estado desde que llegue a Shanghai. Pero entonces, me mire la pierna que asomaba por debajo de las arrugadas sabanas. Unos aranazos morados la cruzaban como grietas en un jarron de porcelana. Al verlas, la realidad se me echo encima. Me aprete los ojos con los punos, tratando de bloquear las imagenes que surgian en mi cabeza para atormentarme: el soldado sovietico, el apartamento en ruinas que apestaba a heces y polvo, el collar colgando de la mano de la gitana momentos antes de que lo perdiera para siempre…
Mei Lin vino a descorrer las cortinas. Le pedi que las dejara como estaban. No me parecia que tuviera sentido levantarme y enfrentarme a la jornada. No podia imaginarme yendo a la escuela, con las monjas mirandome con semblantes inexpresivos y palidos, preguntando por que no habia asistido a clase el dia anterior.
Mei Lin coloco la bandeja de mi desayuno en la mesa auxiliar y levanto la tapa antes de escabullirse como un ladron. No tenia apetito, solamente un dolor en la boca del estomago. A traves de la ventana, el debil sonido del
– Estas muy caliente -me habia dicho, poniendome la mano en la frente-. Me preocupa que la droga que la vieja te dio se este convirtiendo en veneno.
Yo le estaba haciendo revivir su pesadilla. Le aterrorizaba la idea de que pudiera morirme inadvertidamente. La primera esposa de Serguei, Marina, contrajo el tifus durante la epidemia de 1914. El guardo la cabecera de su cama noche y dia durante la peor parte de la enfermedad. Su piel quemaba como el fuego, el pulso le latia erraticamente y sus ojos se nublaban con la sombra de la muerte. El llamo a los mejores medicos para salvarla con alimentaciones forzadas, banos frios, infusion de fluidos y medicinas misteriosas. Lograron acabar con la infeccion principal, pero murio dos semanas mas tarde de una hemorragia interna generalizada. Fue durante la sola noche en que Serguei no estaba junto a ella. Unicamente la habia dejado a solas porque los medicos y sus asistentes le habian asegurado que se estaba recuperando, y le recomendaron que durmiera por una noche en una verdadera cama.
Serguei queria llamar al medico para que viniese a reconocerme, pero aprete su mano temblorosa y la sostuve contra mi mejilla. Cayo de rodillas y apoyo la barbilla en los codos, en el lateral de la cama. Un hombre enorme, como un oso, arrodillandose como un nino rezando.
Debi de quedarme dormida poco despues, porque aquello era lo ultimo que recordaba. Incluso en mi desgracia, sabia que era afortunada de tener a Serguei a mi lado. Y me aterrorizaba el que yo pudiera tambien perderle a el, sin previo aviso, tal y como habia perdido a mi madre y a mi padre.
Mas tarde, cuando Amelia se habia marchado a las carreras y Serguei estaba durmiendo su dosis de opio, Mei Lin me trajo una nota en una bandeja de plata.
«Baja, deseo hablar contigo y no me permiten subir a tu habitacion. Dimitri.»
Salte de la cama, me alise el cabello y rapidamente cogi un vestido limpio del armario. Baje las escaleras de dos en dos y me asome por la balaustrada cuando llegue al rellano. Dimitri me esperaba en el recibidor, y habia apoyado el sombrero y la chaqueta junto a el. Paseaba la mirada por la habitacion y tamborileaba con el pie en el suelo. Agarraba algo firmemente en el puno cerrado. Trague aire y me recompuse, tratando de parecer tan agraciada como Francine, sin nada de mi anterior yo infantil.
Cuando entre en la habitacion, se levanto y me sonrio. Tenia ojeras y las mejillas hinchadas, como si hubiera dormido mal.
– Anya -me dijo, abriendo la mano y entregandome una bolsita de terciopelo-. Esto es lo unico que he podido recuperar.
Abri el cordel de la bolsita y me vacie el contenido en la mano. Tres piedras verdes y parte de la cadena de oro. Toque con la punta de los dedos los restos del collar de mi madre. Las piedras estaban rayadas. Habian sido arrancadas descuidadamente de la cadena, sin tener en cuenta su valor real. Al ver las joyas, me acorde de la noche que trajeron a casa el cuerpo destrozado de mi padre despues del accidente. Nos devolvieron a mi padre, pero ya no era el mismo. Los hombres habian traido solo lo que quedaba de el.
