contaba antes de dormir cuando era pequena. Aunque era poco despues del mediodia, el sol se estaba ocultando y estaba cayendo la oscuridad. Tras unos cuantos kilometros, los arboles empezaron a dar paso a bloques de apartamentos. Los edificios eran grises, con pequenas ventanas y sin adornos. Algunos de ellos estaban sin acabar, y las gruas aun se cernian sobre sus tejados. De vez en cuando, pasabamos por delante de algun parque infantil o de algun patio cubierto por la nieve, pero lo mas normal era que los edificios estuvieran apretados unos contra otros, con la nieve sucia y endurecida alrededor. Aquellos edificios se erguian durante kilometros y kilometros, exhibiendo su aspecto lugubre y uniforme, y de repente me di cuenta de que, en algun lugar de aquella ciudad de cemento, mi madre me estaba aguardando.

Moscu estaba hecha por capas, su estructura en crecimiento era como la de los anillos del tronco de un arbol. Cada kilometro nos internaba un poco mas en el pasado. En una plaza abierta, vimos una imponente estatua de Lenin, y la gente esperando en una cola en el exterior de un comercio, donde los empleados sumaban los importes de las compras con abacos. Un tendero estaba sentado junto a sus mercancias, que mantenia bajo una funda de plastico, para que las patatas no se le congelaran por el frio glacial. Una persona, imposible de saber si era hombre o mujer, arrebujada en un abrigo almohadillado y con botas de fieltro, vendia helados. Una anciana con una babushka en la cabeza estaba atascando el trafico, mientras cruzaba la calle cojeando, cargada de pan y repollos. Un poco mas adelante, una madre y su nino, envuelto como una mercancia valiosa en un sombrero y en unos mitones de lana, esperaban para cruzar la calle. Un trolebus paso haciendo un ruido atronador, con los laterales cubiertos de barro. Contemple a sus ocupantes, que apenas eran visibles bajo las capas de bufandas y pieles.

«Esta es mi gente», pense, y trate de determinar cuanta verdad habia en aquella afirmacion. Amaba Australia y el sentimiento era mutuo, pero, de algun modo, me sentia atraida por aquellas personas, como si a todos nos hubieran tallado de la misma piedra.

Ivan me toco el brazo y senalo la luna delantera del taxi. Moscu se estaba transformando ante nuestros ojos en una ciudad de avenidas adoquinadas y edificios majestuosos con muros de color pastel, edificios de apartamentos de estilo gotico y farolas art deco. Cubierta por la capa blanca de la nieve, era romance en estado puro. Independientemente de lo que dijeran los sovieticos sobre los zares, los edificios erigidos por la monarquia seguian siendo muy bellos, a pesar del clima y la dejadez, mientras que las construcciones sovieticas que se cernian a su alrededor ya tenian las paredes desconchadas y la mamposteria se les estaba astillando.

Trate de borrar el disgusto de mi cara cuando me di cuenta de que el bloque de cristal y cemento al que el taxista habia aproximado el coche era nuestro hotel. El monstruoso edificio hacia que todo lo que habia a su alrededor pareciera enano y resultaba incongruente con el telon de fondo de las cupulas doradas de las catedrales del Kremlin. Era como si hubieran tratado de construir deliberadamente algo horroroso. Hubiera preferido pernoctar en el Hotel Metropol, imponente en todo su esplendor imperialista. El agente de viajes habia tratado de que cambiaramos de opinion con respecto al hotel que el general nos habia dicho que reservaramos, ensenandonos fotografias de los lujosos muebles del Metropol y de su famoso techo de cristal de colores. Sin embargo, tambien era la guarida favorita de la KGB para espiar a los extranjeros ricos, y nosotros no ibamos a Moscu de vacaciones.

El recibidor del hotel era de imitacion de marmol, y el suelo estaba cubierto por una alfombra roja. Apestaba a tabaco barato y a polvo. Habiamos seguido las instrucciones del general al pie de la letra y, aunque llegabamos con un dia de antelacion, le busque con la mirada entre todos los rostros de las personas que habia en la recepcion. Me dije para mis adentros que no debia decepcionarme cuando no lo vi entre los huranos hombres que leian el periodico o merodeaban alrededor del puesto de prensa. Una mujer de aspecto severo levanto los ojos desde el estrecho espacio que ocupaba detras del mostrador de la recepcion. Tenia unas asombrosas cejas repasadas con lapiz y un lunar en mitad de la frente tan grande como una moneda.

– El senor y la senora Nickham. Y nuestra hija, Lily -le dijo Ivan.

