– Me llamo Brenna.

– Ven aqui, Brenna. No te veo.

Las mujeres se hicieron a un lado para dejar pasar a una mujer morena y delgada. Tenia la cabeza agachada, y Elphame se dio cuenta de que el resto de las muchachas apartaba la vista de su rostro, como si se sintieran incomodas. Entonces, la mujer elevo la cabeza. Elphame sintio una profunda impresion, y tuvo que hacer un esfuerzo por mantenerse impasible.

Brenna era joven, y una vez habia sido bella. Elphame lo supo por el lado izquierdo de su rostro. El lado derecho estaba destrozado. Tenia una terrible cicatriz que le cubria desde el cuello hasta la frente. Era una cicatriz gruesa, con las manchas rosadas y blancas que distinguian la mas profunda de las quemaduras. El lado derecho de su boca habia perdido la linea del labio, lo cual era mas horrible al compararlo con la carnosidad suave de la parte izquierda. Tenia el ojo derecho claro, e intacto. Era del mismo color castano que su ojo izquierdo, pero las cicatrices tiraban de la piel y le daban un aspecto caido.

Se quedo inmovil, permitiendo a Elphame que la observara.

– Creo que puedo dibujar vuestro castillo -dijo en voz alta y clara.

– ?Eres pintora, Brenna? -pregunto Elphame.

– Tengo un poco de habilidad para el dibujo, sobre todo para dibujar cosas que imagino -dijo con una sonrisa. Elphame se quedo sorprendida al ver que era una sonrisa atractiva-. Asi que creo que podria dibujar las cosas que vos imaginais, si me las describis.

Elphame asintio con entusiasmo, pero antes de que pudiera responder, Brenna continuo:

– Pero deberiais saber que no me considero artista. Soy una Sanadora.

Elphame sonrio.

– Eso es magnifico, Brenna. Con todos estos trabajadores reconstruyendo el castillo, es probable que tengamos algun percance que requiera el toque de una Sanadora. Se que mi hermano, aunque es un gran guerrero, tambien es proclive a hacerse cortes y heridas.

Durante un instante, Elphame vio que la expresion de Brenna cambiaba, y fue como si una sombra pasara por el semblante de la joven. Sin embargo, Brenna respondio sin titubeos.

– Por supuesto, senora. Me agrada estar donde se me necesita.

– ?Elphame!

Como un tornado, Cuchulainn atraveso el grupo de mujeres. Con los ojos chispeantes, saludo a varias de las mas guapas antes de llegar junto a su hermana.

– Las carretas de las provisiones estan atascadas en la carretera. He enviado a los centauros para que abran un buen camino en la maleza y despejen la entrada de las murallas. Cuando los carros esten aqui, creo que lo mejor sera montar las tiendas en el exterior del castillo, por lo menos hasta que hayamos conseguido que este monstruo sea habitable de nuevo.

Elphame arqueo una ceja.

Cuchulainn se echo a reir.

– ?De acuerdo! Perdoname por haber llamado «monstruo» a tu palacio.

– No es un palacio. Es un castillo.

– Bueno, tu castillo no es adecuado para los hombres ni para las bestias -dijo, y le guino un ojo a la regordeta Caitlin, que se ruborizo intensamente-. Ni para una preciosa senorita -anadio, senalando hacia atras-. Al suroeste del castillo hay una pradera que llega hasta el acantilado, y sera facil clarearla. En un par de dias podemos tener preparado el campamento. Hasta entonces, la gente de Loth Tor estara encantada de hospedarnos -dijo Cu, y sonrio a Elphame descaradamente-. Si eso es de vuestro agrado, mi senora.

Elphame se contuvo para no darle una torta.

– Si, si, muy bien. Pero necesito que algunos hombres acompanen a la cocinera jefe y a sus ayudantes. Es importante que las cocinas se arreglen rapidamente -dijo, y le dio un codazo en las costillas-. Los hombres necesitan algo mas que carne seca y galletas si tienen que trabajar durante largas jornadas.

Cuchulainn se echo a reir y se agarro el costado. Le gustaba ver a su hermana tan relajada en publico. Normalmente, solo bromeaba con el en privado. Estaria muy bien reconstruir aquel castillo si iba a ensenarla a relajarse.

