– Como si eso tuviera importancia -murmuro Gena.

– Pero era muy bonito -dijo Morrigan.

– ?Bonito? No. Era sucio, hacia calor y estaba lleno de bichos. Mis zapatos Kenneth Cole son bonitos, eso si. Los que no puedo ponerme hoy porque vamos a ir a una cueva desagradable, oscura, fria y llena de murcielagos.

– Espera, ?hay murcielagos en la cueva? -pregunto Gena alarmada-. No me lo habiais dicho.

– Pues claro. Es una cueva. En las cuevas hay murcielagos -respondio Jamie.

Morrigan suspiro.

– Es verano. No vas a ver a los murcielagos. Estan escondidos en las partes mas oscuras y frescas de la cueva. Y de todos modos, si ves alguno, no te molestara.

– Bueno, y por fin, llegamos al tercer ejemplo -dijo Lori, haciendo una pausa dramatica y alzando tres dedos extendidos-: Bailar desnudas, al aire libre, por la noche.

Jamie gruno.

– ?Tenemos que hablar de eso? -pregunto Gena mientras se abanicaba con la mano la cara ruborizada de verguenza.

– Reconocelo. No habria estado tan mal si hubieramos llevado zapatos, y si el asqueroso de Josh Riddle no nos hubiera espiado -dijo Morrigan.

– Todavia tengo pesadillas con ese chico -dijo Lori.

– ?Y por que lo hicimos? No lo recuerdo. Creo que mi mente lo ha bloqueado -dijo Jamie.

– Estabamos celebrando el Esbat -dijo Morrigan, y sus amigas la miraron con desconcierto-. Una celebracion de la luna llena. Mi abuela me conto que algunos paganos honraban a la luna llena bailando desnudos, y a nosotras nos parecio divertido.

– No, a ti te parecio divertido. Nosotras te seguimos la corriente -corrigio Lori.

– ?Sabeis? Me parece raro que mama Parker sepa tanto de religiones raras. Es muy buena, como una abuela completamente normal. Y de repente, una noche llegas a su casa y la ves fuera, echando vino con miel alrededor de una hoguera que ha prendido en mitad del patio, y te sonrie y te dice algo como: «Estoy terminando la ofrenda de Imbolc a la diosa, carino. Pasa. Hay galletas en la cocina» -comento Gena.

– A mi no me parece raro -dijo Morrigan.

– No es que mama Parker no me parezca estupenda. Me lo parece -contesto Gena rapidamente.

– Pero tienes que reconocer que no es exactamente lo mas normal en Oklahoma.

Morrigan se encogio de hombros.

– Nunca he entendido por que lo normal es tan bueno.

– Morrigan tiene razon -dijo Jamie-. Yo llevo toda la vida yendo a la iglesia metodista de Broken Arrow, y nunca me he divertido tanto como cuando pedimos los deseos de Easter en el arbol.

Todas las ninas sonrieron.

– Se dice los deseos de Eostre -dijo Morrigan.

– ?Os acordais de que mama Parker planto muchas flores alrededor del arbol? -pregunto Gena. Morrigan asintio.

– Narcisos, azafranes de primavera y jacintos. Yo la ayude a plantar los bulbos el invierno anterior.

– Y entonces, cuando comenzaron a florecer, mama Parker nos dio lazos de seda y cristales…

– Y esas estrellitas hechas de papel de aluminio -dijo Lori, interrumpiendo a Gena-. Y despues nos dio tarjetas con flores silvestres, biodegradables, por supuesto, y nos dijo que escribieramos nuestros deseos. Cuando terminamos, atamos las tarjetas a las ramas del arbol.

– Si, y mama Parker nos dijo que era otro modo de hacer nuestras plegarias de Semana Santa. Fue mucho mas divertido que madrugar y sentarse en el banco duro de la iglesia -dijo Jamie.

– Fue estupendo -dijo Lori.

– Si, es verdad -convino Gena.

