mas colores como llamas en el cielo. Desde la parte de las Salinas que ya quedaba a la sombra estaba empezando a surgir un poco de niebla, blanca y diafana. De repente, aquel cielo brillante y la belleza de la niebla y el agua le recordaron a Oklahoma, y a muchos atardeceres gloriosos que habia visto con sus abuelos. Morrigan tuvo una aguda sensacion de nostalgia.
«Aquel era el lugar donde naciste, pero nunca fue tu mundo», le dijo la voz insistente de su cabeza, que sonaba mas claramente y con mas fuerza de lo que nunca hubiera sonado en Partholon.
«Que ames el lugar en el que has nacido no significa que denigres tu nuevo hogar…».
Morrigan dio un respingo al oir aquella otra voz, que el viento le llevaba como un susurro. Era raro que llevara tanto tiempo sin oirla. Entonces, agito la cabeza y respiro profundamente. No. No queria escuchar ninguna voz. Ella no necesitaba aferrarse a susurros para encontrar su camino. Era una Portadora de la Luz, la Suma Sacerdotisa y la Elegida de la Diosa.
Morrigan alzo los brazos.
– ?Espiritus del cristal, me llamais Portadora de la Luz, asi que os pido que me deis luz!
«?Portadora de la Luz!».
El titulo resono de una manera sobrenatural a su alrededor, a medida que las piedras de cristal respondian a su llamada y resplandecian. Y, mientras las piedras emitian una luz dorada que parecia vencer a los rayos del sol de poniente, Morrigan sintio que el poder la invadia. Era como si la luz estuviera atravesandole el cuerpo y llenandola de calor, sensaciones y alegria. Estiro los brazos para mirar como le brillaba la piel. Era como si fuera de cristal y se hubiera vuelto de carne y fuego. Y entonces, por capricho, puso la palma de la mano hacia arriba y dijo:
– ?Enciendete!
De su mano surgio una llama fuerte, segura, que hizo que Morrigan riera de placer y se volviera hacia Kegan:
– ?Mira lo que soy capaz de hacer!
– Nunca habia visto nada parecido. Nunca habia visto nada como tu -dijo Kegan.
La estaba devorando con la mirada, y todo el calor, la alegria y la emocion que Morrigan sentia se convirtieron en pasion pura. El centauro leyo bien el cambio que se produjo en ella y comenzo a acercarsele.
– Eres luz y llamas, tan bella, que es dificil no mirarte. Podrias iluminar cualquier oscuridad, Morrigan.
Se quedo frente a ella. Morrigan extinguio la llama de su palma con un movimiento de la muneca, y se inclino hacia el para abrazarlo. El deseo ardia con tanta fuerza en su cuerpo que tuvo que calmar la respiracion antes de hablar.
– Quiero que me beses y que me hagas el amor mientras estoy ardiendo asi.
Con un gemido, Kegan se inclino para atrapar su boca, pero fue Morrigan quien se convirtio en perseguidora. Lo acogio con una pasion que ardia como los cristales que los rodeaban. Kegan la tomo en brazos, y cuando Morrigan advirtio que iba a llevarla asi hasta la orilla, le pidio:
– No, por favor. Ponme de nuevo a tu espalda.
Sin decir una palabra, el cambio su posicion y coloco a Morrigan sobre su espalda para que pudiera cabalgar a horcajadas. Ella lo rodeo con los brazos y cino su cuerpo vibrante contra el de Kegan, el pecho, los muslos, el centro de si misma, mientras exploraba la columna fuerte de su cuello con los labios y los dientes.
– Tu cuerpo es tan calido que parece que estas ardiendo -gimio Kegan.
– ?Es demasiado? ?Te hago dano? -le pregunto ella sin aliento.
– ?No, no! No pares.
Kegan salio del agua y recorrio la corta distancia hasta la loma donde habian dejado la cesta. Levanto a Morrigan de su espalda sin separarse de ella, y devoro su boca. Cuando se aparto, ella hizo un sonido de frustracion e intento abrazarlo de nuevo.
