Tal vez los espiritus de la tierra hablaran con ella, y las piedras le dieran la bienvenida, pero a los mortales no les gustaba nada que los tocara una diosa viviente.
Con una pequena exclamacion, Elphame intento apartar la mano de la de Danann antes de que el pudiera alejarse de su contacto, pero el no se lo permitio, sino que atrapo su mano.
– Los espiritus de la piedra me dicen que este es vuestro lugar.
Elphame se ruborizo.
– Siempre he querido devolverle la vida al Castillo de MacCallan -dijo-. Gracias por venir con nosotros, Danann. Tu presencia significa mucho para mi.
– Es un honor ser de ayuda, Diosa -le dijo el. Entonces, le estrecho la mano y se la solto.
No se aparto de ella con miedo, ni le hizo una reverencia temerosa.
«Es como si yo fuera la Jefa del Clan, una mujer normal y corriente, que le esta pidiendo ayuda».
Aquella idea era tan inesperada para Elphame que pestaneo con sorpresa, y tuvo que volverse hacia su hermano rapidamente para ocultar su azoramiento.
– Cu, ?puedes creer que siento el espiritu de las piedras?
– Claro que si -dijo el con una sonrisa.
Estaba contento de verla tan animada y tan feliz. Aunque ella hablaba muy poco de aquel tema, Cu sabia que su hermana siempre habia anhelado tener una conexion espiritual con la diosa que habia creado su cuerpo. Elphame era la primogenita de la Elegida de Epona. Nunca era seguro, pero a menudo la diosa llamaba a la hija mayor de una Elegida anciana para que siguiera a su madre como lider espiritual de Partholon. Tal vez Epona estuviera preparando a Elphame para ocupar un dia el lugar de su madre. Asi era la vida, penso Cu.
Se acerco a Danann y le estrecho la mano para saludarlo calidamente.
– Creo que se me da mejor oir a los espiritus que sorprender a un guerrero que esta protegiendo a su hermana -dijo ironicamente el centauro.
– Oh, a mi me parece que has hecho un buen trabajo sorprendiendome asi -respondio Cuchulainn.
– Cu esta picajoso desde anoche. Ignoralo -le dijo Elphame, con una sonrisa, a Danann.
Cuchulainn no hizo caso de las bromas de su hermana.
– ?Has venido solo, Danann?
– No, me reuni con el resto del grupo cuando salian de Loth Tor. Ellos han preferido esperar junto a las murallas exteriores. No tienen muchas ganas de entrar -dijo el centauro-. Los jovenes se asustan facilmente con los cuentos de miedo y las sombras.
Elphame sintio gratitud por la actitud sensata del centauro.
– Asi son los jovenes -dijo, mirando a Cuchulainn con superioridad de hermana mayor-. En vez de ponerse manos a la obra, se quedan esperando a que les digas lo que tienen que hacer.
Danann se inclino ante ella con galanteria y le ofrecio el brazo.
– Entonces, Diosa, ?quereis que os acompane para que podais decirles a los jovenes lo que tienen que hacer antes de que pierdan toda su vida ociosamente?
Elphame vacilo. ?De verdad iba a tocar a una persona que no fuera de su familia dos veces en el mismo dia? Miro el brazo del centauro, y despues miro a su hermano. Cuchulainn le guino un ojo y asintio. Ella respiro profundamente y poso la mano en el brazo del Maestro de la Piedra. Le temblaron los dedos, pero solo un poco.
«Como una persona normal», penso sin poder reprimir la sonrisa. Con Cu siguiendolos de cerca, salieron desde las ruinas del patio al lugar donde esperaba el grupo.
Tal y como habia mencionado Danann, eran gente muy joven y estaban deseosos de embarcarse en la aventura de reconstruir el Castillo de MacCallan porque querian hacerse un hueco propio en el mundo. Si el Castillo de MacCallan resurgia, habria tierras y oportunidades para ellos. Eso les habia provocado impaciencia y excitacion.