– Por mucho que me cueste admitirlo, tienes razon, hermana mia. Pondre varios hombres a disposicion de tu cocinera -dijo, sonriendo con picardia-. Lo cual significa que tienes que presentarmela.

Elphame puso los ojos en blanco, y despues llamo a la cocinera jefe.

– Wynne, este molesto joven es mi hermano. Cuchulainn, te presento a la cocinera jefe.

Cuchulainn se inclino ante ella.

– Me alegro de conocerte, Wynne la del cabello de fuego.

– Lo mismo digo -respondio ella, admirandolo sin disimulo.

– Ahora que sabes su nombre, Cu, envia a varios hombres para que la ayuden. Estaran dentro del castillo, como el resto de nosotros -le dijo Elphame, y lo empujo suavemente hacia la salida.

– Ah, siempre pensando en el trabajo, hermana mia -dijo Cu, e hizo una galante reverencia para todo el grupo-. Senoras, hasta luego.

Las mujeres se inclinaron y se despidieron.

– Mi hermano es un granuja -dijo.

– Si, pero un granuja endemoniadamente guapo -suspiro Wynne, que todavia estaba mirando la figura de Cuchulainn mientras se alejaba.

Entonces se dio cuenta de que debia de haber traspasado los limites. Se quedo palida y murmuro una disculpa apresurada.

Elphame agito la mano para quitarle importancia y dijo:

– Recuerda bien lo de «endemoniadamente» y te ahorraras mucho dolor de corazon -dijo.

?Acaso nunca iban a relajarse en su presencia? ?Siempre iban a comportarse como si ella fuera un ser sagrado? Estaba intentando comportarse con normalidad con aquellas mujeres. ?No acababa de bromear con Cu delante de ellas?

«Llevara tiempo demostrarles que no soy diferente», se dijo con firmeza. Aquello era su nuevo comienzo, pero tenia que ser paciente. Lo que habia sucedido en los anos anteriores de su vida no se borraba en un dia. Contuvo su frustracion y se dirigio nuevamente al grupo.

– Vamos a trabajar. Se que todas teneis un talento especial, y lo valoro mucho -dijo, y sonrio a las mujeres, sobre todo a aquellas a quienes ya conocia, y se dio cuenta de que Brenna ya no estaba cerca de ella. Habia vuelto a la parte posterior del grupo-. Pero me temo que todas tendremos que imitar a Meara. Debemos limpiar y ordenar las cosas antes de poder concentrarnos en nuestras habilidades individuales. Asi pues, comencemos a despejar la entrada de nuestro futuro hogar.

Sin esperar respuesta, Elphame camino hacia el hueco que habia en las murallas del castillo. Tomo una larga pieza de hierro oxidado, que una vez formo parte de las puertas de la muralla, y tiro de ella valiendose de la fuerza de sus poderosas patas. El hierro salio de entre la maleza.

Alzo la vista y vio a las mujeres observandola a ella y mirando despues hacia las sombras que habia en el interior de las murallas del castillo. Estaban ansiosas y asustadas. Sin duda, recordaban los cuentos que les habian contado de ninas sobre la maldicion del Castillo de MacCallan. Elphame casi podia ver el reflejo de los fantasmas en sus ojos. Sabia que necesitaban unas palabras de animo, pero a ella no se le daba demasiado bien aquello. El discurso que les habia hecho a los hombres aquel dia habia sido una excepcion. Todavia estaba demasiado emocionada por haber oido a los espiritus de la piedra del castillo. Dar discursos inspirados era la especialidad de su madre, no la suya.

Sin embargo, tenia que animarlas, y se le ocurrio una idea.

– Creo que es justo que nosotras limpiemos la entrada de nuestra nueva casa. Las mujeres son el corazon del hogar, sea un castillo, un templo o una casa modesta. Las mujeres infunden vida a la familia, como nuestra diosa, Epona, le infunde vida al mundo cada amanecer. Nosotras somos las mujeres de este castillo. Vamos a abrirlo para los vivos, y lo convertiremos en nuestro hogar.

Elphame oyo un suspiro colectivo; sus palabras habian aliviado un poco la tension del grupo.

Meara se adelanto, agarro una rama seca y la arrojo a la pila que habia comenzado Elphame.

– Por lo menos, sabemos que aqui nos necesitan -dijo, con un tono de satisfaccion que hizo sonreir a las demas.

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