Vera sonrio. Pero no sabia si era porque estaba encantada con Ivan o porque creia haber conseguido una especie de triunfo.
– Esperen aqui -nos dijo-. Parare un taxi en la puerta.
Contemple a Vera mientras salia corriendo al exterior y le decia algo al portero. Unos instantes despues, un taxi se aproximo a la acera. El conductor se apeo y abrio las puertas de los pasajeros. Vera nos hizo una senal para que salieramos y nos metieramos en el coche.
– ?De que iba todo eso? -le pregunte a Ivan cuando saliamos por la puerta giratoria-. Toda esa historia de «hagamelo saber siempre que necesite arreglar las cosas».
Ivan entrelazo su brazo con el mio y susurro:
– De rublos. Creo que la senora Otova estaba hablando de sobornos.
La entrada de la Galeria Tretyakov estaba tan silenciosa como un monasterio. Vera le entrego un cupon a la mujer de la taquilla y nos dio nuestras entradas.
– Vamos a dejar nuestras pertenencias en el guardarropa -nos dijo, indicandonos con la mano que la siguieramos por un tramo descendente de escaleras.
Las encargadas del guardarropa llevaban desgastados chaquetones azules sobre la ropa y panuelos que les cubrian la cabeza. Andaban atareadas entre las filas de percheros, cargadas con voluminosos abrigos y gorros. Me sorprendio ver lo mayores que eran: no estaba acostumbrada a ver a mujeres rondando los ochenta todavia trabajando. Se volvieron para mirarnos, y asintieron cuando vieron a Vera. Les entregamos nuestros abrigos y gorros. Una de las mujeres vio la carita de Lily entre los pliegues del chal y, en broma, me ofrecio una de las fichas con un numero para ella.
– Dejela aqui -me dijo-. Yo cuidare de ella.
Examine el rostro de la mujer. Aunque su boca se torcia en una mueca con las comisuras hacia abajo, como la de las otras encargadas del guardarropa, la alegria brillaba en sus ojos.
– No puedo. Es un «objeto delicado» -le respondi, sonriendo.
La mujer asintio y alargo la mano para hacerle cosquillas a Lily en la mejilla.
Vera se saco unas gafas del bolso, se las puso y estudio el programa de exposiciones. Nos senalo la entrada de la galeria, e Ivan y yo nos ibamos a dirigir hacia alli, cuando una de las encargadas del guardarropa nos llamo.
–
En el vestibulo principal, un grupo de escolares guardaba fila frente a una placa, leyendola mientras su maestro los contemplaba con el tipo de reverencia que un sacerdote manifiesta cuando se esta ataviando con su toga ceremonial. Una familia rusa esperaba detras de los ninos, mostrando curiosidad por saber que ponia en la placa; despues de ellos, habia una pareja joven. Vera nos pregunto si queriamos leer la placa tambien, y le dijimos que si. Cuando nos toco el turno, nos aproximamos y vimos que era una inscripcion en homenaje al museo. Ademas de agradecer a su fundador, Pavel Tretyakov, la placa rezaba:
Una vez terminada la sombria epoca de los zares y despues de la Gran Revolucion, el museo ha podido ampliar enormemente su coleccion y poner muchas obras de arte a disposicion del pueblo.
Note que se me erizaba el pelo en el cuero cabelludo. Lo que querian decir aquellas palabras era que, despues de que los bolcheviques les cortaran las cabezas a las familias nobles y de clase media o las enviaran a morir en campos de trabajo, robaron los cuadros que les pertenecian. Aquella hipocresia me hizo hervir la sangre. Esas familias habian pagado a los artistas por sus pinturas. ?Podian decir lo mismo los sovieticos? En la placa, no se mencionaba por ninguna parte que Tretyakov era un acaudalado comerciante, cuyo sueno de toda la vida habia sido precisamente hacer que el arte estuviera al alcance del pueblo. Me preguntaba si, en algun momento del futuro, las autoridades tratarian de reescribir los antecedentes de Tretyakov y de convertirle en un revolucionario de clase trabajadora. Los bolcheviques habian masacrado a los padres y a las hermanas de mi padre, y la persona que acompanaba a Tang cuando me separaron de mi madre era un oficial sovietico. Ese tipo de cosas no eran faciles de olvidar.
