ceja arqueada. Etain llevaba un traje de amazona de cuero color crema que se le cenia al cuerpo seductoramente, y algunas joyas brillantes.

– Ya sabes que llevar joyas es una experiencia espiritual para mi -dijo.

– Lo se, mama -respondio Elphame con una sonrisa.

El resoplido de la yegua fue sarcastico, y las carcajadas de Etain se entremezclaron con las de su hija mientras continuaban avanzando alrededor del campo.

– ?Donde he dejado mi pareo? -pregunto Elphame en un murmullo, mientras buscaba con la mirada cerca de los arboles-. Creo que lo puse en este tronco.

Etain vio a su hija buscando el resto de su ropa. Llevaba un peto de cuero sin mangas, que se le cenia al pecho, y una pequena banda de lino a modo de falda en las caderas, que se convertia en un triangulo por la parte delantera. Etain lo habia disenado para ella.

El problema era que, aunque el cuerpo musculoso de la muchacha estaba cubierto por un precioso pelaje de caballo de la cintura para abajo, y que tenia cascos en vez de pies, salvo por los extraordinarios musculos de la parte inferior de su cuerpo, era una mujer humana. Asi pues, necesitaba una vestimenta que le concediera la libertad necesaria para ejercitar la velocidad sobrehumana que tenia por don, ademas de cubrirla decentemente. Etain y su hija habian experimentado con muchos estilos distintos antes de dar con aquella solucion, que cubria ambas necesidades.

El resultado habia funcionado bien, pero dejaba a la vista demasiado del cuerpo de Elphame. No importaba que las mujeres de Partholon siempre hubieran sido libres para mostrar su cuerpo. Etain desnudaba su pecho regularmente durante las ceremonias de bendicion en honor a Epona, para dar a entender el amor de la diosa por la forma femenina. Cuando Elphame descubria sus patas terminadas en cascos, la gente la miraba con horror y reverencia a la vez, puesto que era evidente que estaba tocada por la diosa.

Elphame detestaba ser objeto de aquellas miradas.

Asi pues, habia adoptado la costumbre de vestir de manera conservadora en publico, y solo se quitaba las tunicas que llevaba normalmente cuando iba a correr, lo que hacia siempre a solas y alejada del templo.

– ?Ah, ahi esta! -exclamo, y se acerco a un tronco que no estaba muy lejos de ellas. Tomo la tela de lino, tenida del color de las esmeraldas, y comenzo a colocarsela alrededor de la delgada cintura. Su respiracion ya habia recuperado el ritmo normal; la delgada capa de sudor de su piel ya se habia secado.

Estaba en una forma espectacular. Tenia un cuerpo de lineas elegantes, atletico, pero muy femenino. Su piel oscura era sedosa, y solo despues de tocarla podia notarse que cubria unos musculos muy fuertes.

Sin embargo, poca gente se atrevia a tocar a la joven diosa.

Era alta; le sacaba varios centimetros a su madre, que media un metro setenta centimetros. Durante su pubertad fue delgaducha y un poco torpe, pero pronto desarrollo las curvas y la plenitud de una mujer. La parte inferior de su cuerpo era la combinacion perfecta de humana y mujer centauro. Tenia la belleza y el atractivo de una mujer, y la fuerza y la gracia de un centauro.

Etain sonrio a su hija. Desde el momento de su nacimiento habia aceptado la singularidad de Elphame con un amor feroz y protector.

– No tienes por que ponerte el pareo, El -le dijo.

– Se que tu piensas que no es necesario, pero si lo es. Para mi no es igual que para ti. A mi no me miran como a ti.

– ?Alguien te ha dicho algo que te haya herido? ?Dime quien ha sido, y conocera la ira de una diosa! -exclamo Etain, con los ojos llenos de fuego verde.

– No necesitan decir nada, mama.

– Preciosa mia… -dijo Etain, cuya ira desaparecio-. Sabes que la gente te quiere.

– No, mama. Te quieren a ti. A mi me idolatran y me adoran. No es lo mismo.

– Claro que te adoran, El. Eres la hija mayor de la Amada de Epona, y la diosa te ha bendecido de un modo muy especial. Deben adorarte.

La yegua avanzo hasta que pudo acariciarle el hombro a la joven con los labios. Antes de responder, El le rodeo el cuello con los brazos al animal y la acaricio.

