miedo.

– No, no tengo miedo -dijo ella automaticamente.

– Pues entonces, debemos irnos ya. No vamos a llegar a tiempo.

– De acuerdo.

– Entonces, ven aqui.

Morrigan entro en el circulo de sus brazos, y el le puso una mano a cada lado de la cintura.

– ?Lista?

– Si -respondio ella, aunque no fuera cierto.

Y entonces, a Morrigan se le escapo un jadeo. Kegan la levanto del suelo como si no pesara nada, giro la cintura y la coloco sin ceremonias sobre su lomo.

Morrigan se ocupo arreglandose el vestido, dando gracias por no llevar una de sus minifaldas vaqueras.

– Agarrate fuerte. El descenso es empinado -dijo Kegan, mientras recogia la cesta y comenzaba a moverse.

– ?Que me agarre a que? No hay…

Morrigan se atraganto con las palabras cuando el paso el borde de la cuesta y comenzo a deslizarse hacia abajo. Sin saber que hacer, lo rodeo con los brazos e intento no caerse mientras miraba por encima de su hombro. Sin que su paso vacilara, Kegan miro hacia atras, hacia ella, y sonrio.

«Es un granuja, tal y como me dijo Birkita», penso Morrigan. Aunque a ella no le importaba demasiado…

Capitulo 17

– No ha estado tan mal, ?verdad?

Una vez pasada la empinada cuesta, Morrigan se las habia arreglado para dejar de abrazarlo. Iba muy erguida, intentando dar la apariencia de que estaba relajada, con las manos descansando ligeramente sobre los hombros desnudos de Kegan. En realidad, sentia cada centimetro donde se encontraban sus cuerpos, el de ella, intimamente pegado al de el.

– Oh, si, estupendo. Aunque hubiera preferido tener una silla -murmuro.

Kegan se rio y la miro por encima de su hombro.

– Tu no necesitas silla. Tienes un asiento precioso -dijo el, y el brillo de sus ojos le dio a aquellas palabras un claro doble sentido, que Morrigan prefirio pasar por alto.

– Voy a tener un asiento dolorido si no me bajo de aqui. ?Falta mucho para llegar? Ya casi esta atardeciendo.

– Esta detras de ese pequeno monticulo -le aseguro Kegan.

Kegan ascendio la colina, y cuando salieron del bosquecillo de pinos que acababan de atravesar, se encontraron con una vasta extension de agua salpicada de piedras enormes y puntiagudas.

– Ya hemos llegado. Deja que te ayude.

Kegan se giro hacia atras y volvio a tomarla por la cintura para dejarla en el suelo, a su lado. Ella sonrio cuando el hizo un gesto de evidente reticencia a soltarla.

– Seguramente te he resultado pesada -dijo Morrigan, que se sentia nerviosa.

El sonrio.

– Me has resultado perfecta.

– Bueno, ?te doy las gracias o te hago unas caricias?

Su sonrisa aumento.

– Creo que me gustarian ambas cosas.

– Veamos como te comportas en el viaje de vuelta. No quiero recompensarte tan rapidamente.

Kegan se rio.

– Ya veo que vas a ser uno de esos jinetes dificiles.

– Oh, asi que solo soy una de tantas. ?A cuantas mujeres has llevado?

El todavia estaba sonriendo, pero sus ojos tenian una mirada seria.

– He llevado a muchas mujeres, pero todas se han convertido en sombras del pasado, sin ningun interes, en comparacion contigo, Portadora de la Luz.

– ?Incluso Myrna? -pregunto Morrigan, sin poder contenerse.

– Incluso ella -dijo Kegan, y senalo hacia las Salinas-. Sera mejor que bajemos al nivel del lago, celosa, o te perderas la puesta de sol.

Morrigan iba a decir que ella no estaba celosa, pero reprimio la mentira. En vez de hablar, hizo acopio de dignidad y camino hasta el borde de la colina.

– ?Vaya! Resulta mas increible desde aqui cerca.

– Entonces, vamos a acercarnos mas -dijo Kegan, y despues de dejar la cesta en el suelo, la tomo de la mano. Ambos descendieron por el terraplen hasta que llegaron al nivel de las Salinas.

Morrigan olfateo el aire.

– Huele como el mar, menos los peces.

– Es demasiado salino para tener peces. ?Ves que incluso las plantas dejan de crecer a bastantes metros de la orilla?

Ella asintio, pero no estaba prestando demasiada atencion. Su atencion estaba centrada en las piedras de cristal que sobresalian de la superficie del agua. El sol estaba empezando a tocar el cielo del oeste, a su izquierda, y el color azul del cielo se estaba volviendo de los colores apasionados del atardecer: fucsia, azafran y oro. Cuando el sol tocaba las enormes piedras, las encendia con los colores de la tarde.

– Quiero ir alli -dijo ella, que estaba a punto de saltar de emocion.

– Vuestros deseos, mi senora, son mis ordenes.

En aquella ocasion, cuando Kegan abrio los brazos, Morrigan se acerco sin titubear a el, y se coloco con mas elegancia sobre su lomo ahora que ya no estaba concentrada en su azoramiento.

– ?Alli! -dijo, senalando hacia una piedra de cristal que tenia la parte superior plana y era lo suficientemente ancha como para ponerse de pie sobre ella-. Llevame hasta aquella.

El centauro entro al lago rompiendo la superficie del agua, y con facilidad, se dirigio hacia la piedra, que estaba a varios metros de la orilla. Morrigan se dio cuenta de que era mucho menos profundo de lo que parecia. Algunas veces, el agua apenas cubria los cascos de Kegan.

– Supongo que podria haber venido andando. Tenias razon, no es nada profundo.

El sonrio.

– Y se te habrian estropeado esas sandalias tan bonitas. Ademas, a mi me gusta tener una excusa para llevarte a la espalda.

Ella le empujo el hombro y fruncio el ceno, en broma.

– Ponme en esa piedra de ahi.

– Como tu digas.

Y, sin permitir que se le mojaran ni siquiera las puntas de los dedos del pie, Kegan la levanto de su lomo y la coloco sobre la piedra.

En cuanto Morrigan toco la parte superior del cristal, lo sintio. El poder. Latia desde la piedra. Ella se agacho y poso las manos contra la superficie, y susurro:

– ?Me conoceis?

«Te conocemos, Portadora de la Luz».

Al igual que en la cueva, la respuesta provenia de los cristales y atravesaba su piel y sus nervios, los musculos y la sangre de sus manos, y se abria paso, como una corriente, hacia su cuerpo.

– ?Te reconocen los cristales? -le pregunto Kegan.

– ?Si! Me conocen. Es un poco distinto a lo que ocurre en el interior de la cueva. Aqui parece el eco de un sonido, no es tan intenso como alli. Pero me llaman Portadora de la Luz.

– Entonces, tal vez deberias pedirles que se iluminen -dijo Kegan. Despues, dio varios pasos hacia atras, como si quisiera dejarle espacio-. El momento es perfecto. El sol se esta poniendo ahora.

Morrigan se puso en pie y se volvio. El sol estaba cayendo lentamente hacia el horizonte del oeste, lanzando

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