antes de que tuviera que desembarazarse de el de manera permanente. Siempre era preferible trabajar con un companero, pero al final todos los socios se acercaban demasiado y se tomaban demasiadas confianzas. Empezaban a llamarte por un nombre que nunca nadie habia usado; empezaban a pensar que era una sociedad entre iguales con derecho a voto. Eso era inaceptable y peligroso. Habia un jefe: el.

– Cierra la puerta, por favor -dijo Carver.

Stone obedecio. Carver volvio a las camaras. Eligio la camara situada sobre la zona de recepcion y vio a Yolanda sentada en el mostrador. Geneva se habia ido. Empezo a buscarla, saltando de camara a camara.

Capitulo 4

El gran treinta

Cuando Sonny Lester y yo salimos del apartamento donde vivia Wanda Sessums, el barrio estaba vivo y activo. Habian terminado las clases en la escuela y los camellos y sus clientes se habian despertado. Los aparcamientos, patios y parterres quemados entre los edificios de apartamentos se estaban llenando de ninos y adultos. El mercadeo de la droga en el barrio se hacia desde el vehiculo, con una preparacion elaborada que implicaba vigilancias y camellos de todas las edades que dirigian a los compradores a traves de un laberinto de calles hasta un lugar de venta que cambiaba de manera constante durante el dia. Los planificadores del Gobierno que disenaron y construyeron el barrio no tenian ni idea de que estaban creando un entorno perfecto para el cancer que de un modo u otro destruiria a la mayoria de sus habitantes.

Yo sabia todo eso porque habia acompanado a brigadas de narcoticos del South Bureau en mas de una ocasion para escribir mis actualizaciones semestrales sobre la guerra local contra la droga.

Al cruzar un parterre y aproximarnos al vehiculo de empresa de Lester caminamos con la cabeza baja, con aire de ocuparnos unicamente de nuestros asuntos. Solo queriamos salir de alli. Hasta que casi habiamos llegado al coche no me fije en el hombre joven que estaba apoyado en la puerta del conductor. Llevaba unas botas de trabajo desatadas, tejanos caidos que dejaban a la vista la mitad de sus calzoncillos boxer azules y una camiseta blanca impoluta que casi brillaba al sol. Era el uniforme de la banda que imperaba en el barrio: los Crips.

– ?Como va? -dijo el joven.

– Bien -dijo Lester-,volviendo al curro.

– ?Sois de la pasma?

Lester rio como si fuera el mejor chiste que habia oido en una semana.

– No, tio, somos del periodico.

Lester puso la camara en el maletero sin inmutarse y luego rodeo el coche hasta la puerta donde estaba apoyado el joven. Este no se movio.

– Hemos de irnos, hermano. ?Me dejas pasar?

Yo estaba al otro lado del coche, junto a mi puerta. Senti que se me hacia un nudo en el estomago. Si iba a haber problemas, iba a ser ya. Vi a otros con el mismo uniforme de la banda en el lado en sombra del aparcamiento, listos para participar si los necesitaban. No me cabia duda de que todos llevaban armas o las tenian escondidas cerca.

El joven apoyado en nuestro coche no se movio. Cruzo los brazos y miro a Lester.

– ?De que estabas hablando con Ma arriba, hermano?

– De Alonzo Winslow -dije desde mi lado-. No creemos que matara a nadie y vamos a investigarlo.

El joven se aparto del coche para poder mirarme.

– ?En serio?

Asenti.

– Estamos trabajando. Acabamos de empezar y por eso hemos venido a hablar con la senora Sessums.

– Entonces os ha hablado del impuesto.

– ?Que impuesto?

– Si, ella paga un impuesto. Todos los que trabajan por aqui pagan un impuesto.

– ?Ah si?

– El impuesto de la calle, tio. Mira, cualquier tio de un periodico que venga aqui a hablar del empanado de Zo ha de pagar un impuesto de calle. Yo te lo puedo cobrar ahora.

