ahora una escalada? —gruno Raguenel—. ?Decididamente, no tienes miedo de nada! Te ayudare a trepar por el muro, pero escuchame bien. Cuando vuelvas al Louvre, pediras un permiso de unos dias para cuidar de tu viejo padrino, que necesita tu guitarra para aliviar una crisis de gota, y vendras a mi casa. Con Jeannette, por supuesto. Creo que tenemos muchas cosas que contarnos...
Ella asintio con un vigoroso movimiento de la cabeza, y luego se alzo sobre la punta de los pies para besar a Perceval.
—No se que habria hecho sin vos, padrino. ?Me sentia tan desgraciada! ?Quiza me habria tirado al rio!
Por la firmeza con que la sujeto por los hombros, Sylvie comprendio que el tenia miedo:
—?Te prohibo incluso el pensamiento de semejante abominacion! Nadie, entiendelo bien, nadie vale tanto como para morir por el...
Poco despues, Sylvie estaba de nuevo en su habitacion y se desvestia a toda prisa para acostarse. Fue entonces cuando se dio cuenta de que su vestido estaba manchado de sangre.