– Eh…

– ?Me dejas verla?

Gire la mano, exponiendo la cicatriz en forma de estrella que tenia entre el pulgar y el indice. Era el lugar por donde habia pasado la bala antes de impactar en la cara del asesino al que llamaban «el Poeta».

– He visto que no usas el pulgar cuando escribes -dijo.

– La bala me secciono un tendon y me operaron para volver a unirlo, pero el pulgar no ha vuelto a funcionar bien.

– ?Que se siente?

– Normal. Lo que pasa es que no hace lo que yo quiero que haga.

Se rio educadamente.

– ?Que?

– Me refiero a que se siente al matar a alguien asi.

La conversacion se estaba poniendo extrana. ?Cual era la fascinacion que tenia esa mujer, esa chica, con el homicidio?

– La verdad es que no me gusta hablar de eso, Angela. Fue hace mucho tiempo y exactamente yo no mate al tipo; mas bien se disparo el. Creo que queria morir. El disparo el arma.

– Me encantan las historias de asesinos en serie, pero nunca habia oido hablar del Poeta hasta que alguien lo ha mencionado hoy a la hora de comer y lo he buscado en Google. Voy a conseguir el libro que escribiste. He oido que fue un bestseller.

– Buena suerte. Fue un bestseller hace diez anos. Lleva al menos cinco anos descatalogado.

Me di cuenta de que si habia oido hablar del libro a la hora de comer significaba que la gente habia estado hablando de mi. Hablando del antiguo autor de exito y ahora periodista de sucesos con un sueldo demasiado elevado al que habian despedido.

– Bueno, apuesto a que puedes prestarme un ejemplar -dijo Angela.

Hizo un mohin. La estudie un buen rato antes de responder. En ese momento supe que Angela Cook era una especie de fanatica de la muerte. Queria escribir historias de crimenes porque queria conocer los detalles que no salian en los articulos ni en las noticias de la tele. A los polis les iba a encantar, y no solo porque era despampanante. Los lisonjearia mientras ellos hacian sus descripciones adustas y descarnadas de las escenas del crimen en las que trabajaban. Tomarian su adoracion por los detalles oscuros por adoracion por ellos.

– Vere si puedo encontrar un ejemplar en casa esta noche. Vamos a volver a este articulo y lo entregamos. Prendo querra tenerlo en la cesta en cuanto salga de la reunion de las cuatro.

– Vale, Jack.

Levanto las manos en ademan de fingida rendicion. Volvi a la noticia y revise el resto en diez minutos, haciendo un solo cambio. Angela habia localizado al hijo de la mujer de avanzada edad a la que habian violado y matado a cuchilladas en 1989. Estaba agradecido de que la policia no se hubiera resignado con el caso y asi lo dijo. Traslade su cita sinceramente laudatoria al tercio superior del articulo.

– Voy a mover esto arriba para que no lo corten en edicion -explique-. Una cita asi hara que sumes puntos con los detectives. Viven por esa clase de reconocimiento de la opinion publica y no suelen conseguirlo. Poner esto en la parte superior empezara a construir la confianza de la que te he hablado.

– De acuerdo.

A continuacion hice una adicion final, escribiendo 30 al pie del texto.

– ?Que significa eso? -pregunto Angela-. Lo he visto en otros articulos en la bandeja de la mesa de Local.

– Es solo una costumbre de la vieja escuela. Cuando entre en el periodismo se escribia eso al final de los articulos. Es un codigo: creo que incluso es un resto de los dias del telegrafo. Solo significa «fin de la noticia». Ya no es necesario, pero…

– Oh, Dios, por eso a la lista de los despedidos la llaman la «lista de los treinta».

La mire y asenti, sorprendido de que no supiera ya lo que le estaba contando.

– Exacto. Y es algo que siempre usaba, y como mi firma esta en el articulo…

– Claro, Jack, esta bien. Creo que es fantastico. A lo mejor empiezo a hacerlo.

– Continua la tradicion, Angela. -Sonrei y me levante-. ?Crees que estas lista para hacer manana la ronda matinal por el Parker Center?

Torcio el gesto.

– ?Quieres decir sin ti?

– Si, yo estare liado en el tribunal con algo en lo que estoy trabajando. Pero probablemente volvere aqui antes de comer. ?Crees que puedes ocuparte?

– Si a ti te lo parece… ?En que estas trabajando?

Le hable brevemente de mi visita a Rodia Gardens y del rumbo que estaba siguiendo. Luego la tranquilice diciendole que no tendria problema en ir al Parker Center por su cuenta despues de un dia de formacion conmigo.

– Te ira bien. Y con ese articulo en el periodico manana, tendras tantos amigos alli que no sabras que hacer con ellos.

– Si tu lo dices.

– Ya veras. Llamame al movil si necesitas algo.

A continuacion senale el articulo abierto en la pantalla del ordenador, cerre el puno y lo golpee suavemente en su mesa.

– Duro con ellos -dije.

Era una frase de Todos los hombres del presidente, una de las historias de periodismo mas grandes jamas contadas, e inmediatamente me di cuenta de que no la habia reconocido. «En fin -pense-, esta la vieja escuela y la nueva.»

Me dirigi de nuevo a mi cubiculo y vi que la luz de mensajes de mi movil destellaba con una frecuencia rapida, lo cual significaba que tenia multiples mensajes. Enseguida deje de lado el extrano pero intrigante encuentro con Angela Cook y cogi el telefono.

El primer mensaje era de Jacob Meyer. Decia que le habian asignado un nuevo caso con una vista preliminar fijada para el dia siguiente, lo que significaba que tendriamos que posponer la cita media hora, hasta las nueve y media de la manana. Ya me iba bien. Me daba mas tiempo para dormir o para preparar la entrevista.

El segundo mensaje lo dejo una voz del pasado. Van Jackson, quince anos antes, era un periodista novato al que yo forme en Sucesos en el Rocky Mountain News. Habia ido ascendiendo hasta el puesto de redactor de Local antes de que el periodico cerrara sus puertas unos meses antes. Ese fue el final de una publicacion de 150 anos en Colorado y el mayor signo hasta la fecha del derrumbe economico del sector de la prensa escrita. Jackson todavia no habia encontrado empleo en el negocio al que habia dedicado su vida profesional.

«Jack, soy Van. Me he enterado de la noticia. Que bajon, tio. Lo siento mucho. Hazme una llamada y podremos compadecernos. Todavia estoy aqui en Denver de freelance y buscando trabajo.»

Hubo un largo silencio; supongo que Jackson estaba buscando palabras que me prepararan para lo que me esperaba.

«He de decirte la verdad, tio: no hay nada de nada. Estaba a punto de empezar a vender coches, pero los concesionarios estan igual de mal. De todas formas, dame un toque. Quiza podamos cuidarnos el uno al otro, compartir consejos o algo.»

Reproduje otra vez el mensaje y luego lo borre. Me tomaria mi tiempo para devolverle la llamada a Jackson. No queria deprimirme todavia mas. Estaba firmando el gran treinta, pero todavia tenia opciones. Queria mantener el impulso. Tenia una novela que escribir.

Jacob Meyer llego tarde a nuestra reunion del martes por la manana. Durante casi media hora estuve sentado en la sala de espera de la Oficina del Defensor Publico rodeado por clientes de la agencia financiada por el Estado, gente demasiado pobre para costearse su propia defensa legal y confiar en que el Gobierno que los acusaba tambien los defendiera. Estaba escrito en los derechos garantizados constitucionalmente -«si no puede permitirse un abogado, se le asignara uno de oficio»-, pero esto siempre me

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