– Lo se, Shannon.
Ambos salimos al exterior, y yo me detuve a la luz nebulosa de aquella manana fria de Oklahoma.
– Justo despues de Samhain -termino de decir.
– Querras decir Halloween -dije yo, con una expresion de superioridad.
– No, mi nina. Quiero decir Samhain. No tengo que ser de Partholon para entender el cambio de las estaciones y para respetar los misterios de la naturaleza.
– No queria decir nada. Solo queria decir que el nombre de Samhain es arcaico aqui -respondi, disgustada conmigo misma por haberme vuelto una esnob. Clint comenzo a caminar hacia el bosque, y yo lo segui.
– Nada que sintonice con el bosque es arcaico -me dijo suavemente, y me senalo un sendero que discurria hacia la derecha-. Por aqui.
Se alejo, y yo tuve que esforzarme por seguir su paso, murmurando entre dientes cosas sobre los hombres y sus egos.
– ?Que? -me pregunto el, mirando hacia atras sin dejar de andar.
– Nada, nada -respondi rapidamente, y anadi-: ?Esta muy lejos la burbuja dimensional?
Clint se rio al oir mi descripcion.
– Burbuja… una buena descripcion. No, no esta muy lejos. Mas o menos, a una hora de paseo rapido.
– Es una pena que no tengas caballos -dije con melancolia.
– No me gustan los caballos -respondio el, en tono defensivo.
– ?Que? -no estaba segura de si lo habia oido correctamente.
– No me gustan los caballos. Nunca me han gustado. No monto a caballo -respondio el entonces, de manera cortante.
Yo comence a reirme a carcajadas.
– ?De que te ries tanto?
– ?Rhiannon no te ha contado nada sobre la gente de Partholon? -le pregunte yo. Aquello me parecia demasiado divertido. Por favor. A el no le gustaban los caballos y su reflejo era en parte caballo.
– Me dijo que no queria estar alli porque iban a obligarla a casarse con alguien a quien no queria. Y que unos seres demoniacos iban a atacar su mundo. Eso es todo.
– Clint, Rhiannon no queria casarse con ClanFintan, el hombre con el que estaba destinada a casarse, porque el habria interferido con su forma de vida. Ella no es exactamente mujer de un solo hombre.
– Si, eso ya lo he averiguado. Sin embargo, no se que es lo que te resulta tan divertido.
– Bueno… Tu… reflejo en Partholon… digamos que es un gran jinete -le explique, y tuve otro ataque de risa.
– Eso me demuestra que lo que me has contado sobre Rhiannon y tu es cierto. Los reflejos de uno y otro mundo pueden ser muy diferentes.
Me miro con una ceja enarcada, con una expresion tan propia de ClanFintan que no pude evitar sonreirle con calidez.
– Exactamente.
Era muy mono.
Seguimos caminando colina arriba, y Clint impuso un buen ritmo. A mi me agrado comprobar que mi respiracion era constante, y que no jadeaba ni resoplaba, ni tampoco tenia que hacer un gran esfuerzo por mantener su ritmo. En realidad, me di cuenta de que cuanto mas nos adentrabamos en el bosque, mas tonificada me sentia. Sonrei, disfrutando de la sensacion que me producia la caminata en los musculos de las piernas y ascendiendo con facilidad.
Mientras andaba, tenia tiempo para mirar a mi alrededor. La arboleda era densa. Habia robles y almeces, combinados armoniosamente con abetos y pinos. Sus ramas se entrelazaban y casi no dejaban ver el cielo gris de aquella manana. El suelo estaba cubierto de hojarasca, de ramas rotas y de zarzas.
Entonces oi el susurro. Al principio pense que era el viento a traves de las ramas. Sin embargo, mire hacia arriba, y me di cuenta de que las ramas no se movian. Habia muy poca brisa, sin fuerza suficiente para agitar las ramas.
Pase junto a un arbol muy grande que tuve que rodear, porque su tronco casi bloqueaba el sendero. Roce la corteza con el brazo.
«Bienvenida, Amada». La brisa juguetona se convirtio en palabras dentro de mi mente, y di un respingo.
– ?Shannon?
Clint se detuvo tambien a unos cuantos metros y me miro.
– He oido algo.
El observo todo lo que nos rodeaba, y escucho con atencion.
– No hay nadie.
– No, he oido algo dentro de mi cabeza.
– ?Que has oido? -me pregunto, en un tono emocionado, mientras volvia apresuradamente hacia mi.
– Algo que me daba la bienvenida. Y que me llamaba Amada -le explique, con la voz entrecortada.
Asi era como me llamaba mi diosa, pero no se lo dije.
El volvio a mirar a nuestro alrededor, y puso los ojos sobre el arbol enorme junto al que yo acababa de pasar.
– Quiza haya sido aquel, es muy anciano.
Clint se acerco al arbol y se quito el guante de la mano derecha. Apoyo la palma abierta en la corteza, cerro los ojos, y se concentro. Entonces, se le relajaron las arrugas de la frente, y en sus labios se formo una sonrisa suave. Abrio los ojos, y asintio para animarme a que me uniera a el.
Yo recorde la descarga electrica que recibi la ultima vez que habia intentado oir a un arbol, y me quede paralizada.
Al ver que no me movia, se acerco a mi, me tomo de la mano y la apreto firmemente contra el tronco del arbol. Me senti muy tensa, esperando inconscientemente a que ocurriera algo horrible. Sin embargo, aquella vez fue diferente. Primero senti un calor agradable bajo la mano, como si estuviera posada sobre un animal vivo. Despues el calor se extendio por todo mi cuerpo a traves de la palma de mi mano, y con el, senti una emocion maravillosa, como si inesperadamente me hubiera encontrado con un viejo amigo.
«?Bienvenida, Amada de Epona!».
En aquella ocasion no pude confundirlo con el viento, porque las palabras sonaron con claridad en mi mente.
– ?Oh! -susurre, con reverencia, y pose la otra mano tambien sobre la corteza-. Sabes quien soy.
– Si.
– ?Oh, Clint! -me acerque mas al arbol y apoye la mejilla en la corteza-. Me conoce -dije, y tuve que parpadear para no derramar lagrimas de felicidad al escuchar de nuevo aquel saludo.
– El bosque te habla -respondio Clint, en tono de satisfaccion.
Yo asenti felizmente, sin soltar el tronco del arbol.
– ?Si saben quien soy, seguramente podran ayudarme a volver a Partholon! -exclame, y le envie una peticion silenciosa al anciano espiritu del arbol.
– Entonces debemos continuar andando -respondio Clint, pero en su voz ya no habia placer, sino una determinacion grave.
Yo me quede sorprendida al notar el eco de su pena en el arbol.
Acaricie la corteza y me separe de ella, diciendole mentalmente al arbol que Clint no era mi marido… que no era mi marido… que no era mi marido. Me aleje lentamente del roble.
– Tienes razon, debemos continuar.
El asintio con tirantez y se dio la vuelta, y volvio a caminar. Yo me puse a su lado, mientras escuchaba con asombro los susurros que resonaban en mi mente.
«?Ave, Epona!».
«?Bien Hallada, Amada!».
«?Bendita seas!».
«?Te damos la bienvenida, Amada de Epona!».
Me senti llena de alegria por su aceptacion y su reconocimiento, y aproveche todas las oportunidades que tuve para acariciar los troncos y las ramas de los arboles que estaban mas cerca del camino. Cada vez que tocaba un