constantemente. El mastil de la bandera, que era de hierro, estaba en pie, y en el tremolaba, muy rasgada, la ensena inglesa ante la que cada manana cantabamos
Que extrana es la memoria: en cuanto veo ondear una bandera inglesa, aunque sea por television, el himno se pone en marcha en mi cabeza sin que yo pueda evitarlo. El cerebro escupe de nuevo las viejas palabras, y a mi eso me da grima, me entran ganas de sacarme la casete que tengo metida en la cabeza, pero es lo que hay, mi pais es independiente, hay una bandera nueva y un himno distinto, pero yo sigo siendo en el fondo como el perro de Pav1ov.
Recuerdo haber visto los coloridos andrajos golpeando el hierro y haciendo mucho ruido mientras, a nuestro alrededor, imperaba el impresionante silencio de la escuela destruida. De repente oimos voces, y no sabria decir por que, pero salimos pitando, con una habilidad digna de unos ladrones pillados con las manos en la masa. David iba delante de mi, sus piernas retumbaban en el suelo y yo seguia su cabello rubio que temblaba. Me sorprendia su vigor, corria como un descosido, con el cuerpo de soslayo, dando brazadas en el aire, parecia que estuviera nadando, y yo iba detras, con mis agiles piernas de simio, en vano intentaba alcanzarle, pero muy pronto me puse tambien a bracear en el aire, a lanzar las piernas en cualquier direccion, vistos desde la distancia debiamos de parecer dos payasos persiguiendose. Cuando se dio la vuelta, sin interrumpir la enloquecida carrera, y me vio gesticulando igual que el, a los dos nos invadio una risa desquiciada. Nos internamos en el bosque, en direccion al pueblo, y dejamos estallar las risotadas en la espesura de los arboles hasta que nos dolio la tripa. Nada de lo que sucedia era divertido, nada en absoluto. Eramos dos fugitivos completamente inconscientes en una isla devastada por un ciclon, dos hijos de la desgracia pegados el uno al otro de milagro, por una casualidad, que se yo, me creia capaz de salvarle de la carcel, de mantenerlo a mi lado como se hace con un hermano querido, pensaba poder apaciguar la tristeza de mi madre trayendole otro hijo, creia que esas cosas eran posibles cuando quieres de verdad, era lo bastante idiota como para creer que si Dios se lleva sin motivo a los que amas, te ofrece algo como compensacion. Y ese algo era David, evidentemente. Pese a todo lo que habiamos vivido, aun nos quedaba suficiente inocencia e ingenuidad -?no radican ahi el encanto y la tragedia de la infancia?- como para reirnos porque si.
Hubo un momento en mi vida en el que di con el nombre del ciclon, pero ya lo he olvidado; era algo como Cindy o Celia, un nombre de mujer, en todo caso. Lo descubri por casualidad en un diario de 1945 de la hemeroteca a la que me gusta ir con regularidad. Esa es otra de mis manias, consultar periodicos viejos. Cuando acompane a mi hijo a Europa en uno de sus viajes de negocios, en vez de visitar las ciudades, me hice la ronda de las hemerotecas. Tenia sudores frios de excitacion por anticipado, pero los archivos de la Marina en Vincennes, los del Foreign Office en Londres y los de Amsterdam me decepcionaron. El motivo es que soy un viejo idiota acostumbrado al desorden, al desbarajuste y a los tejemanejes propios de los archivos de mi pais. Aqui nada esta protegido, la primera vez que te ven te piden algunos datos, pero luego te dejan en paz y ni se fijan en ti, con lo que puedes deambular por esos pasillos que huelen a papel anejo, a tinta y a moho, te encaramas como buenamente puedes y sacas de un monton el expediente que te interesa. Hasta te puedes quedar encerrado si no estas al tanto. Una vez vi a toda una familia de ratones en un rincon, me apresure a hacerselo notar al funcionario sentado a la entrada y este, sin dejar de leer el periodico, me contesto con voz guasona: ?ratones? ?De verdad, senor? ?Donde?
