dijo que debiamos estar aqui el dia dos. Todavia estamos a uno.

Tenia unas marcadas ojeras y entonces recorde que aquella situacion tambien era extremadamente tensa para el. Habia pasado dias y noches enteros poniendo sus negocios en orden para facilitarle las cosas a su socio mientras estaba fuera y en caso de que no pudiera volver. Ivan estaba dispuesto a sacrificarlo todo por mi felicidad.

Senti como si los meses de espera se me hubieran echado encima. A pocas horas de la fecha de nuestra cita, no era cuestion de perder la esperanza. Y, aun asi, cuanto mas se aproximaba el momento, mas dudas tenia.

– No te merezco -le dije a Ivan, con un temblor en la voz-. Ni a Lily tampoco. No soy una buena madre. Lily podria coger una gripe y morirse.

Ivan me miro detenidamente. De repente, se le ilumino el rostro con una sonrisa.

– Las mujeres rusas siempre pensais eso. Eres una madre maravillosa, y Lily es un bebe bien alimentado y sano. Recuerda cuando nacio, y Ruselina y tu os fuisteis corriendo al medico porque «no lloraba demasiado y dormia toda la noche de un tiron» y el medico la examino y dijo: «?Pues mira que suerte!».

Sonrei y apoye la cabeza en su hombro. «Se fuerte», me dije a mi misma, y repase de nuevo el plan del general en mi cabeza. Nos dijo que iba a sacarnos a traves de Alemania Oriental. La primera vez que lo menciono, me imagine a los guardias en sus garitas, a perros sabuesos, tuneles y disparos mientras tratabamos de saltar el Muro de Berlin, pero el general nego con la cabeza. «Vishnevski os conseguira un permiso para cruzar la frontera, pero, aun asi, tendreis que tener mucho cuidado con la KGB. Incluso vigilan a la Nomenklatura.» Me preguntaba quien seria el tal Vishnevski, y que habrian hecho mi madre y el general para trabar amistad con aquel oficial de alto rango. ?O acaso era posible que todavia existiera algo de compasion a este lado del Telon de Acero?

– Gracias a Dios que me he casado contigo -le dije a Ivan.

Apoyo el papel del itinerario sobre la repisa del lavabo y chasqueo los dedos, ensanchando su sonrisa.

– Ese itinerario es un plan -susurro-. ?No fuiste tu la que me dijiste que estabamos bajo el cuidado de un maestro de los espias? Ten fe, Anya. Ten fe. Es un plan. Y tiene que ser uno muy bueno, conociendo al general.

A la manana siguiente, mientras estabamos en el restaurante del hotel tomando el desayuno, mi estado de animo vacilaba entre la esperanza y la angustia que nos depararia el dia. Por su parte, Ivan parecia tranquilo mientras reunia con el dedo los restos de cereales que habia sobre la mesa. La camarera nos habia traido automaticamente huevos revueltos y dos tostadas, aunque el desayuno ruso compuesto por pan negro, pescado seco y queso tenia mejor aspecto. Lily mascaba el cuello de su traje de juego mientras esperabamos a que la camarera le calentara el biberon en un cazo. Cuando volvio, me eche unas gotas en la muneca. Estaba a la temperatura perfecta y le di las gracias a la camarera. La chica no tuvo miedo de sonreirme y me dijo:

– Los rusos adoramos a los bebes.

Aproximadamente a las nueve, bajamos a la recepcion y apilamos nuestros abrigos, guantes y gorros en un asiento. Las razones para aceptar al guia de Intourist eran precarias, pero parecia nuestra mejor posibilidad por el momento. Ivan creia que el general habia organizado una visita para despistar a la KGB, para hacernos parecer turistas normales y que nos encontrariamos con mi madre en algun lugar a lo largo de la ruta. En cambio, yo no podia evitar preocuparme porque todo aquello fuera una trampa de la KGB para obtener informacion sobre nosotros.

– ?El senor y la senora Nickham?

Nos volvimos para ver a una mujer que llevaba un vestido gris y un abrigo de pieles colgado del brazo, y que nos estaba sonriendo.

