convenia que Larry se sentara entre nosotros. Pasaron la mayor parte del tiempo hablando de un rumor segun el cual iban a cambiar los destinos de todos los periodistas de Deportes. Tenian la esperanza de que les tocara un trozo del pastel de los Dodgers o de los Lakers; esos eran los puestos mas envidiados del periodico, a los que seguian a escasa distancia ocuparse del equipo de futbol americano de la USC o del de baloncesto de la UCLA. Los dos eran buenos escritores, como debian serlo los periodistas deportivos. El arte de escribir esa clase de noticias siempre me habia asombrado. Nueve de cada diez veces el lector ya conoce el resultado de tu articulo antes de leerlo; sabe quien gano, probablemente incluso vio el partido. Pero lo lee de todas formas y has de encontrar una forma de escribir con una perspectiva y un punto de vista que le de frescura.

Me gustaba ocuparme de los sucesos policiales, porque normalmente les contaba a los lectores una historia que desconocian. Escribia sobre las cosas malas que pueden ocurrir, la vida in extremis, el submundo que la gente sentada a sus mesas de desayuno con sus tostadas y sus cafes nunca ha experimentado pero quiere conocer. Me daba energia, me hacia sentir como un principe en la ciudad cuando conducia hacia casa de noche.

Y sabia cuando me sente alli cortejando una copa de vino tinto barato que eso seria lo que mas echaria de menos en el trabajo.

– ?Sabes lo que he oido? -me dijo Larry, con la cabeza apartada de las de los tipos de Deportes para hablar de manera confidencial.

– No, ?que?

– Que durante una de las reestructuraciones en Baltimore, un tipo cogio el cheque y en su ultimo dia entrego un articulo que resulto ser completamente falso. Se lo invento todo.

– ?Y lo publicaron?

– Si, no se enteraron hasta que empezaron a recibir llamadas al dia siguiente.

– ?De que iba el articulo?

– No lo se, pero fue un enorme corte de mangas a la empresa.

Tome un sorbo de vino y reflexione sobre ello.

– No creas -comente.

– ?Que quieres decir? Claro que lo fue.

– Me refiero a que lo mas seguro es que los directores se sentaran y dijeran: nos hemos deshecho del tipo correcto. Si quieres joderles, has de hacer algo que les haga pensar que la cagaron al dejarte marchar. Algo que les diga que deberian haber elegido a otro.

– Si. ?Y eso es lo que tu vas a hacer?

– No, tio, yo me ire tranquilamente. Voy a publicar una novela y esa sera mi forma de decirles «que os den». De hecho, ese es el nombre del archivo: «Que te den, Kramer».

– ?Muy bueno!

Bernard rio y cambiamos de tema. Pero mientras hablabamos de otras cosas, yo pensaba en el gran corte de mangas, y en la novela que iba a retomar y terminar por fin. Queria irme a casa y empezar a escribir. Creia que contar con eso cuando saliera del trabajo cada noche quiza me ayudaria a soportar las dos semanas siguientes.

Me sono el movil y vi que mi exmujer me llamaba. Sabia que tenia que contestar. Aparte el taburete y me dirigi al aparcamiento para hablar con mas tranquilidad.

La diferencia horaria con Washington era de tres horas, pero el numero de identificacion era el de su despacho.

– Keisha, ?que estas haciendo aun en el trabajo?

Mire mi reloj. Eran casi las siete en Los Angeles, casi las diez alli.

– Estoy haciendo el seguimiento de un articulo del Post, esperando unas llamadas.

La belleza y la pesadilla de trabajar para un periodico de la Costa Oeste consistia en que la hora de cierre no llegaba hasta al menos tres horas despues de que el Washington Post y el New York Times -los mayores competidores nacionales- se hubieran ido a dormir. Eso significaba que el L. A. Times siempre tenia una opcion de igualar sus primicias o adelantarse a la noticia. Por la manana, el L. A. Times podia salir con un gran articulo en la cabecera con la ultima y mejor informacion. Tambien convertia la edicion digital en lectura obligatoria en los pasillos del Gobierno a cinco mil kilometros de Los Angeles.

Y como correspondia a una de las periodistas mas nuevas en la oficina de Washington, Keisha Russell estaba en el ultimo turno. Con frecuencia le encomendaban hacer el seguimiento de alguna noticia y buscar los ultimos detalles y sucesos.

– Que horror -dije.

– No es tan malo como lo que he oido que te ha pasado hoy.

Asenti.

– Si, me han recortado, Keish.

– Lo siento mucho, Jack.

– Si, lo se. Todos lo sienten, gracias.

Deberia haberme quedado claro que estaba en el punto de mira cuando no me habian enviado a Washington con ella dos anos antes, pero eso era otra historia. Se hizo un silencio que trate de interrumpir.

– Voy a rescatar mi novela y a terminarla -dije-. Tengo unos ahorros y supongo que podre pedir un prestamo hipotecario sobre la casa. Creo que puedo pasar al menos un ano. Supongo que es ahora o nunca.

– Si -respondio Keisha con fingido entusiasmo-, puedes hacerlo.

Sabia que un dia, cuando todavia viviamos juntos, ella encontro y leyo el manuscrito, aunque nunca lo habia admitido porque habria tenido que darme su opinion. No habria podido mentirme en eso.

– ?Vas a quedarte en Los Angeles? -inquirio.

Era una buena pregunta. La novela estaba ambientada en Colorado, donde me habia criado, pero me gustaba la energia de Los Angeles y no queria marcharme.

– Todavia no lo he pensado. No quiero vender mi casa; el mercado sigue por los suelos y prefiero hipotecarla y quedarme. El caso es que todavia tengo que pensar mucho. Ahora mismo estoy celebrando el final.

– ?Estas en el Red Wind?

– No, en el Short Stop.

– ?Quien hay ahi?

Me senti humillado.

– Um, ya sabes, los de siempre. Larry, unos tipos de Metropolitano, unos cuantos de Deportes.

Keisha tardo una fraccion de segundo en decir algo y en esa vacilacion delato que sabia que yo estaba exagerando o directamente mintiendo.

– ?Lo vas a llevar bien, Jack?

– Si, claro. Es que… He de entender que…

– Jack, lo siento, tengo una llamada.

Su voz sono apremiante. Si se perdia la llamada, podria no recibir otra.

– ?Contesta! -dije deprisa-. Te llamare luego.

Cerre el telefono, agradecido de que algun politico de Washington me hubiera salvado de un mayor sonrojo al discutir mi vida con mi exmujer, cuya carrera iba ascendiendo dia a dia mientras que la mia se hundia como el sol sobre el paisaje brumoso de Hollywood. Al volver a guardarme el movil en el bolsillo, me pregunte si no se habria inventado lo de la llamada para terminar ella misma con mi bochorno.

Volvi al bar y decidi ir en serio: pedi un coche bomba irlandes. Me lo trague deprisa y el Jameson me quemo como aceite hirviendo en la garganta. Me puse taciturno viendo el principio del partido de los Dodgers contra los odiados Giants y como nos machacaban en la primera entrada.

Romano y Shelton fueron los primeros en marcharse y luego, en la tercera entrada, hasta Larry Bernard habia bebido bastante y habia reflexionado mas que suficiente sobre el sombrio futuro de la industria periodistica. Se bajo del taburete y me puso una mano en el hombro.

– Podria haber sido yo -dijo.

– ?Que?

– Podria haberme tocado a mi, podria haberle tocado a cualquiera de la redaccion, pero te eligieron a ti porque eres el que se lleva mas pasta. Llegaste hace siete anos, el senor Bestseller entrevistado en

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