– Gracias -le dije, tratando de componer una sonrisa valiente.
El policia nos habia dicho que iba a ser imposible encontrar el collar. Temia preguntarle a Dimitri como habia conseguido aquellos restos. Que metodos habia utilizado. Intuia que, al igual que Serguei, Dimitri se movia a veces en un mundo oscuro y siniestro. Un lugar que nada tenia ver con el joven atractivo y culto que estaba ante mi. Un mundo que nunca se entrometeria entre nosotros.
– Ha sido muy amable por tu parte -le dije-. Pero yo he sido una estupida. Sabia que la anciana me mentiria. Lo que no esperaba era que fuera a robarme.
Dimitri avanzo hasta la ventana y contemplo el jardin.
– Supongo que no has recibido una educacion adecuada para un lugar como Shanghai. Los rusos con los que tu te has criado eran… refinados. Yo creci entre rusos de la peor especie, y se que esa gente es pura escoria.
Le estudie durante un momento, su erguida espalda y sus anchos hombros. Estaba abrumada por lo atractivo que era, aunque la oscuridad que lo envolvia todavia era un misterio para mi.
– Debes de pensar que soy una nina boba y malcriada -le dije.
Se giro con una mirada sorprendida en los ojos.
– Lo que creo es que eres muy hermosa y muy inteligente. Nunca habia conocido a nadie como tu… Eres como el personaje de un libro… Como una princesa.
Deslice los restos del collar de mi madre de vuelta a la bolsita.
– Eso no era lo que pensaste la tarde que nos encontramos en el jardin. El dia que estabas con Marie y Francine -le conteste-. Pensaste que no era mas que una estupida colegiala.
– ?En absoluto! -protesto Dimitri, mirandome sinceramente alarmado-. Pense que Amelia se estaba comportando de una forma muy grosera… y senti envidia.
– ?Envidia? ?De que?
– Me hubiera encantado ir a un colegio elegante. Haber estudiado frances y arte.
– ?Oh! -exclame, observandole con asombro. Me habia pasado meses pensando que me despreciaba.
Se abrio la puerta del recibidor y Mei Lin aparecio en la habitacion. Cuando vio a Dimitri, se quedo inmovil y retrocedio, agarrandose timidamente al brazo del sofa. La semana anterior, habia perdido los dos incisivos y ceceaba cuando hablaba.
– El senor Serguei pregunta si le gustaria tomar el te ahora -dijo en un ruso muy educado.
Dimitri emitio una carcajada y se golpeo la rodilla.
– Seguro que ha aprendido eso de ti -dijo-. Parece una aristocrata.
– ?Te gustaria quedarte a tomar el te? -le pregunte-. A Serguei le encantara verte.
– Por desgracia, no puedo -respondio, recogiendo el sombrero y el abrigo-. Estoy haciendo audiciones para encontrar una nueva banda de jazz para el club.
– ?Y tu eres el que preferiria estudiar frances y arte?
Dimitri se volvio a reir, y el sonido de su risa me produjo una oleada calida.
– Un dia -me dijo-, Serguei cedera y te traera al club.
En el exterior, el aire era fresco y el sol brillaba. Aquella manana, me habia levantado deprimida, pero Dimitri habia conseguido animarme. El jardin rebosante de sonidos, olores y colores parecia cobrar vida. Las palomas zureaban y una profusion de asteres morados crecia en los rebordes del camino. Percibia el olor acre del musgo que moteaba la fuente y las partes de muro que estaban en sombra. Senti el impulso de entrelazar mi brazo con el de Dimitri y corretear con el hasta la verja, pero me contuve.
Dimitri volvio la mirada hacia la casa.
– ?Te encuentras bien aqui, Anya? -inquirio-. Debes de sentirte sola.
– Ahora ya estoy acostumbrada -le conteste-. Tengo la biblioteca. Y unas cuantas amigas en la escuela.
Se detuvo y le dio una patada a la gravilla del sendero, mientras fruncia el ceno.
– Yo no tengo mucho tiempo a causa del club -me dijo-, pero quizas podria visitarte, si quieres. ?Que te parece si viniera un par de horas todos los miercoles por la tarde?
– Si -le conteste, palmoteando-. Me encantaria.
La anciana doncella nos abrio el pestillo de la verja. Me daba miedo mirarla a los ojos. Me preguntaba si habria oido lo que habia ocurrido con el collar y si me despreciaria aun mas por ello. Pero presentaba su habitual