– Espera, debo experimentar el Cambio.
Lo que el le estaba diciendo consiguio aplacar el deseo de la mente de Morrigan, y ella asintio temblorosamente.
– De acuerdo. ?Que quieres que haga?
– Debes permanecer muy callada, aunque te asuste lo que veas.
– Pero…
– ?Confias en mi?
Morrigan no titubeo.
– Si.
Kegan le dio un beso breve y fuerte, y despues, se alejo varios pasos de ella. Con el fondo del atardecer, Morrigan vio la silueta de Kegan dibujada por la niebla y las piedras doradas y brillantes, mientras el inclinaba la cabeza y comenzaba a cantar. Hablaba en voz baja, y en un lenguaje que ella no entendia, pero si sentia el poder de aquellas palabras rozandole la piel. Sin dejar de entonar aquel cantico, Kegan comenzo a elevar los brazos, y a Morrigan le parecio que su piel comenzaba a vibrar de una manera extrana, con unos movimientos demasiado rapidos como para que sus ojos pudieran detectarlos, y entonces, la vibracion se hizo brillante, tan brillante que Morrigan solo podia mirarlo a la cara. Tuvo que taparse la boca con la mano para que no se le escapara un grito al advertir su expresion de agonia. Y entonces, el cuerpo de Kegan estallo en luz.
Morrigan pestaneo para intentar disipar los puntos blancos de sus ojos. Queria llamar a Kegan, pero todavia estaba demasiado asustada como para hacer algo.
– Ahora puedes hablar -dijo Kegan, entre bocanadas de aire.
A Morrigan se le aclaro la vision, y entonces vio a Kegan, que estaba desnudo, salvo por el chaleco de cuero que llevaba, y arrodillado. Tenia la cabeza inclinada y estaba apoyado en uno de los brazos, y temblaba violentamente. Morrigan se acerco rapidamente a el, se arrodillo a su lado y comenzo a apartarle el pelo humedo de la cara.
– ?Oh, Kegan! ?Estas bien? ?Me has dado un susto de muerte!
El la miro con una sonrisa.
– Cuesta un poco acostumbrarse al Cambio.
– ?Y que lo digas! Ha sido horrible. Te ha hecho dano.
– Si. Duele -dijo el.
Su sonrisa aumento, y su respiracion fue recuperando el ritmo normal. Se puso en pie, temblando solo un poco, y la tomo en sus brazos.
– Deberias haberme dicho que dolia tanto -le dijo Morrigan, mientras posaba las manos suavemente en su pecho, casi con miedo de tocarlo.
– No estaba pensando en el dolor cuando decidi cambiar.
Morrigan cabeceo.
– Bueno, pues yo lo pensare la proxima vez.
– Y a mi me alegra que haya una proxima vez.
Kegan se inclino para besarla brevemente, y despues, la tomo de la mano y camino lentamente, con ella, hasta el lugar en el que habian dejado la cesta. Sin pudor alguno, se quito el chaleco y abrio la cesta, de la que saco una manta. Mientras la extendia por el suelo, Morrigan se lleno los ojos de el. Le gusto absolutamente todo lo que vio, pero estaba empezando a ponerse nerviosa. Muy nerviosa.
– ?Paso la inspeccion?
– Si -dijo ella rapidamente, al darse cuenta de que el habia estado alli plantado, desnudo, observando como ella lo observaba.
– Bien. Me alegro de que te agrade como soy en mi figura humana.
– Tambien me gustas en tu forma de centauro -respondio ella, muy en serio. Era muy guapo, de cualquier forma.
– Bien -repitio el, sonriendo lentamente-. ?Puedo pedirte un favor?
Morrigan asintio.
Kegan senalo a las Salinas, y Morrigan siguio su mano con la mirada. Los cristales seguian brillando, pero no con la misma fuerza que antes. El cielo se estaba apagando, y la niebla le conferia a todo un aspecto irreal.
– Haz que se iluminen de nuevo.
Morrigan miro desde las Salinas a Kegan.
– ?Quieres que vuelva hasta alli?