– Gracias -dije.
Forme una almohada y la puse contra la puerta del Hummer para poder apoyar la cabeza en ella. La tela era suave y todavia conservaba el calor de su cuerpo. Senti que los labios se me curvaban, sin poder evitarlo, en una sonrisa, mientras el sueno se apoderaba de mi.
Hugh Jackman y yo estabamos volando campo a traves a por unas nubes esponjosas de color violeta. El me abrazaba y me mordisqueaba el cuello mientras me describia la lujosa suite al borde del mar que habia reservado para nosotros dos en el Hyatt de las Islas Caiman…
Entonces me vi succionada del sueno y entre en un tunel de fuego. Al principio senti panico y desorientacion, pero pronto me calme y pude mirar hacia el suelo.
La vision del enorme templo me provoco una oleada de emociones. ?Mi casa! El Templo de Epona. Mi cuerpo flotaba suavemente mientras yo asimilaba aquella vista tan maravillosa y familiar. Estaba atardeciendo, y el cielo ya estaba tenido con las delicadas acuarelas de una puesta de sol en Partholon. El suave color nacar del templo brillaba de una manera magica. Por debajo de mi, los guardias estaban empezando a prender las antorchas y los apliques que mantenian el templo iluminado de noche.
Reconoci a varias de mis ninfas, que pasaban de patio en patio, con los brazos ocupados con ropa limpia, o con cestas cargadas de hierbas aromaticas.
Al principio, la escena me parecio normal, pero al seguir observandolo todo con los ojos llenos de lagrimas de nostalgia, me percate de que algo no iba bien. Mis sirvientas caminaban en silencio. No hablaban. Me acerque al templo y me di cuenta de que todos estaban en silencio, y de que el ambiente era de tristeza. El ambiente era espeso, asfixiante.
?Que demonios habia ocurrido?
Mi cuerpo comenzo a deslizarse hacia el centro de la edificacion. Me hundi a traves de la cupula al mismo tiempo que el sol comenzaba a esconderse por el horizonte.
Mis banos estaban en penumbra, desiertos, como una ostra sin perla. Solo habia una figura en ellos, alguien que estaba encendiendo meticulosamente las velas que habia en los apliques de calavera dorada, en el centro de las hornacinas distribuidas por las paredes. Sus manos esbeltas temblaban mientras se movian de vela en vela. Aquella mujer tenia un aire de desesperanza casi palpable. Cuando se movio, yo distingui las suaves curvas del rostro de Alanna.
– Oh, amiga -susurre, al ver las arrugas que tenia alrededor de los ojos.
No parecio que sintiera mi presencia. Suspiro largamente mientras continuaba con sus deberes de una forma mecanica.
Me di cuenta de que mi cuerpo se elevaba de nuevo.
– ?No! ?Dejame hablar con ella! -le rogue a mi diosa.
«Paciencia, Amada».
Aquellas palabras resonaron en mi mente mientras volvia a atravesar el techo de la cupula. Me dirigi rapidamente en direccion norte. Ya habia experimentado suficientes excursiones como aquella para saber que era mi diosa la que tenia el control de la situacion. Habia algo que queria mostrarme. Era mejor relajarse y esperar a que terminara, pese a que el hecho de saberlo no me hiciera mas faciles las cosas.
Me di cuenta de que habia anochecido rapida y completamente. Aquello no era el oscurecimiento gradual tipico de los dias y las noches de Partholon. Era como si, en ausencia del sol, la oscuridad reinara sin oposicion alguna. Me estremeci al pensarlo, y mi cuerpo se detuvo en seco.
Por debajo de mi, el bosque sagrado se abria para exponer un claro, en el que habia una gran hoguera que atrajo mi atencion. Comence a descender. Me di cuenta de que aquel era el mismo claro que habia en los dos mundos, y me fije bien en la hoguera. No era del color azafran y dorado de las llamas amigables, sino que ardia de un color rojo que parecia a punto de estallar y destruir.
No vi a ClanFintan hasta que estuve a pocos metros sobre el fuego. El metio la mano en un bolso de cuero que llevaba colgado al costado y saco algo que parecia arena. Lo echo sobre las llamas mientras pronunciaba las palabras «mo muirninn», una y otra vez, con una voz ronca y gutural, llena de tension. Tenia los ojos enrojecidos y estaba muy cerca del fuego, mirandolo fijamente. Su pecho humano estaba desnudo y sudoroso, y su parte equina estaba cubierta de una espuma blanquecina, como si llevara corriendo dias y dias.
– ?ClanFintan! -lo llame. Pronuncie su nombre con toda la fuerza de mi anhelo.
Entonces, el alzo la cabeza y miro en direccion a mi.
– Rhea, amor mio. ?Me has oido por fin?
– Si -grite, con la esperanza de que mi diosa me permitiera comunicarme con el, aunque solo fuera por un instante.
«Tranquilizalo, Amada».
– ?Estoy aqui! ?Estoy intentando volver a casa!
Mientras hablaba, senti que mi cuerpo se volvia visible. Mi marido abrio mucho los ojos, con sorpresa y placer. Entonces yo me mire y me di cuenta, para mi completo azoramiento, de que estaba desnuda.
– Te veo -susurro el.
– Epona nunca me viste adecuadamente -dije yo.
– Y yo le doy las gracias por ello.
Sonrei suavemente y le dije lo que mi diosa estaba transmitiendome.
– Y Epona va a asegurarse de que vuelva a casa.
– ?Cuando! -exclamo angustiado.
– Yo… no lo se.
– Tienes que volver. La ausencia de la Amada de Epona ha pasado una terrible factura a nuestro mundo.
– ?No! -grite-. No me he ido para siempre. Diles a las gentes que Epona no los va a abandonar.
– ?Cuando? -repitio el.
– Ha ocurrido algo en mi antiguo mundo -dije-. Nuada me ha seguido hasta aqui.
El entrecerro los ojos. Era demasiado sabio como para cuestionar el hecho de que, de alguna manera, nuestro enemigo hubiera sido reanimado.
– ?Tu diosa no permitira que esa criatura te haga dano!
– ?No! No estoy preocupada por mi misma. El va a atacar a la gente a la que quiero. Creo que se como puedo volver a Partholon, pero tienes que entender que no puedo marcharme de aqui hasta que sepa que la gente a la que dejo atras esta segura.
Su preciosa cara se ensombrecio, y note que habia tension en sus palabras cuando volvio a hablar.
– He visto al hombre del claro. El hombre que tenia mi cara.
– Si.
– ?Es mi reflejo en tu mundo?
– Si.
– Entonces, estas protegida, a salvo -dijo entre dientes.
– Si -repeti yo, sintiendome desleal, inepta y muy, muy culpable.
El siguio mirandome fijamente a los ojos.
– ?Esta bien nuestra hija?
Yo sonrei.
– Todavia me hace sentir muchas nauseas.
– Entonces, esta bien.
Alzo una mano hacia mi, y me rogo:
– Vuelve conmigo, Shannon.
– Lo hare, mi amor -respondi, y note que se me iba a escapar un sollozo de la garganta mientras mi cuerpo comenzaba a ascender de nuevo-. Dile a Alanna que no pierda la esperanza… -mi voz se desvanecio y se evaporo en la noche.
El tunel de llamas se abrio ante mi, y me prepare para el viaje de vuelta, aunque no pude evitar emitir el grito de mi alma aterrorizada…
Y me encontre de nuevo en el asiento del Hummer.
– ?Shannon! -Clint me estaba zarandeando por el hombro. Su expresion era de panico-. ?Dios mio, Shannon! ?Estas despierta ahora?