Asenti.

– ?Cuanto?

– Hoy son cincuenta dolares.

Lo pasaria a gastos y ya veria si Dorothy Fowler se ponia hecha una furia. Meti la mano en el bolsillo y saque el dinero. Llevaba cincuenta y tres dolares y enseguida saque dos de veinte y uno de diez.

– Toma -dije.

Camine hacia la parte de atras del coche y el joven se aparto de la puerta del conductor. Al pagarle, Lester entro y puso el coche en marcha.

– Hemos de irnos -dije al entregarle el dinero.

– Si. Si vuelves el impuesto sera el doble, gacetillero.

– Esta bien. -Deberia haberlo dejado ahi, pero no podia irme sin hacerle la pregunta obvia-. ?No te importa que este trabajando para sacar a Zo?

El joven levanto la mano y se froto la mandibula como si se lo estuviera pensando en serio.

Vi las letras PUTA tatuadas en los nudillos. Mi mirada fue a su otra mano, que colgaba a un costado. Vi POLI tatuado en los otros nudillos y obtuve la respuesta: puta poli. Con un sentimiento asi expresado en las manos, no era de extranar que extorsionara a aquellos que trataban de ayudar a un companero de la banda. Alli cada uno iba a lo suyo.

El chico rio y se alejo sin responder. Lo que queria era que le viera las manos.

Me meti en el coche y Lester salio marcha atras. Me volvi y vi al joven que acababa de extorsionarnos cincuenta dolares haciendo el paso de los Crips. Se agacho y uso los billetes que acababa de darle para fingir que se limpiaba los zapatos, se enderezo e hizo el movimiento talon-punta, talon-punta que los Crips consideraban suyo. Sus companeros pandilleros lo jalearon cuando se acerco a ellos.

No senti que se me pasaba la tension en el cuello hasta que llegamos a la 110 y nos dirigimos al norte. Entonces me olvide de los cincuenta dolares y empece a sentirme mejor al revisar lo que se habia logrado en el viaje: Wanda Sessums habia accedido a cooperar plenamente en la investigacion del caso Denise Babbit-Alonzo Winslow. Saque el movil y llame al abogado de oficio de Winslow, Jacob Meyer. Le dije que, como tutora del acusado, Sessums me estaba concediendo un acceso total a los documentos y pruebas relacionados con el caso. Meyer, aunque de mala gana, acepto reunirse conmigo a la manana siguiente entre vistas en el tribunal de menores del centro. En realidad no tenia alternativa. Le habia dicho a Wanda que si Meyer no cooperaba, habria un monton de abogados privados que aceptarian defenderlo gratis una vez que supieran que habria titulares de prensa. La eleccion de Meyer estaba entre trabajar conmigo y conseguir un poco de atencion de los medios o renunciar al caso.

Wanda Sessums tambien habia accedido a llevarme al Sylmar Juvenile Hall para que pudiera entrevistar a su nieto. Mi plan consistia en usar el sumario del abogado de oficio para familiarizarme con la causa antes de hablar con Winslow. Seria la entrevista clave del articulo que iba a escribir. Queria saber todo lo que hubiera que saber antes de hablar con el.

En total habia sido un buen viaje, al margen del arancel de cincuenta dolares. Ya estaba pensando en como iba a presentar el plan a Prendergast cuando Lester interrumpio mis pensamientos.

– Se lo que estas haciendo -dijo.

– ?Que estoy haciendo?

– Puede que esa lavandera fuera demasiado tonta y que el abogado estuviera demasiado preocupado por los titulares para verlo, pero yo no.

– ?De que estas hablando?

– Llegas como el principe blanco que va a demostrar que el chico es inocente y lo va a liberar. Pero estas haciendo justo lo contrario, tio. Vas a usarlos para acceder al caso y sacar todos los detalles jugosos; luego

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