Mire de soslayo a la familia rusa y los rostros de la pareja joven. Eran inexpresivos. Me preguntaba si estarian pensando lo mismo que yo, pero, igual que Ivan y yo, tenian que guardar silencio para protegerse. Habia pensado que volveria a la Rusia de mi padre, pero ahora comprendia que no era el caso. La Rusia de mi padre era solo una reliquia. El vestigio de una era perdida.
Vera nos hizo pasar a una sala llena de iconos.
–
Lei en la placa informativa que el icono habia sido pintado varias veces, pero que siempre habia mantenido su gesto de desesperacion original. Lily estaba muy tranquila entre mis brazos, fascinada por los colores que la rodeaban, pero me resultaba muy dificil fingir interes por las obras de arte. Ojee los grupos de mujeres mayores con el uniforme de guia del museo sentadas junto a las paredes. Mantenia los ojos bien abiertos y vigilantes, en busca de mi madre. Tenia cincuenta y seis anos. No sabia cuanto habria cambiado desde la ultima vez que la vi.
Ivan le preguntaba a Vera sobre los origenes y la tematica de los iconos y, entre medias, le introducia preguntas sobre su vida personal. ?Habia vivido siempre en Moscu? ?Tenia hijos?
«?Que estara tramando?», me pregunte. Me detuve frente a un icono de Rubliov de unos angeles alados para escuchar sus respuestas.
– Solo llevo trabajando de guia de Intourist desde que mis hijos se fueron a la universidad -le conto Vera-. Hasta entonces, era ama de casa.
Me percate de que Vera era sucinta cuando contestaba sobre su vida privada y no le preguntaba a Ivan nada sobre nosotros o Australia. ?Se debia a que no era inteligente mantener ese tipo de conversaciones con occidentales? ?O era porque ya sabia todo lo importante acerca de nosotros?
Avance con impaciencia y me di cuenta de que, a traves de una de las arcadas, la guia de unas cuantas salas mas alla estaba mirando hacia mi. Tenia el cabello oscuro y largo y las manos estrechas, como las que suelen tener las mujeres altas. Sus ojos brillaban como el cristal bajo la luz del techo. Se me encogio la garganta. Me acerque lentamente hacia ella, pero, a medida que me aproximaba, vi que el cabello oscuro era un panuelo sobre la cabeza y que uno de sus ojos estaba nublado por una catarata. El otro era de color azul claro. No podia ser mi madre. La guia fruncio el ceno al notar que la estaba mirando fijamente, por lo que rapidamente me interese por el retrato de Alexandra Struiskaia, cuya amable expresion me parecia demasiado realista como para tranquilizarme.
Nerviosa por la equivocacion, avance tropezando por la galeria, deteniendome a examinar los retratos de Pushkin, Tolstoi y Dostoievski. Todos ellos parecian observarme con una especie de presentimiento ansioso. Me volvi hacia los cuadros de hombres y mujeres de la nobleza en busca de consuelo. Posaban con dignidad, elegancia y un aspecto ensonador. Los colores flotaban a su alrededor como nubes magicas.
«?Que os ocurrio despues de que completaran vuestros retratos? ?Sabiais que destino correrian vuestros hijos e hijas?», les pregunte en mi imaginacion.
Espere junto a la
– Mira, Lily -le dije, sosteniendola para que viera el cuadro-. Tu seras tan guapa como esa nina cuando crezcas.
La imagen de la radiante juventud de la nina, sus ojos despreocupados y la luminosidad de la habitacion en la que se encontraba me evocaron los recuerdos de la casa de Harbin, que volvieron flotando a mi mente. Cerre los ojos, por miedo a echarme a llorar. ?Donde estaria mi madre?
