– No creo que asignarte la vigilancia en el exterior, donde sobre todo hay trabajadores, mientras yo entrevisto a las mujeres para los puestos en el castillo, pueda afectar a tu activa vida amorosa.
– Vamos, chico. Yo ire contigo y elegire a los que puedan ser canteros -le dijo Danann, dandole una palmadita en el hombro-. Despues puedes llevarte a los demas y comenzar a limpiar el patio, como te ha dicho tu hermana -el viejo centauro le hizo un guino a Elphame-. Piensa esto: es mas probable que las mujeres te concedan sus favores en el lecho cuando las paredes que haya alrededor sean solidas y esten limpias.
– Quieres decir todo lo contrario a esta ruina -dijo Cu.
– Exacto.
Cu refunfuno de nuevo, pero siguio al Maestro de la Piedra hacia el patio, para reunirse con los trabajadores.
Elphame agito la cabeza mirando a su hermano mientras se alejaba. Su voz fuerte le llego desde el otro lado del patio, cuando el llamo al orden al grupo de hombres y centauros. Despues de que ella hubiera saludado a los trabajadores, Cu, Danann y Elphame habian recorrido todo el castillo, y se habian dado cuenta de que antes de comenzar la reconstruccion debian retirar los escombros, asi que los primeros trabajos, los de limpieza, eran tediosos, pero necesarios. Mientras miraba a su alrededor por el patio, Elphame se dio cuenta de que aquella era una empresa enorme. ?Podria hacerlo? ?Seria capaz de restaurar el castillo?
Se sintio abrumada, y noto que se le encogia el estomago de ansiedad, pero rapidamente reacciono. Era normal que sintiera algo de aprension, pero tenia que empezar. Tenia que avanzar paso a paso. Mantener el control.
Aquel era su castillo. Su hogar.
– ?Elphame! -la voz de su hermano atraveso el patio vacio-. ?Las mujeres ya han llegado!
– Aqui es donde comienzo yo -se dijo. Miro hacia la columna central, sonrio para despedirse de ella y se encamino apresuradamente hacia la entrada de las murallas.
Las mujeres habian formado un pequeno grupo en el exterior, a varios metros de las murallas del castillo. Elphame las observo desde las sombras, sin que ellas se dieran cuenta. Eran muy jovenes y estaban asustadas. ?Y eran muy pocas! Elphame conto rapidamente; habia poco mas de doce. El numero de centauros y de hombres que se habian ofrecido voluntarios era el triple. Y todas las mujeres eran humanas. ?No habia acudido ninguna mujer centauro? ?Ni siquiera una joven cazadora en adiestramiento? El sintio desilusion, pero rapidamente la supero. Tenia mucho que hacer, y tenia que hacerlo con los medios que tuviera en su mano. Tal vez el hecho de que fueran pocas le diera la oportunidad de conocerlas mas personalmente. Eso seria un cambio agradable.
Cuando Elphame salio de entre las murallas, todas le hicieron una reverencia. Ella carraspeo y esbozo su mejor sonrisa de bienvenida.
– Buenos dias. Me agrada mucho comprobar que tantas de vosotras esteis interesadas en reconstruir el Castillo de MacCallan y convertirlo en vuestro hogar. Los hombres se ocuparan de las tareas mas pesadas, pero eso no significa que nuestro trabajo sea menos importante. Necesito cocineras, y mujeres que sepan coser y tejer -sin darse cuenta, su sonrisa se volvio sonadora-. A medida que el castillo vuelva de nuevo a la vida, quisiera llenar sus paredes con bellos tapices que hagan que incluso mi madre se sienta celosa.
En respuesta a la expresion dulce de la Diosa, varias de las muchachas sonrieron timidamente. Elphame se sintio animada por aquella reaccion, y continuo hablando con la voz segura, fuerte.
– Y por supuesto, necesitare mujeres que me ayuden con el mantenimiento diario del castillo -Elphame se rio y miro significativamente la maleza que casi ahogaba el paso al castillo-. Algunos dias necesitara mas mantenimiento que otros, claramente.
Una de las mujeres solto una risita nerviosa, y despues se tapo la boca con la mano y se ruborizo.
– No tengais miedo de reir -dijo Elphame-. Se que ahora no lo parece, pero las piedras estan cantando de alegria por nuestra llegada. MacCallan sera un hogar lleno de alegria.