Despues miro a su madre, y dijo con conviccion:

– Soy diferente. Y, por mucho que tu quieras creer que encajo, para mi las cosas no son iguales. Por eso debo marcharme.

A Etain se le encogio el estomago al oir las palabras de su hija, pero permanecio en silencio para dejar que continuara.

– Se me trata como si fuera algo aparte. No es que me traten mal -anadio El apresuradamente-. Solo, como si fuera algo aparte. Como si tuvieran miedo de acercarse a mi porque pudiera… no se, hacerme anicos. O tal vez porque ellos pudieran hacerse anicos. Asi que me tratan como si fuera una estatua que ha cobrado vida ante ellos.

«Mi preciosa y solitaria hija», penso Etain, y noto el dolor familiar que le causaba el no tener solucion para el sufrimiento de su primogenita.

– Pero nadie ama a las estatuas, al menos de verdad. Las cuidan, y las tienen en un lugar de honor, pero no las quieren.

– Yo te quiero -dijo Etain con la voz entrecortada.

– ?Oh, ya lo se, mama! -exclamo la muchacha, mirando a Etain a los ojos-. Papa y tu, y Cuchulainn y Finegas y Arianrhod, todos me quereis. Sois mi familia, asi que teneis que hacerlo -anadio con una sonrisa rapida-. Pero incluso los miembros de tu guardia privada, que a ti te adoran incondicionalmente, y que darian la vida por ti, creen que yo soy intocable.

La yegua dio un paso hacia delante, y El se apoyo en ella. Etain tenia ganas de abrazar a su hija, pero sabia que Elphame se pondria tensa y le diria que ya no era una nina, asi que tuvo que contentarse con acariciarle el pelo de seda, transmitiendole el consuelo de Epona a traves de sus manos.

– Por eso has venido aqui, ?no es asi? -le pregunto El en voz baja.

– Si -respondio su madre-. Queria intentar convencerte, una vez mas, de que no te vayas. ?Por que no te quedas aqui y ocupas mi lugar, El?

Su hija dio un respingo, y comenzo a negar con la cabeza con vehemencia. Etain continuo hablando, sin embargo.

– Yo he tenido un reinado largo, muy rico. Estoy dispuesta a retirarme.

– ?No! -exclamo Elphame. Solo con pensar en ocupar el lugar de su madre, sentia panico-. ?Tu no te vas a retirar! ?Mirate! Aparentas muchos menos anos de los que tienes, y te encanta celebrar los rituales de Epona. Ademas, la gente necesita que continues. Y debes acordarte de lo mas importante, mama. El reino espiritual no esta abierto para mi. Nunca he oido la voz de Epona, ni he sentido el roce de su magia… -la tristeza que le producia aquella verdad se le reflejo en la cara-. Nunca he sentido la magia.

– Pero Epona me habla a menudo de ti -dijo suavemente Etain, mientras le acariciaba la mejilla a su hija-. Ha velado por ti desde tu nacimiento.

– Lo se. Se que Epona me quiere, pero yo no soy su Elegida.

– Todavia no -matizo su madre.

Por unica respuesta, Elphame se apoyo en el cuello de la yegua, mientras el animal la acariciaba afectuosamente con el morro.

– Sigo sin entender por que tienes que marcharte.

– Mama -dijo Elphame, que volvio la cabeza para mirar nuevamente a su madre-. Parece que me voy al otro lado del mundo. No se por que te molesta tanto que me vaya. He salido mas veces de casa. Estudie en el Templo de la Musa, y eso no te molestaba.

– Era distinto. Claro que tenias que estudiar en el Templo de la Musa. Es donde se educan las mujeres mas espectaculares de Partholon. Arianrhod esta alli ahora -replico Etain con una sonrisa de satisfaccion-. Mis dos hijas sois espectaculares, y esa es una de las razones por las que disfruto teniendote a mi lado.

– Si me hubiera casado, habria tenido que irme a vivir al hogar de mi marido -dijo El.

– No hables como si no fueras a casarte nunca. Todavia eres muy joven. Tienes muchos anos por delante.

– Mama, por favor. No empecemos esta conversacion otra vez. No hay nadie que sea como yo, y no hay nadie que quiera estar tan cerca de una diosa.

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