– Si, senor Darcy, aunque nunca fueron lo que uno podria decir «famosos». El grupo solo se presentaba en pueblos pequenos o medianos, nunca en Londres y ni siquiera en York o Birmingham. Pero conocian a Shakespeare, senor, todas las comedias y algunas otras obras. Ahora estan retirados. -Fletcher enfatizo la palabra «ahora»-. Eran respetables a su manera, senor. Nunca enganaron a un cliente ni robaron. -Se puso dolorosamente rigido-. Pero comprendere perfectamente que usted decida prescindir de mis servicios.
– No diga tonterias, Fletcher -protesto Darcy, resoplando-. Estoy seguro de que su origen no tiene ninguna influencia sobre su posicion actual. Eso podra explicar su extravagante actitud con respecto a las corbatas y su capacidad para citar a Shakespeare con increible facilidad, pero no hay ninguna razon para que lo despida. Y - concluyo- no tengo duda de que sus padres son personas excepcionales.
– Gracias, senor Darcy. -Fletcher relajo los hombros.
El pomo de la puerta giro y Tanner deslizo su impresionante cuerpo a traves del umbral.
– El coche esta esperando, senor. Debe usted irse enseguida, antes de que llame la atencion.
– Gracias, Tanner. -Darcy le tendio la mano al sorprendido gigante, que la tomo con aire asombrado-. Confio en usted. Todos los gastos en los que incurra seran cubiertos, desde luego; asi que no tema gastar lo que sea necesario para conseguir lo que quiero.
– Si, senor, no se preocupe. Ahora, ?debe irse! Pronto tendra noticias mias. -Tanner abrio la puerta y los acompano hasta el coche-. Grosvenor Square y ?mucho cuidado, Jory! -le rugio al cochero-. Es amigo del senor Dyfed. ?Nada de trucos!
El lunes por la manana, Darcy se encontraba en el estudio de lord***, exponiendole el caso de Lydia Bennet, en calidad de presidente de la Sociedad para devolver a las jovencitas del campo a sus familias. Su senoria escucho con atencion y tomo notas, mientras Darcy le explicaba todos los detalles que podia, sin poner en peligro la identidad de la hermana de Elizabeth.
– Un caso dificil, en verdad -dijo su senoria con un suspiro, dejando a un lado la pluma-. Desgraciadamente, no es el unico. Al contrario, es bastante frecuente. Una muchacha se encuentra con un deslumbrante oficial mundano y rebosante de excitantes promesas, y no hay manera de evitar el desastre que se produce. Usted se da cuenta -miro a Darcy con seriedad- de que es probable que ella no desee dejar al oficial todavia. Dependiendo de lo directo que sea el, puede pasar algun tiempo antes de que se produzca la desilusion o hasta que el se canse de ella.
– Si, milord, me doy cuenta.
– Me temo que si la jovencita es tan imprudente como usted dice, Darcy, solo hay dos realidades que podran hacerla entrar en razon. Lo mejor es que el oficial ya se haya quedado sin dinero o este a punto de hacerlo. La otra, mucho menos deseable -dijo, bajando momentaneamente los ojos antes de volverlos a fijar en Darcy-, es que el haya sido cruel con ella.
Darcy asintio con resignacion.
– Estoy preparado para las dos eventualidades, pero le agradezco la advertencia.
– Entonces hare circular esta informacion entre nuestra gente. -Su senoria se puso en pie y le tendio la mano a Darcy-. Tendra noticias mias tan pronto como sepa algo. Ellos tendrian que estar muy bien escondidos en Londres para escapar a la vigilancia de la Sociedad, senor, muy bien escondidos. Los encontraremos.
Darcy aparto el resto de una cena ligera, se levanto de su escritorio y recogio las notas de Tanner, que estaban diseminadas entre los platos, y el primer borrador de una nota que le habia enviado a su primo Richard. Con gesto cansado, saco su reloj de bolsillo y lo comparo con el reloj del estudio. Las tres y veinte. La entrevista de esa manana con el presidente de la Sociedad parecia haber tenido lugar hacia siglos, pero la hora del reloj de mesa y el de bolsillo estaba perfectamente sincronizada y cada movimiento de las manecillas marcaba otro momento que pasaba sin poder avanzar en el alivio de la desgracia de Elizabeth. La escena en la posada de Lambton, el rostro avergonzado y desesperado de Elizabeth y las lagrimas que se habian deslizado por sus mejillas estaban siempre en la mente de Darcy, alentandolo a seguir. Sin embargo, el tiempo arrastraba los pies de manera perversa, haciendo aumentar su ansiedad.