La muchacha se aparto la boca de la mano y sonrio con timidez.
– ?Como te llamas? -le pregunto Elphame.
– Meara, mi senora.
– Meara. ?Y cual es el trabajo que mejor haces?
– Yo… eh… Se me da muy bien ordenar las cosas.
– Entonces, has venido al lugar mas adecuado. Aqui hay mucho que ordenar -dijo Elphame, y miro a las demas-. Aquellas a quienes se les de bien limpiar, por favor, dadle vuestros nombres a Meara. Meara, por favor, te pedire que me entregues una lista con tus trabajadoras al final del dia. Y ahora… ?quienes seran mis cocineras?
Con tan solo una ligera vacilacion, cuatro mujeres levantaron la mano. Una de ellas dio un paso hacia delante. Era pelirroja y tenia unos preciosos ojos verdes.
– Venimos del Castillo de McNamara, mi senora. La cocinera jefe de alli era… -hizo una pausa y miro a sus companeras en busca de apoyo. Ellas asintieron para animarla-. Era muy malhumorada, y no le gustaban las cocineras jovenes, sobre todo las que tenian ideas nuevas.
Elphame arqueo las cejas.
– Bueno, pues te aseguro que a mi no me importa que las cocineras sean jovenes, y que me gustan las ideas nuevas. No creo que sea malhumorada, aunque tal vez Cuchulainn no este de acuerdo conmigo.
Ante la mencion de su hermano, las chicas sonrieron.
– ?Y cual es la mejor cocinera de entre vosotras? -pregunto Elphame. Tres pares de ojos se volvieron hacia la mujer que habia hablado.
– Todas cocinamos bien, pero admito que yo tengo un don especial en la cocina. Me llamo Wynne. Las chicas que estan conmigo son Ada, Colleen y Ula -dijo, senalando a cada una de las muchachas mientras hablaba.
– Wynne, me complace anunciar que eres mi nueva cocinera jefe -dijo Elphame-. Lo primero que tendras que hacer sera inspeccionar lo que queda de las cocinas del castillo. Toma nota de lo que hay que reparar para que empiece a funcionar rapidamente. Teneis muchas bocas que alimentar.
– Si, Diosa -dijo Wynne, con una reverencia.
Elphame apreto los dientes al oir que la llamaba «Diosa». Nunca la verian tal y como era, Elphame, una joven a quien le gustaba correr y reirse con su familia, y que tenia tendencia a pasar largas horas en la piscina de aguas termales de su madre. Siempre la considerarian una diosa.
Bueno, tal vez aquello comenzara a cambiar. Tomo una rapida decision.
– Bien -dijo, y la charla que habia comenzado ceso al instante-. Me gustaria pediros un favor. Vamos a trabajar codo con codo, y preferiria que me llamarais por mi nombre, en vez de llamarme «Diosa».
Las mujeres la miraron con asombro.
Elphame suspiro.
– O podeis llamarme «senora». Cualquier cosa menos «Diosa» -dijo, y continuo rapidamente-. Veamos, ?que mas? Ya se. ?Hay alguien que sepa coser y tejer?
Varias mujeres levantaron la mano. Elphame se dirigio a una joven regordeta y rubia, con la cara sonrojada y brillante.
– ?Como te llamas? -le pregunto.
– Caitlin.
– Caitlin, ?sabes coser o tejer?
– Ambas cosas, Diosa… senora.
– Excelente. Tengo varias ideas para el tema de los tapices. Me gustaria que cada uno de los tapices de las estancias principales tuviera un tema distinto, y el del salon principal seria el mismo castillo. Quiero que los tapices muestren el Castillo de MacCallan de nuevo habitado, en toda su grandeza y esplendor.
Caitlin titubeo antes de responder.
– Pero, senora… ?como vamos a saber lo que debemos tejer? -pregunto, y senalo hacia las ruinas-. Ahora no tiene demasiado esplendor.
Elphame fruncio el ceno. Se le habia olvidado que no todo el mundo tenia la imagen del castillo reconstruido en la mente.
– Supongo que tendre que encontrar una pintora…
– Yo podria dibujarlo, senora.
– ?Quien ha hablado?
La misma voz respondio desde la parte posterior del grupo.