la brisa que habia estado hinchando las cortinas hacia fuera cambio de direccion, y la gasa dorada entro en la habitacion con una rafaga de aire caliente y perfumado, y de repente todos quedaron envueltos en una nube de alas delicadas. A su alrededor revoloteaban cientos de mariposas que esparcieron magia con sus aleteos.
– ?Gracias, Epona! -exclamo Etain entre risas. Se sentia encantada con aquella demostracion de placer por parte de su diosa.
Entonces, las mujeres comenzaron a cantar en voz baja, y a danzar, al principio lentamente, y despues con mas rapidez, con alegria, para llevar a cabo la ceremonia de saludo tradicional a un nino recien nacido en Partholon.
Etain descanso en brazos de su marido, mientras el estrechaba suavemente a su familia contra el pecho.
– La magia de la juventud y el milagro de una vida que comienza -le susurro a su hija.
Etain le acaricio con reverencia la frente, sin dejar de mirarla para no perderse ni uno solo de sus movimientos. Recorrio su cuerpecito con las yemas de los dedos, y le acaricio las patitas y los contornos de cada uno de los cascos delicados. Satiro. Aquel nombre se le aparecio en la mente, pero no. La nina no parecia un satiro. Era demasiado delicada y bien formada como para parecerse a Pan. Era una mezcla perfecta de humana, centaura y diosa.
Etain se echo a reir sin darse cuenta.
Midhir le apreto los hombros a su esposa.
– Yo tambien estoy maravillado con ella.
Etain asintio.
– Si, pero no me rio por eso.
El arqueo una ceja.
Ella sonrio y le acaricio un casco a Elphame.
– Algunas veces me daba unas patadas tan fuertes que yo pensaba que debia de estar vestida y calzada con botas. Ahora entiendo perfectamente lo que estaba sintiendo.
La risa de Midhir se mezclo con la de su esposa, mientras los dos se deleitaban con la magia de su hija recien nacida.
Capitulo 1
Poder. No habia nada mejor. Ni el mejor chocolate de Partholon. Ni la belleza de un amanecer perfecto. Ni siquiera… No, no deberia pensar en eso. Agito la cabeza y cambio la direccion de sus pensamientos. El viento le revolvio el pelo. Normalmente se lo recogia, pero aquel dia queria sentir el peso de su melena, y tuvo que admitir que le gustaba que flotara detras de ella cuando corria, como si fuera la cola de color fuego de una estrella fugaz.
Su paso vacilo al perder la concentracion, y Elphame recupero rapidamente el control de sus pensamientos. Mantener la velocidad requeria mantener tambien centrada la atencion. El campo por el que estaba corriendo era relativamente llano, y carecia de rocas u obstaculos, pero no era inteligente distraerse. Con un mal paso podia romperse la pata, y seria tonta si creyera lo contrario. Durante toda su vida, Elphame habia rechazado las creencias tontas, y el comportamiento estupido. Las tonterias eran para gente que podia permitirse el hecho de cometer errores cotidianos, normales. Para ella no. No eran para alguien cuyo propio cuerpo decia que habia sido tocada por la diosa, y que, por lo tanto, estaba aparte de lo que se consideraba cotidiano y normal.
Elphame respiro mas profundamente y se obligo a relajar la parte superior del cuerpo. «Manten la tension en la parte inferior», se dijo. «Manten la relajacion en todo lo demas. Deja que la parte mas poderosa de tu cuerpo haga el trabajo». Elphame noto que los musculos de sus piernas respondian. Braceo sin esfuerzo mientras sus cascos se clavaban en la suave alfombra de cesped de aquel campo joven.
Era mas rapida que cualquier humano. Mucho mas.
Elphame se exigio mas y mas, y su cuerpo respondio con una fuerza sobrehumana. Tal vez no fuera tan rapida como un centauro en una distancia larga, pero muy pocos podrian vencerla en una carrera corta, tal y como decian sus hermanos con orgullo. Y con un poco mas de trabajo, tal vez nadie pudiera ganarle. Aquella idea era casi tan satisfactoria como sentir el viento en la cara.