Cuando Elphame aparecio ante los hombres y los centauros que se habian reunido nerviosamente a varios metros de la entrada, todos se quedaron en silencio. La mayoria estaban acostumbrados a ver a la joven Diosa, pero su aparicion les afectaba de todos modos, y aquella manana, en particular, estaba incluso mas extraordinaria de lo normal. Su rostro estaba iluminado, y su piel brillaba. Varios de los hombres y de los centauros pensaron en lo espectacular que era, y cuando sus labios carnosos y sensuales esbozaron una sonrisa, muchos de ellos sintieron la respuesta en la sangre, pero solo brevemente, hasta que recordaron que no podian sentir lujuria por una diosa, por muy tentadora que fuera.
Cuando Elphame hablo, su voz se extendio por todo el grupo como si fuera el fuego de una tea.
– Las flores de los arbustos, los pajaros que cantan y la brisa, los pilares de este castillo… ?Nos dan la bienvenida! Las mismas piedras del Castillo de MacCallan nos saludan con alegria. Dejara de ser una ruina - Elphame alzo los brazos por encima de la cabeza y grito-: ?Regocijaos! ?Sera nuestro hogar!
El calor le causo un cosquilleo por los brazos, como cuando habia tocado la piedra y habia sentido fuego en el cuerpo.
El grupo reacciono como uno solo, no tanto a sus palabras, ni a la idea de reconstruir el castillo; le respondieron a ella, a su espectacular Diosa. Con una sola voz, vitorearon a su Diosa, y las viejas murallas repartieron el eco de los sonidos jubilosos de los vivos.
Desde su escondite, entre los arboles, Lochlan observo al grupo. Hombres y centauros, jovenes y orgullosos. Reconocio el fuego de su sangre mientras respondian a la mujer. Y el tambien la reconocio. ?Como no iba a reconocerla? El sabia que iba a encontrarla alli. Sin embargo, verla le habia sacudido. Parecia mucho mas viva que en sus suenos, y verla en persona hizo que se diera cuenta de que nunca habia comprendido de verdad el alcance de su belleza.
?Su cuerpo! Irradiaba pasion y poder sobrenatural. Sintio un arrebato de deseo, caliente y fuerte, y su excitacion hizo que sus enormes alas temblaran y se pusieran erectas. Rapidamente, aparto la vista de ella, para poder controlar su lujuria.
El dolor le atraveso las sienes e irradio por todo su cuerpo. Su cuerpo lucho contra su deseo de control, pero como siempre, Lochlan acudio a su pozo de humanidad para derrotar a sus impulsos mas oscuros. Su pulso se calmo, y sus alas temblaron una vez mas antes de plegarse sobre su espalda.
Ignoro aquel dolor familiar que siguio acosandolo, recorriendo su mente como un fantasma.
Cuando consiguio controlarse de nuevo, volvio a mirarla. En aquel momento, ella elevaba los brazos, y el grupo respondia al unisono. El sonrio, mostrando unos caninos largos y peligrosos. Ella tambien conseguia que el quisiera gritar. Habia hecho bien en ir solo; los demas no podrian entenderlo. Pero pensar en los demas le causaba desesperacion. Podia sentirlos. Siempre los sentia, sentia su necesidad, su dolor, su fe en el. Se estremecio y aparto aquello de su mente. En aquel momento no. No podia pensar en los demas en aquel momento. No, cuando todo lo que tenia de honorable y de verdadero, todo lo que era humano en el, queria correr hacia ella y decirle que habia llenado sus suenos y su corazon desde que tenia uso de razon.
Respiro entrecortadamente y se paso la mano por la cara. No podia ir a ella a la vista de todo el mundo. Ellos lo verian solo como un Fomorian, y lo matarian. No podria luchar contra todos ellos.
«Recuerda tu promesa», le susurro la conciencia, recordandole a su amada madre. «Recuerda la Profecia. Tu destino es encontrar el modo de sanar a tu gente y de llevarlos de vuelta a Partholon. Eres tu quien debe cumplir la Profecia de Epona».
Lochlan no podia actuar de modo egoista. Tenia que pensar en los demas. Tenia que terminar con su dolor, aunque aquello significara…
Luchando contra una sensacion de perdida abrumadora, aparto la vista de ella y desaparecio en lo mas profundo del bosque.
Capitulo 5
– ?Es que quieres sentenciarme a una vida de celibato? -le pregunto Cuchulainn a su hermana, refunfunando.
Elphame sonrio.