Se oyo un golpecito en la puerta.
– ?Adelante! -ordeno Darcy. Sobre la bandeja que Witcher puso encima del escritorio habia otra nota de Tanner.
– De Harry, senor. -El mayordomo suspiro-. Otra vez. ?Que puede ser tan importante para estar enviando notas toda la manana…? -Witcher contuvo sus quejas al ver la cara expectante de su patron.
– Gracias. -Darcy tomo la nota. Lo que leyo hizo que llamara al mayordomo, que ya se estaba retirando-. Witcher, espere un momento.
– ?Si, senor?
– Voy a salir y no tengo ni idea de la hora a la que regresare. Por favor digale a su buena esposa que me deje algo en la cocina esta noche. Ya me encargare yo de ir a buscarlo cuando regrese.
– Se lo dire, senor. -Witcher levanto las cejas de manera amenazante-. Pero no le va a gustar, senor, sobre todo despues de su forma de comportarse en los ultimos dias y esos horarios en los que sale.
Darcy se rio por primera vez en varios dias.
– ?Digale que pronto podra mimarme con su cocina! -Levanto la nota mientras hablaba con el mayordomo-. Esto puede llevarme a lo que he venido a buscar a Londres. -Se la metio en el bolsillo del chaleco-. Mande a un criado a que me consiga un coche, Witcher. Debo salir enseguida.
Media hora despues, el cochero abria la portezuela de su vehiculo con una inclinacion, al ver la sobria elegancia de Darcy.
– ?Adonde lo llevo, senor?
– Calle Edward -dijo por encima del hombro, mientras subia la escalerilla-. Si -afirmo, cuando el hombre abrio los ojos y lo miro-, calle Edward, tan rapido como sea posible.
La nota de Tyke Tanner era un ejemplo de brevedad.
Se recosto contra los cojines del coche alquilado y se fijo en como avanzaba a traves de Mayfair, luego por el barrio de las oficinas estatales hasta llegar a la parte este de Londres. Agarro su baston con empunadura de bronce. No conocia la calle Edward, pero se imaginaba que no debia de estar en la mejor zona de la ciudad. En consecuencia, cuando el coche se detuvo en un vecindario de clase trabajadora, pero no tan pobre, Darcy se sintio, en cierta forma, aliviado al pensar que el baston que llevaba no tendria mas funcion que aquella para la que estaba destinado, un complemento de distincion.
– Calle Edward, senor -grito el cochero-. ?Alguna direccion en particular?
– No, dejeme aqui -indico Darcy-. Quiero caminar. -El cochero bajo del pescante y abrio la portezuela. Darcy le pago la carrera y le dio dos chelines de propina-. De un par de vueltas a la manzana hasta que yo termine. Le prometo que no perdera su tiempo.
– A sus ordenes, senor. -El cochero hizo una inclinacion-. Mi yegua y yo tomaremos un poco el aire, por decirlo de alguna manera.
Darcy asintio y, metiendose el baston bajo el brazo, comenzo a recorrer la calle. Parecia un vecindario respetable. Si Wickham y Lydia Bennet se habian refugiado alli, al menos le daria a Wickham el credito de haberla protegido de los ambientes mas duros de la ciudad. No todos los edificios tenian numero, pero el 815 se veia muy bien, pues el numero estaba pintado artisticamente en la puerta, debajo de la ventana que daba al oeste. Darcy se preparo para la confrontacion, subio los escalones de lo que parecia una pension y golpeo en la puerta con el baston. Le abrio una criada joven.
– Lo siento, senor, pero no hay habitaciones disponibles. Intentelo en la posada que hay mas abajo. -Senalo un carruaje que bajaba por la calle-. Solo siga ese coche, senor, y lo vera.
– Gracias -respondio Darcy por la forma servicial en que le habia atendido la muchacha-, pero he venido a ver a la senora Younge. Me han dicho que vive aqui.