encontrado dos recipientes que podian usarse, un cubo y una vasija que habian escapado al fuego.
– Es evidente que ninguno se ha lavado durante anos -dijo Meara-. Habra que restregarlos bien, como a todo el castillo.
Elphame reprimio una sonrisa. Evidentemente, Meara era la mejor eleccion para encabezar un grupo de formidables limpiadoras, y era mejor que estuviera refunfunando por todo el trabajo que tenian por delante que preocupandose por una maldicion imaginaria.
– Hay un riachuelo cerca de aqui que cae desde el bosque al oceano por los acantilados -dijo una de las mujeres.
– Eres Arlene, ?verdad? -le pregunto Elphame.
La mujer asintio con timidez.
– Si, mi senora. Me crie en Loth Tor, y conozco bien esta zona.
– Bien. Puedes mostrarle a Meara donde esta ese riachuelo. Meara, llevate a las mujeres que necesites para limpiar bien esos recipientes.
Con un grunido de satisfaccion, Meara les hizo un gesto a varias de las mujeres, y todas ellas se marcharon.
– Y yo he encontrado mucha albahaca -dijo Wynne.
Abrio la falda y dejo caer al suelo varias plantas de albahaca, y el aire se lleno de su aroma. Elphame inhalo profundamente, y se dio cuenta de que varias de las otras mujeres hacian lo mismo. Sonrio.
– Tambien he encontrado las cocinas -prosiguio Wynne-. Estan en mal estado -dijo con el ceno fruncido-. No va a ser facil, pero creo que podremos repararlas. Los cimientos son fuertes, y la mayor parte sobrevivio al incendio.
Sin ninguna explicacion, a Elphame se le llenaron los ojos de lagrimas al oir a Wynne. Pestaneo rapidamente, porque no queria que las mujeres malinterpretaran su respuesta emocional. Cuando estuvo segura de que no se le iba a quebrar la voz, respondio:
– Creo que vamos a encontrarnos con eso muchas veces en nuestro nuevo hogar. Los cimientos son fuertes, y ha sobrevivido gran parte de el.
Las mujeres asintieron, y Elphame noto que volvian a llenarsele los ojos de lagrimas.
– ?El! ?Estas lista ya para recibir a los hombres? -pregunto Cuchulainn desde detras de ellas, con su voz resonante, y las mujeres se sobresaltaron.
Cu le guino un ojo a Wynne, que estaba intentando sacudirse la tierra y las hojas de albahaca que se le habian quedado prendidas a la falda.
– Cuando les dije a los hombres que esto estaba lleno de mujeres guapisimas, hubo muchos voluntarios.
– Si, si, Cuchulainn, ya nos hacemos una idea -dijo Elphame-. Casi estamos listas para reunirnos con ellos, pero primero tenemos que llevar a cabo una ceremonia de purificacion.
– ?Una ceremonia de purificacion?
– Si. Nuestra nueva Sanadora ha pensado que seria una idea inteligente hacer un ritual de purificacion y de proteccion antes de comenzar a trabajar en el interior del castillo. Y yo estoy de acuerdo con ella.
Cuchulainn fue quien fruncio el ceno en aquella ocasion.
– Es una ceremonia sencilla, Cu. No vamos a hacer ningun encantamiento, ni a conjurar guias espirituales. Deja que te presente a la Sanadora…
Su voz se apago. Un momento antes, Brenna estaba a su lado, pero ahora su lugar estaba vacio. Elphame recorrio el grupo de mujeres con la vista, y vislumbro a Brenna al final. De nuevo, se habia deslizado en silencio hasta la parte trasera del grupo.
Elphame tuvo ganas de grunir de frustracion. Si iba a ser su Sanadora, tenia que dejar de esconderse cada vez que se acercara un hombre. ?Que pensaba Brenna, que su hermano iba a echarse a temblar de miedo o a gritar al verla? Entonces, Elphame recordo la mirada de la joven cuando le habia dicho que necesitaba un nuevo comienzo. Tal vez aquella era la respuesta que se esperaba, sobre todo por parte de un hombre joven y guapo. Pero Brenna no conocia a Cuchulainn como ella; tal vez a su hermano le encantara flirtear, pero tenia buen corazon. El nunca le haria dano a una mujer deliberadamente.
– Brenna -dijo Elphame-. Me gustaria presentarte a mi hermano.
