presentarse ante su padre. ?Deberia darte verguenza! -Esta ultima exclamacion de Brougham fue respondida con un resoplido de desprecio y su acusacion de «?Ingrato!» provoco un bostezo, mientras el animal se acercaba mas a las piernas de Darcy.
– ?
– Me parecio lo mas apropiado. -La mirada de Brougham se aparto de
Darcy se mordio el labio, mientras su mano ardia en deseos de darle una caricia de aprobacion a la impenitente cabeza de
– Debo agradecerte la dedicacion con que has cuidado a mi hermana. Parece que has cumplido mi encargo con asombrosa diligencia, porque, desde mi regreso, Georgiana no ha hablado mas que de ti.
– Ah -respondio Brougham-, ya veo. -Con los codos apoyados sobre los brazos del sillon, entrelazo los dedos debajo de la barbilla y miro a Darcy fijamente-. ?Tienes alguna objecion con respecto a mis atenciones hacia la senorita Darcy? Pense que veias con buenos ojos todo lo que yo pudiera hacer por ella para acceder a la vida social.
– Seria un tonto si no lo hiciera -repuso Darcy con tono sereno-, pero ella es muy joven, Dy, y tu haces el papel de galan extremadamente bien.
El rostro de Brougham se ensombrecio de repente.
– ?Me estas acusando de burlarme de la gentileza de la senorita Darcy?
– No, no te estoy acusando. -Darcy le lanzo a su amigo una mirada penetrante-. Solo estoy senalando que ella es muy joven y recordandote la facilidad con que una jovencita puede llegar a creer que esta enamorada. -Al oir eso, Brougham se levanto del sillon y, visiblemente agitado, se dirigio hasta el otro extremo del salon. Darcy lo miro con asombro. Dy se quedo quieto durante un instante, dandole la espalda a su amigo; luego se dio la vuelta, con el rostro relajado y la expresion de despreocupacion que Darcy veia cada vez que estaban con mas gente.
– ?Desde luego, Darcy, es muy apropiado y correcto que me hagas esa advertencia! He tomado nota y me comprometo a que la senorita Darcy nunca tenga razones para creer semejante cosa. Te aseguro que ella esta a salvo
– ?Si? -pregunto Darcy con cautela.
– La senorita Darcy posee muchas virtudes admirables. Es muy consciente de tu preocupacion y generosidad; pero ella ya no es una nina, amigo mio. Ten cuidado de no tratarla como tal, o de subestimar su inteligencia, porque ella tiene una fuerza interior que todavia no has descubierto.
– ?Ah si? -replico Darcy con arrogancia-. ?Asi que ahora resulta que puedes jactarte de ensenarme como tratar a mi hermana y a mi perro? -Ante la mencion de la palabra «perro» y el gesto que hizo su amo hacia el,
– ?Ni lo suenes, viejo amigo! -Dy se rio-. ?Eso no tendria ningun sentido! -El reloj del estudio dio la hora y los tres se giraron a mirarlo-. Hoy vais a ver el retrato de la senorita Darcy terminado, ?verdad? -pregunto, cuando se desvanecio el eco del reloj-. Me sentiria honrado si me permitieras acompanaros, porque confieso que me gustaria mucho verlo.
?Por fin estaba solo! Apoyado contra la puerta que conducia al vestidor, Darcy oyo a Fletcher ultimando los preparativos para la manana siguiente y como se marchaba finalmente a descansar. Cuando oyo cerrarse la puerta de servicio, bajo la guardia que habia jurado mantener, con la sensacion de alivio de un hombre al que lo liberan del deber de contener el viento. El entusiasmo por aquella subita liberacion fluyo a traves de su cuerpo y, durante un breve instante, la tension del pecho parecio disminuir. Por un momento pudo respirar profundamente y creer que era una noche como cualquier otra. Luego los recuerdos de Elizabeth volvieron a su mente de la misma forma que acudian cada noche desde su regreso de Kent, tan pronto como se quedaba solo; y la virulenta mezcla de rabia y angustia que invadia su corazon y que lograba reprimir durante el dia, pudo verse claramente dibujada en cada uno de sus rasgos.
Envolviendose en su bata, avanzo hacia la chimenea y tomo asiento en el sillon mas proximo al fuego. Era un abril bastante frio y todavia era necesario encender el fuego por las noches, asi que estiro los pies enfundados en sus zapatillas para disfrutar del calor. Dios sabia que el no tenia ni una gota de calor en el cuerpo. No, segun la senorita Elizabeth Bennet, era un villano frio y sin sentimientos, que gozaba haciendo dano a hombres virtuosos y destruyendo las esperanzas de doncellas, alli donde se posara su desdenosa mirada. Miro al sillon que estaba al otro lado de la alfombra que adornaba el suelo frente a la chimenea y supo que, si cerraba los ojos, podria verla a ella alli, sonriendo. Sonriendo con una actitud de reproche, penso y sacudio lentamente la cabeza.
– No, senorita Bennet, no la quiero a mi lado para que haga una lista de mis multiples defectos.
La mirada de Darcy se deslizo hacia la botella de brandy que habia junto a el. No, el calor que encontraria alli era tentador, y la inconsciencia que le produciria, todavia mas; ?pero preferiria morirse antes que permitir que Elizabeth lo llevara a beber y a convertir su vida en un melodrama! ?Su vida! Su vida habia ido perfectamente hasta que a Charles Bingley se le habia ocurrido la idea de alquilar una casa en el campo y luego habia convencido a Darcy para que supervisara su transformacion en un miembro de la clase terrateniente. ?Por que habia tenido que aceptar? ?Por compasion? ?Por aburrimiento? Si no hubiese sucumbido a las peticiones de Bingley, no habria llegado a poner un pie en Hertfordshire el otono anterior. Y asi no habria conocido… a Elizabeth. Aquella idea le produjo un agudo dolor en el pecho. Porque, incluso ahora, ?podria afirmar que nunca habria querido conocer a Elizabeth, la primera y, tal vez, la unica mujer que era capaz de atraerlo en cuerpo y alma, que podia colocarse alegremente ante el para desafiarle y aun asi despertar su admiracion y su deseo?
– Elizabeth -gruno Darcy, colocando su cabeza entre las manos. En Kent ella habia dado muestras aparentes de aceptar sus atenciones. Sus visitas a Rosings habian sido animadas y se habia comportado amablemente con el. Si, a veces lo habia molestado, pero el sabia que esa era su manera de ser. Habia recibido con una carcajada escandalizada la observacion de que, a veces, se complacia sosteniendo opiniones que, de hecho, no eran suyas, pero no lo habia negado. Por la forma de enarcar las cejas, Darcy penso que ella parecia haber encajado el «golpe». Sus paseos habian transcurrido casi formalmente. Poco se habian dicho, era cierto; pero lo que el pretendia era que ella leyera en sus acciones, y no le habia dado razones para creer que estaba equivocado en sus progresos.
Se recosto contra el respaldo del sillon, se froto los ojos y se paso una mano por el pelo, mientras luchaba mentalmente por armar todas las piezas del rompecabezas que era Elizabeth Bennet. Al menos ya no podria atacarlo con la historia de Wickham. La carta que el le habia escrito