Cuando comenzo la sensacion de quemadura, la ignoro, porque sabia que debia ir mas alla del punto de simple fatiga muscular, pero comenzo a angular sus zancadas para que la carrera tomara un camino esferico. Asi terminaria donde habia comenzado.
Pero no para siempre, se prometio. No para siempre. Y se obligo a correr mas.
– Oh, Epona -susurro Etain con reverencia mientras miraba a su hija-. ?Es que nunca me acostumbrare a su belleza?
«Es especial, Amada», respondio la diosa, cuya voz resono familiarmente por la cabeza de la Elegida.
Etain detuvo a su yegua plateada junto a los arboles que bordeaban un extremo del campo. La yegua movio la cabeza hacia atras e irguio las orejas hacia su amazona; sus gestos eran la version equina de una pregunta. Y Etain sabia que su yegua, la encarnacion animal de la diosa Epona, le estaba haciendo una pregunta.
– Solo quiero mirarla.
La diosa solto un resoplido.
– ?No estoy espiandola! -dijo Etain con indignacion-. Soy su madre. Tengo derecho a verla correr.
La diosa echo hacia atras la cabeza, como proclamando que no estaba tan segura de ello.
– Comportate con respeto -dijo, moviendo las riendas de la yegua-. O te dejare en el templo la proxima vez.
La diosa ni siquiera se digno a resoplar, y Etain ignoro a la yegua, que a su vez la estaba ignorando a ella, murmurando algo sobre las criaturas ancianas malhumoradas, pero no lo suficientemente alto como para que la oyera. Despues entrecerro los ojos y se los protegio del sol con la mano, para que nada interfiriera en su campo de vision.
Su hija corria a tal velocidad que la parte inferior de su cuerpo era un borron; parecia que volaba sobre los brotes de trigo. Corria con una leve inclinacion hacia delante, con una elegancia que siempre asombraba a su madre.
– Es la mezcla perfecta de centauro y humana -le susurro Etain a la yegua, que movio las orejas para oir las palabras-. Epona, eres muy sabia.
Elphane habia completado el circulo imaginario de su camino, y estaba empezando a girar hacia el bosquecillo donde la esperaba su madre. El sol se le reflejaba en el pelo caoba oscuro. Brillaba y flotaba a su alrededor en mechones largos.
– Verdaderamente, no heredo ese maravilloso pelo liso de mi -le dijo Etain a la yegua, mientras intentaba meterse tras la oreja uno de los rizos, que siempre se le escapaban-. Tal vez los reflejos rojizos si, pero el resto puede agradecerselo a su padre -prosiguio.
Y tambien podia agradecerle el increible color oscuro de sus ojos. La forma alargada y redonda, sin embargo, era de Etain, y tambien sus pomulos altos y delicados. Sin embargo, Etain tenia los ojos verdes, y su hija los tenia como el azabache, igual que su padre. Aunque la forma fisica de Elphame no hubiera sido unica, su belleza seria poco usual, y al unirlo a un cuerpo que solo podia haber creado la diosa, el efecto era arrebatador.
Elphame comenzo a aminorar la velocidad, y cambio de direccion para dirigirse directamente hacia su madre.
– ?Mama! -exclamo alegremente, saludandola con la mano-. ?Por que no os unis a mi mientras hago el enfriamiento?
– De acuerdo, querida -le respondio Etain-, pero lentamente, ya sabes que la yegua se esta haciendo vieja y…
Antes de que pudiera terminar la frase, la yegua se puso en marcha, alcanzo a la muchacha y se puso a su altura con un suave trote.
– Vosotras dos nunca os hareis viejas, mama -dijo Elphame con una carcajada.
– Solo se esta luciendo delante de ti -respondio Etain, aunque acaricio con afecto las crines de la yegua.
– Oh, mama, por favor… ?Ella se esta luciendo? -pregunto Elphame, mientras miraba a su madre con una