Yo no respondi, y oi como tomaba la bandeja del te y las galletas. A traves de los parpados medio abiertos lo vi desaparecer por la puerta de la cocina, y volver a salir con otra taza de cafe humeante. Volvio a acercar la mecedora al fuego, bajo la lampara de queroseno. Hizo un gesto de dolor mientras se sentaba cuidadosamente, y encendio la lampara. Con evidente rigidez, alargo el brazo y tomo el libro que descansaba boca abajo sobre la mesilla. Me di cuenta de que habia visto aquella misma expresion de dolor en el rostro de ClanFintan cuando recibio las heridas en la batalla, y sin poder evitarlo, me pregunte por que tipo de lesion se habria retirado Clint. Era evidente que todavia le molestaba.

Se me cerraron los ojos. Mi ultima imagen consciente fue la de la tapa del libro que estaba leyendo Clint. Era una coleccion de ensayos de una escritora de Oklahoma, Connie Cronley, titulada De vez en cuando se cae una rueda.

Vaya si era cierto.

Capitulo 3

Al principio, el sueno fue como una niebla seductora. A medida que me sumergia en el, sin embargo, mi mente se lleno de premoniciones oscuras, y yo no podia despertarme. En la pantalla de la noche se proyectaron escenas inconexas. Eran apariciones fantasmales, a medio formar, en parte centauro, en parte demonio, en parte humano, nada que yo pudiera reconocer ni que tuviera sentido para mi.

Mi alma durmiente se estremecio e intento hacerse con el control de las visiones, como siempre habia podido hacer en el pasado, pero en esta ocasion, el espacio que normalmente estaba lleno de alegria y fantasia habia cambiado. Se habia transformado en un paisaje de pesadilla.

Yo sabia que estaba durmiendo, y me decia que podia despertar en cualquier momento, pero eso no me dio consuelo porque las imagenes deshilvanadas se fundieron y se hicieron solidas, y se transformaron en algo grotescamente familiar. Vi una recreacion sangrienta de la batalla final entre Partholon y los Fomorians, menos la intervencion de Epona y nuestra victoria final. Los cadaveres de los centauros y los humanos que yo sabia que habian muerto en batallas previas estaban despiertos y, como si fueran muertos vivientes, se levantaban para ser asesinados de nuevo.

Algunos de ellos solo tenian ojos. Otros solo tenian bocas con colmillos. Y el resto parecian tocados por una mano divina y eran increiblemente bellos. Mi alma se encogio a la vista de todos ellos.

Yo no presencie mi propia muerte, pero si vi como Alanna, Carolan, Victoria y Dougal caian bajo los dientes y las garras de los Fomorians. Y a medida que la batalla se reproducia una y otra vez ellos resucitaban para ser asesinados nuevamente. Despues aparecio el Senor de los Fomorians, Nuada. En aquella ocasion mi marido no lo vencio. Yo presencie, impotente, como el demonio desmembraba despiadadamente a ClanFintan.

Acto seguido, Nuada eligio a un guerrero solitario, uno a quien yo reconoci rapidamente: era el padre resucitado de Rhiannon, el reflejo de mi padre. Con un silbido de victoria, la criatura alada cerceno el cuello palido de El MacCallan

El grito que se me habia estado formando en la mente penetro en mi sueno, y oi el eco del nombre de mi padre en el perimetro de la espantosa pesadilla. De repente Nuada se volvio y miro a su alrededor, como si estuviera buscando a alguien. Con los ojos entornados, se irguio hasta adoptar su altura completa, con las alas erectas y distendidas. De su boca brotaba sangre y espuma, mientras gritaba: «?Si, mujer! He oido tu llamada. Ya nunca seremos libres el uno del otro. ?Ire a buscarte estes donde estes!».

Tome aire, y mi propio grito de terror me desperto repentinamente. Unos brazos fuertes me estaban zarandeando, y escuche una voz grave llena de preocupacion.

– ?Shannon, Shannon! ?Despierta!

Abri los ojos y vi la cara de Clint. Se me encogio el corazon ante la familiaridad de sus facciones. Echaba de menos a ClanFintan profundamente.

– No pasa nada, estoy bien -dije, e intente sonreir mientras me zafaba de sus manos.

El me solto de mala gana.

– ?Solo ha sido una pesadilla? -me pregunto.

– Si. Una pesadilla.

– ?Quieres que te traiga un vaso de agua o un poco de te?

– No, estoy bien -respondi. Su mirada de decepcion hizo que anadiera-: Pero muchas gracias. Solo estoy muy cansada. Creo que necesito dormir mas.

El miro su reloj.

– Todavia quedan varias horas hasta el amanecer.

– Gracias -repeti, y me tumbe de costado para quedar de cara a la pared y de espaldas a el.

Oi que se sentaba de nuevo en su mecedora, y me pregunte brevemente si iba a pasar la noche velandome. A mi no me importaba. Podia pasar la noche como quisiera, porque yo iba salir de alli al dia siguiente y volveria con mi marido y mi gente. Sin embargo, no podia evitar sentir preocupacion.

Yo nunca habia tenido una pesadilla. Nunca.

Era una nina cuando me di cuenta de que no todo el mundo podia dirigir sus suenos como yo. Yo siempre habia tenido el control de lo que llamaba el Paraiso de los Suenos. Despues, a traves de mis visiones, Epona separaba mi alma de mi cuerpo dormido y me permitia ser sus ojos y sus oidos por todo Partholon. Sin embargo, aquella noche habia sido distinto. No habia experimentado las visiones que me proporcionaba la diosa a traves del Sueno Magico. Estaba segura de eso. Las imagenes que me habian atravesado la mente no habian sucedido en realidad. En ninguna dimension. Solo habia sido una pesadilla.

Cerre con fuerza los ojos, intentando olvidar el mal que habia sentido en Partholon. La misma oscuridad que habia sentido cuando Clint tiro de mi a traves de los arboles hacia Oklahoma. La misma maldad que interesaba tanto a Rhiannon y a Bres. En aquel momento no podia hacer nada sobre de ello. Tenia que dormir. Me obligue a relajarme.

Afortunadamente, el agotamiento vencio a la paranoia y a la preocupacion, y volvi a quedarme dormida. No iba a pensar mas en premoniciones del mal, ni en cosas que me recordaran mi pesadilla.

A la manera de Escarlata O'Hara, respire profundamente y deje que el sueno me venciera. Ya pensaria en ello al dia siguiente…

Capitulo 4

El canto incesante de un ruisenor me desperto.

– Dios, que criaturas mas molestas -refunfune mientras me frotaba los ojos. Los ruisenores y sus canturreos eran una de las cosas que no habia echado de menos de Oklahoma.

– ?Buenos dias, mi nina! -exclamo Clint.

Parecia descansado y fresco mientras se ponia un jersey grueso de lana.

– No soy tu nina -respondi yo.

El se echo a reir con ganas.

Estupendo. Otra de esas personas activas por la manana. Constate otra similitud entre mi marido y el. Por lo menos, aquel era molesto en vez de atractivo.

Baje los pies al suelo y me levante, envuelta en el edredon.

– ?Donde esta el bano?

– Al otro lado de la cocina -respondio el, y senalo con la cabeza en direccion a la puerta-. Hay un cepilio de dientes nuevo en el armario. Y te he dejado alli algunas de las cosas de Rhiannon.

El me echo una mirada de evaluacion, y de repente, me senti como si el fuera capaz de ver a traves del edredon.

– Te quedaran bien. Sientete como en casa -me dijo alegremente.

– Mmm -murmure yo, dirigiendome en direccion al bano.

– Hare cafe y huevos revueltos.

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