– Entonces, ?ya no os importan tanto mis rarezas? -pregunto Morrigan.

Mantuvo un tono de voz ligero, de broma, pero sabia que habia una parte de si misma que estaba esperando constantemente a que sus amigas se dieran cuenta, algun dia, de que ella no encajaba, por muy buena que fuera su capacidad de interpretacion. Entonces, ellas la abandonarian con las voces del viento y con sus preguntas sin respuesta.

– Morgie, carino, ?nos gustan tus rarezas! -le dijo Gena, y le rodeo los hombros con el brazo.

– Exacto. Sin tus rarezas no podriamos ser Las Cuatro Fantasticas -dijo Jamie.

– Por eso estamos aqui, para seguirte a esa cueva llena de murcielagos, cuando deberiamos estar de compras -dijo Lori.

– Bueno, deja ya de hablar de los murcielagos -dijo Gena.

Sono una campanilla que a Morrigan le recordo la que debia de usarse, cientos de anos antes, para avisar a los vaqueros de un rancho de la hora de la cena.

– ?El viaje guiado de las tres al interior de la cueva sale en dos minutos! -anuncio una voz masculina a traves de un antiguo sistema de megafonia.

Las chicas recogieron los restos del picnic y metieron la cesta en el maletero del viejo Ford Escort de Morrigan. Ella tomo la linterna de emergencia que le habia dado el abuelo y se la metio al bolso, y despues, todas se pusieron a la cola que estaba empezando a bajar, desde la zona de merendero, por unas escaleras de piedra, hasta la entrada de la cueva principal.

Morrigan estaba impaciente. En aquella ocasion no solo iba a acampar en el bosque, ni a dar un paseo por unas colinas. En aquella ocasion iba a entrar directamente a la tierra. Sentia la atraccion hacia ella como sentia el cambio de temperatura.

«Ven…».

Aquella palabra le resonaba en los oidos.

– ?Morgie! Vamos… por aqui.

Morrigan se dio cuenta de que se habia quedado ensimismada en las escaleras, observando fijamente la entrada a la cueva. Parpadeo y vio a Gena haciendole senas desde las sombras, donde estaba junto a Lori, Jamie y el resto del pequeno grupo al que se habian unido. Morrigan reacciono y siguio apresuradamente a sus amigas.

«Ven…».

La palabra la envolvio, como la oscuridad fria de la caverna. En Oklahoma, en agosto, siempre hacia muchisimo calor, y Morrigan sintio al instante que respiraba mejor, que se adaptaba rapidamente a la diferencia de mas de treinta grados. Respiro profundamente y percibio el increible olor a tierra, rico, dulce y rocoso. Aquella esencia le invadio los sentidos y consiguio que se sintiera excitada y relajada al mismo tiempo.

«Este es el lugar al que perteneces…».

Al oir aquellas palabras, sintio que la verdad que contenian era poderosa, y fue incapaz de contenerse: atraveso el pequeno grupo para colocarse la primera, detras del guia, al entrar a las entranas de la cueva. Queria ser la primera que oliera, tocara y lo viera todo. El alma de Morrigan temblo de excitacion. Ella ignoro las exclamaciones de sus amigas, que intentaban alcanzarla.

– Bueno, si todos estan preparados, avancemos en grupo -iba diciendo el guia-. Por favor, recuerden que las luces se activan con un temporizador, asi que tienen que permanecer cerca de mi, y que no deben alejarse.

?Que molesto! Ella no queria estar atrapada en el grupo de visitantes. Se moria de ganas de explorar aquel lugar asombroso por si misma. Con irritacion, Morrigan aparto los ojos de las paredes de la cueva para lanzarle al guia una mirada fulminante. Sin embargo, el corazon le dio un salto.

El guia era un tipo despampanante. Y la estaba mirando directamente a ella, como si pudiera leerle el pensamiento.

Capitulo 3

– ?Listos? -pregunto el guia, mirandola directamente con sus ojos azules y brillantes. Morrigan asintio-. Muy

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