La mujer hizo una mueca, que no era precisamente una sonrisa, mostrando una boca llena de dientes de oro, y nos pidio los pasaportes. Mientras Ivan rellenaba el formulario de registro, le pregunte a la mujer del modo mas indiferente que pude si habia algun mensaje para nosotros. Comprobo el casillero de nuestra habitacion y volvio con un sobre en la mano. Comence a abrirlo, pero me di cuenta de que la mujer me estaba observando. Sin embargo, no podia dejar el sobre medio abierto, porque hubiera resultado extrano. Asi que aupe a Lily sobre mi pecho, como si me estuviera resultando muy pesada y me dirigi a una silla. El corazon me latia con fuerza por la anticipacion, pero cuando abri por completo el sobre, lo unico que encontre en su interior fue un folleto de un itinerario turistico de Intourist. Me senti como un nino que desea una bicicleta por Navidad y, en su lugar, le regalan una mochila para el colegio. No tenia ni la menor idea de lo que significaba aquel itinerario. Por el rabillo del ojo, vi que la recepcionista me estaba observando, asi que me meti el sobre en el bolso y levante a Lily en el aire.

– ?Como esta mi nina guapa? -le dije, arrullandola-. ?Como esta mi nina guapa con su naricita respingona?

Cuando Ivan acabo de rellenar el formulario, la recepcionista le entrego la llave y llamo al botones, un anciano de piernas encorvadas. Empujo el carrito con nuestro equipaje de un modo tan erratico que comence a sospechar que estaba bebido, hasta que me percate de que al carrito le faltaba una rueda. Apreto el boton del ascensor y se inclino contra la pared, agotado. Habia otro hombre, aproximadamente de la misma edad, con bolsas bajo los ojos y las mangas de la chaqueta agujereadas a la altura de los codos, sentado ante una mesa sobre la que exponian polvorientas baratijas y munecas matrioskas. Olia de un modo extrano, como a ajo mezclado con algun tipo de antiseptico. Nos examino al milimetro, y tambien nuestro equipaje, como si tratara de grabar nuestra imagen en su memoria. En cualquier otro pais, habria dado por hecho que era un anciano intentando ganar un poco mas de dinero para complementar su pension, pero, despues de las historias que el general nos habia contado sobre la KGB, la curiosidad de aquel hombre hirsuto me produjo un escalofrio.

Nuestra habitacion era pequena para la costumbre occidental, y hacia un calor abrasador. La pantalla de la lampara en forma de borla que colgaba del techo producia un resplandor anaranjado sobre la desgastada moqueta. Inspeccione el aparato de la calefaccion y me di cuenta de que era de los que no se podian ajustan Una voz masculina y metalica estaba elogiando la Constitucion sovietica. Ivan rodeo la cama para apagar la radio, pero descubrio que no habia boton para desconectarla. Lo unico que podia hacer era poner el volumen al minimo.

– Mira esto -le dije, descorriendo las cortinas de encaje. Nuestra habitacion daba al Kremlin. Los muros de ladrillo rosaceo y las iglesias bizantinas brillaban bajo la tenue luz del crepusculo. El Kremlin era el lugar en el que los zares habian celebrado sus bodas y coronaciones. Recorde la limusina negra que habiamos visto antes en el aeropuerto y pense en que unos nuevos zares residian alli ahora.

Mientras Ivan organizaba el equipaje, tumbe a Lily en la cama para quitarle todas las capas de ropa y la cambie, poniendole un mono de algodon. Saque nuestras bufandas y gorros de su moises y lo coloque entre las almohadas de la cama antes de meterla dentro de el. Parpadeo con ojos sonolientos. Le acaricie la barriguita hasta que se quedo dormida y despues me recoste y la contemple. El estampado de la colcha me llamo la atencion: ramas entrelazadas, como enredaderas, con parejas de palomas posadas sobre ellas. Recorde la tumba de Marina en Shanghai, con las dos palomas grabadas en la lapida, una de ellas agonizante y la otra guardando luto lealmente junto a su companera fallecida. Entonces, volvi a pensar en el itinerario turistico. Se me revolvio el estomago. Mi madre habia estado a un dia de mi en Pekin antes de que Tang desbaratara sus planes. El general habia venido a la puerta misma del Moscu-Shanghai antes de que Amelia lo despachara. ?Que pasaria si, justo ahora que estaba a punto de volver a ver a mi madre, la KGB se enterara de nuestros planes y la enviara a un campo de trabajo? Y esta vez de verdad…

Mire a Ivan.

– Algo ha ido mal. No van a venir -musite.

Nego con la cabeza y se acerco a la cama, subiendo el volumen de la radio una muesca. Saque el itinerario del bolso y se lo entregue. Lo leyo una vez, y otra vez mas, con una mirada de sorpresa en su semblante, como si estuviera tratando de encontrar alguna pista oculta en el. Le hice un gesto para que me siguiera al bano y, una vez que hubimos encendido el grifo, me pregunto quien me lo habia dado. No habiamos reservado un guia de Intourist, aunque eran obligatorios para los extranjeros. Le dije que tenia miedo de que aquel itinerario tuviera algo que ver con la KGB.

Ivan me froto los hombros.

– Anya -me dijo-, estas cansada y te estas calentando la cabeza de tanto darle vueltas al asunto. El general

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