La Sanadora se acerco lentamente. Tenia la cabeza agachada, y no la alzo hasta que llego junto a Elphame. Despues, con un suspiro, miro hacia arriba. Elphame estaba observando a su hermano, y vio que su expresion se volvia grave al ver por primera vez las terribles cicatrices de la muchacha. Sin embargo, Cuchulainn no se estremecio, ni aparto la vista.
– Cuchulainn, te presento a nuestra nueva Sanadora, Brenna.
– Encantado, Brenna -dijo Cu, inclinando cortesmente la cabeza.
– Pensaba que debiais conoceros. Ya le he dicho a Brenna que tienes mucha tendencia a hacerte heridas -dijo Elphame, mirando con calidez a Brenna, que estaba muy concentrada observandose los pies.
– Estare encantada de ayudar siempre que sea necesario -dijo Brenna.
– Como he dicho antes, Brenna tuvo la idea de realizar una ceremonia de purificacion -prosiguio Elphame, mirando a las demas mujeres-. Y nosotras hemos pensado que era buena idea.
– ?Eres Chaman, Brenna? -pregunto Cuchulainn.
Brenna alzo la mirada de mala gana y miro al guapo guerrero.
– No, mi senor, no lo soy. Pero tengo algunos conocimientos del mundo de los espiritus, y estoy familiarizada con los rituales que invocan su bendicion.
– Bien. Creo que es sabio que pidamos ayuda a los espiritus para restaurar el Castillo de MacCallan.
Elphame pestaneo de la sorpresa. ?Que estaba diciendo? Cu odiaba cualquier mencion del reino de los espiritus, porque siempre se sentia incomodo al hacerla. Ella lo miro con los ojos entornados.
– Cu, ?te encuentras bien?
Antes de que el pudiera responder. Meara y su grupo de mujeres hicieron aparicion. Tenian los brazos y la falda empapados, y llevaban los dos recipientes recien limpios y llenos de agua brillante. Al ver a Cuchulainn, se detuvieron e hicieron reverencias apresuradas, riendose nerviosamente mientras el agua salpicaba el suelo.
Cu sonrio a las mujeres.
– ?Como no iba a estar bien, rodeado de tantas caras bonitas?
Ya parecia mas el mismo. Elphame sacudio la cabeza y le dijo que se callara, pero penso que despues iba a preguntarle por que necesitaba repentinamente el apoyo espiritual.
– Ya puedes marcharte, Cu -le dijo, y se volvio hacia la Sanadora-. Brenna, ?que es lo que tenemos que hacer?
– Tomad la albahaca y aplastadla dentro del agua.
Mientras iba explicando la ceremonia, su voz paso de ser el susurro con el que habia hablado con Cuchulainn a la voz clara y segura de una Sanadora, la Sanadora a la que Elphame estaba empezando a respetar.
– Todas las mujeres deben tomar parte en esto. Todas debeis tomar algunas hojas de albahaca y meterlas en el agua. Al hacerlo, debeis concentraros en todas las cosas maravillosas que os gustaria que tuviera vuestro nuevo hogar.
Brenna llamo a Meara, que estaba junto a los recipientes. La muchacha tomo una rama de albahaca, la metio dentro del agua fresca y aplasto las hojas. Despues agito suavemente el agua.
– Bien -dijo Brenna.
– Es suave y frio, y huele muy bien -les dijo Meara al resto de las mujeres. Sin mas titubeos, Wynne, Ada y Colleen tomaron algunas hojas y, en poco tiempo, el cubo y la vasija estaban rodeados de mujeres sonrientes que tenian los brazos hundidos hasta los codos en el agua.
– Cerrad los ojos -les dijo Brenna-, y pensad en lo que sonais para vuestro nuevo hogar. Pensad en lo que deseais.
Ellas lo hicieron, y Elphame observo que el semblante de las mujeres viajaba muy lejos. Tenian sonrisas de satisfaccion en los labios.
– Debemos hacer lo mismo, mi senora -dijo Brenna.
Elphame asintio. Tomo una ramita de albahaca y se coloco entre Meara y Caitlin. Ninguna de las dos se sobresalto ni se aparto de ella. Las mujeres estaban tan absortas en sus pensamientos que nadie se dio cuenta de que Elphame se acercaba. Ella cerro los ojos y metio las manos en el agua, y estrujo la albahaca.
Al instante, pudo oir los deseos de las mujeres que la rodeaban. Era como si el agua actuara como un