– Soy Vera Otova, su guia de Intourist -dijo. Tenia el porte erguido de alguien que ha recibido instruccion militar. Era de la edad adecuada como para haber luchado en la ultima guerra, quizas cuarenta y siete o cuarenta y ocho anos. Ivan y yo nos levantamos para estrecharle la mano. Me senti como si la estuvieramos enganando. La mujer olia a perfume de manzana, y sus unas presentaban una arreglada manicura. Parecia bastante amable, pero no podia estar segura de si se trataba de una amiga o una enemiga. El general nos habia dicho que, si nos interrogaban, negaramos toda relacion con el plan. «Todas las personas que os envie sabran quienes sois. No es necesario que vosotros digais nada. Tened cuidado. Podrian tratarse de agentes de la KGB.»

Tendria que ser cosa de Vera Otova si queria hacernos saber de que lado estaba.

Ivan se aclaro la garganta.

– Siento que hayamos pasado por alto la reserva de un guia cuando compramos nuestros pasajes en Sidney -le dijo, quitandole a Vera el abrigo de las manos y ayudandola a ponerselo-. Nuestro agente de viajes debe de haberlo reservado por nosotros.

Una mirada siniestra ensombrecio por un instante el rostro de Vera, pero se disipo rapidamente cuando volvio a dedicarnos su sonrisa, a la que le faltaban unos cuantos dientes.

– Si, deben ustedes tener un guia para visitar Moscu -respondio, encasquetandose una boina de lana-. Les facilitara mucho la vida.

Sabia que aquello era mentira. Los extranjeros necesitaban guias para que no fueran a lugares a los que no debian ir y que el gobierno no queria que vieran. El general nos lo explico. Las visitas guiadas se organizaban a museos, acontecimientos culturales y monumentos conmemorativos belicos. Nunca llegariamos a ver las verdaderas victimas del corrupto comunismo ruso: alcoholicos cronicos muriendose en la nieve, ancianas mendigando en el exterior de las estaciones de ferrocarril, familias enteras viviendo en la calle y ninos que tendrian que estar en la escuela cavando zanjas en las carreteras. Pero aquella mentira no me desanimo para descartar inmediatamente que Vera fuese nuestro contacto. ?Que otra cosa podria habernos dicho en la recepcion de un hotel atestada de gente?

Ivan me ayudo a ponerme el abrigo y se inclino hacia el asiento, levantando a Lily, que estaba escondida entre los pliegues de su chaqueta.

– ?Un bebe? -Vera se volvio hacia mi, con la sonrisa congelada en el rostro-. Nadie me habia informado de que ustedes traerian a un bebe.

– Es un bebe que se porta bien -puntualizo Ivan, haciendo rebotar a Lily entre sus brazos. Lily, que se desperto completamente, se echo a reir y se llevo el sombrero de su padre a la boca para poder mascarlo.

Vera los observo con los ojos entornados. No me imaginaba que podia estar pensando cuando toco la mejilla de Lily.

– Un bebe precioso. Que ojos tan hermosos. Son del color de mi broche -comento, senalandose el broche de color ambar con forma de mariposa que llevaba en la solapa-. Pero puede que tengamos que hacer algunas… modificaciones a nuestro programa.

– No deseamos ir a ninguna parte a la que no podamos llevar a Lily -le dije, mientras me ponia los guantes.

Mi respuesta parecio desconcertar a Vera; abrio los ojos como platos y se sonrojo. Pero se recompuso rapidamente.

– Por supuesto -me dijo-. Lo comprendo perfectamente. Estaba pensando en el ballet. No dejan entrar a ninos menores de cinco anos en el auditorio.

– Quizas yo pueda quedarme con Lily -sugirio Ivan-. Y usted puede llevar a Anya. A ella le encantaria ver el ballet.

Vera se mordio el labio. Me di cuenta de que estaba intentando improvisar sobre la marcha.

– No, eso no seria justo -replico-. No pueden ustedes visitar Moscu y no ver el Ballet Bolshoi. -Jugueteo con su alianza de boda entre los dedos-. Si no les importa, mientras estemos en el Kremlin, les asignare a un grupo de visita y vere si puedo arreglarlo.

– Hagamelo saber siempre que necesite arreglar las cosas -le respondio Ivan, mientras seguiamos a Vera hacia las puertas del hotel.

Vera taconeo sobre las baldosas del suelo a un ritmo sincopado.

– Su agente de viajes me dijo que hablan ustedes un ruso excelente, pero no me importa hablar en ingles - comento, mientras hacia desaparecer su barbilla, tapandose alrededor del cuello con varias vueltas de su larga bufanda-. Diganme que idioma prefieren. Pueden practicar ruso, si lo desean.

Ivan le toco el brazo a Vera.

– Yo creo que alla donde fueres, haz lo que vieres.

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