?Acaso el destino podria haber ideado una ironia mas perfecta, o hacerlo sentir mas ridiculo?
Se levanto del sillon. Las brasas se estaban apagando, lo mismo que los carbones del brasero que estaba calentando la cama. Si no se acostaba pronto, no podria dormirse antes de que todo se congelara. Se quito la bata, saco el brasero de la cama y se deslizo entre las sabanas. ?Habria marcado alguna diferencia el hecho de que Elizabeth supiera la verdad? Darcy cerro los ojos para no pensar en la pregunta, pero enseguida la vio esgrimiendo su otra acusacion. No, no habria ninguna diferencia; porque ?no habia sido el culpable de «arruinar la felicidad» de una hermana muy querida? Darcy gruno, se acosto de lado, agarro una almohada y hundio la cara en ella. ?Basta… basta por esta noche! La unica esperanza de alivio era dormir sin sonar, pero aparentemente lo unico que la providencia juzgaba apropiado para el era una miserable noche llena de sobresaltos y pesadillas.
Cuando Fletcher entro a la manana siguiente para correr las cortinas, Darcy sintio deseos de maldecirlo, por un lado, por despertarlo, y por otro, de darle las gracias por poner punto final a la perturbadora danza de fantasmas que lo habia atormentado toda la noche. Decidio no hacer ninguna de las dos cosas porque no supo cual elegir. En vez de eso, se incorporo con dificultad y puso los pies en el suelo, mientras el reflejo de la luz que entraba a raudales por la ventana le heria los ojos. ?Como podia haber tanto sol? Estaba en Londres, ?no? Entrecerro los ojos y miro el desorden que habia causado en su cama la inquietud de la noche. Las criadas encargadas de arreglarla tendrian mucho que hacer, porque parecia como si Darcy se hubiese enfrentado a alguien en un combate a muerte. Al levantar la mirada, alcanzo a ver a Fletcher contemplando el cataclismo con la boca abierta.
– L-le ruego que me perdone, senor -tartamudeo, cuando se dio cuenta de que Darcy lo estaba mirando-. ?Desea que lo afeite ahora, senor? -Enseguida desvio la mirada.
– Si, supongo… -respondio Darcy con un suspiro, pero dejo la frase sin terminar al pensar en el dia que le esperaba. El primer reto al que debia enfrentarse con su inestable estado de animo seria el desayuno con Georgiana. La cena de la noche anterior habia resultado de nuevo excesivamente incomoda, pues sus preocupaciones habian interferido todo el tiempo. Georgiana se habia sentado muy quieta y derecha y le habia lanzado varias miradas llenas de preocupacion, y el apenas habia probado bocado. Francamente, no tenia ningun deseo de repetir esa escena-. Fletcher -llamo a su ayuda de camara que estaba en el vestidor-, pida que suban una bandeja. Esta manana desayunare en mi habitacion.
– Muy bien, senor -fue la respuesta formal de Fletcher, pero Darcy sabia que la curiosidad que debia de haber despertado esa orden en su ayuda de camara se multiplicaria en la mente de cada miembro de la servidumbre y que la noticia seria recibida con tristeza por su hermana. Sin embargo, era mejor decepcionarla desde lejos que arriesgarse a lastimar sus sentimientos al estar cerca de ella.
Darcy fue hasta el vestidor arrastrando los pies y se instalo en la silla de afeitado, decidido a no hacer nada mas que someterse a los cuidados de Fletcher durante los siguientes quince minutos. El ritual, siempre invariable, no requeria ningun esfuerzo, solo obedecer las instrucciones que su ayuda de camara le susurraba en voz baja. El efecto calmante de las toallas calientes y aromatizadas sobre su recien afeitado rostro tambien seria muy apreciado. ?Por Dios, se sentia horriblemente mal! Cerro los ojos, esperando el regreso de Fletcher. Inquieto, aletargado, desganado, se sentia como un espectro en su propia casa, deambulando de una habitacion a otra, incapaz de encontrar alivio en ningun lado. No podia leer, no podia escribir, ni siquiera podia disfrutar de la musica de su hermana, sin caer en inutiles reflexiones.
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– ?Perdon, senor Darcy? -dijo Fletcher. ?Como podia haber sido tan descuidado como para haber repetido la frase en voz alta, mientras su ayuda de camara estaba oyendo?
– Shakespeare, Fletcher. Con seguridad lo ha oido mencionar -replico Darcy con tono ironico, mientras levantaba la barbilla para que Fletcher le pasara la brocha de afeitar.
– Si, senor. El soneto veintinueve, segun creo -respondio Fletcher con voz suave y comenzo a aplicar la crema de afeitar sobre la cara y el cuello de su patron. Darcy cerro los ojos nuevamente, deseando que la rutina de los movimientos absorbiera la atencion de Fletcher y lo llevaran a el a un estado de despreocupado olvido.
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– ?Entonces que? -pregunto con curiosidad, mientras Fletcher comenzaba a afilar la navaja con movimientos ritmicos.
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Sin poder hacer otra cosa que emitir un grunido evasivo como respuesta a la enigmatica observacion de Fletcher, Darcy fijo la mirada en el techo. ?Que podia hacer aquel dia con su vida? Con tono sombrio, el dia anterior Hinchcliffe habia llamado su atencion hacia el monton de correspondencia que permanecia discretamente guardada en la carpeta sobre su escritorio. Darcy habia tratado de revisarla varias veces en los dias anteriores pero, a pesar de lo mucho que se habia esforzado, no habia podido concentrarse en su contenido, y tenia que confesar que tampoco le habia importado mucho. Podria pasar por Boodle's; no habia aparecido por alli desde antes de partir hacia… No, intentar aparentar que estaba interesado por lo que ocurria en su club estaba sencillamente mas alla de sus fuerzas. Lo que realmente necesitaba era dar un frenetico y energico paseo a caballo por un terreno lleno de obstaculos, para llevar su cuerpo y su mente hasta un estado de total agotamiento. ?Habria que ver si en esas circunstancias el fantasma de la senorita Elizabeth Bennet se atrevia a acechar sus suenos! Pero no habia ningun lugar asi en Londres, y
Inmediatamente despues de admitirlo, Darcy entendio cabalmente el significado del siguiente verso.
– ?La toalla, senor? -Fletcher habia terminado de afeitarlo.
Darcy asintio, pero detuvo a su ayuda de camara tan pronto como se volvio, pues la curiosidad que habian despertado en el las palabras de Fletcher supero la reserva que le dictaba el buen juicio. En este punto, cualquier cosa serviria.
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