Tienen razon, estoy de acuerdo con todas esas personas que se escandalizan desde hace unos anos porque la memoria de nuestro pais, segun ellos, desaparece por culpa de los incompetentes de los archivos, pero cuando me persone en esos despachos blancos, o de color crema, o beige, y vi que tenia que rellenar una ficha diciendo exactamente lo que buscaba -cosa que nunca se por anticipado, pues me encanta manosear, descubrir, explorar-, explicando mis motivos para buscar algo en concreto -esa pregunta me paralizaba-, y que cuando por fin pude responder a todas las preguntas, una maquina con un brazo automatico recuperaba mi documento, y Dios sabe adonde lo llevaba, por mucho que no hubiera familias de ratones, lo cierto es que en esos momentos echaba de menos los archivos de mi pais. Podia observar ese brazo gigante a traves de un cristal, y tenia la impresion de hallarme en un zoologico contemplando a un animal peligroso para el hombre. A continuacion, cuando me sente con esa cartulina y esas hojas bien fotocopiadas, bien protegidas, sin olor alguno, sin nada, se me pasaron las ganas. Ya lo se, soy un viejo idiota, pero es posible que los archivos costrosos de mi pais me infundan mas tranquilidad, ?y cuanto mayor me hago, mas me gusta ir! Fue ahi donde lei la historia del ciclon, definido como «devastador» en el periodico, y donde deduje la fecha de nuestra huida: 5 de febrero de 1945.
Como no teniamos otra eleccion que continuar sin un mapa, opte por llegar al poblado y dirigirme hacia el norte a partir de alli. Tenia en la cabeza una vaga imagen de ese mapa, los puntos rojos desperdigados aqui y alla, algunos unidos por carreteras (en marron). Alrededor de ellos, montanas (en negro), rios (en blanco), masas boscosas o plantaciones de cana de azucar (en verde) y lagos (en azul cielo). Dando golpecitos en el mapa con su regla de bambu, la senorita Elsa decia, este es nuestro pais. Y yo la creia. Beau-Bassin estaba al sur de Mapou, mas o menos, asi que habia que ir hacia el norte. La altura vertiginosa de las montanas, el cruel torrente de los rios, el espesor de los bosques-trampa y el laberinto de los campos de cana, la profundidad de los lagos y la sinuosidad de las carreteras, todo eso no estaba indicado en el mapa. Mi pais era una extension sin relieve, accesible y con colorines del agrado de los ninos. A David y a mi nos bastaria con seguir una carretera marron y, con un poco de suerte, podriamos subirnos a un tren o a la parte trasera de un carromato. Yo no tendria miedo en Mapou, y si me entraba la tristeza al ver nuestro campamento, el bosquecillo y el caudal de nuestro riachuelo, asi como el leve sabor dulzon del agua, tendria a mi lado a David y, muy pronto, a mi madre. Cuando pienso en las esperanzas que albergaba, me pregunto si, a fin de cuentas, no era yo mas que un crio estupido. Avanzaba con aplomo, dando zancadas y saltitos, me colgaba de las ramas y saltaba con energia, le daba animos a David, que tenia una tecnica de saltos muy suya, como si hubiera nacido siendo campeon de salto de longitud. Al principio se reia, lo que me hacia reir a mi tambien; luego echaba a correr, muy mal, claro esta, y cuando todo indicaba que se iba a estrellar de manera penosa, con un apoyo firme del pie izquierdo en el suelo, resultaba que ya habia despegado, con las piernas batiendo el aire y los brazos por encima de la cabeza, feliz, muy feliz, volando casi para aterrizar unos cuantos metros mas alla, donde yo, previamente, habia verificado que no hubiera mas que tierra y musgo de lo mas acogedores. A cada claro que atravesabamos, montaba el numerito, y cada vez que estaba en el aire, su rostro me contemplaba y eso me hacia recordar a mi hermano Anil, que se volvia hacia Vinod y hacia mi en el bosquecillo de Mapou cuando escuchabamos el rio, y era la misma ternura que yo leia en los rasgos, la misma benevolencia, la misma manera de preguntar: ?eres feliz?, ?te gusta esto?
?Acaso olvide, en el bosque, por que estabamos alli? ?Acaso olvide al policia, con su porra lustrosa y esa voz que buscaba a David? ?Acaso olvide el rostro sudoroso de mi padre, sus ojos inyectados en colera cuando nos miro a mi madre y a mi? ?Acaso bastaron unos cuantos juegos, esa ilusion de libertad pueril -gritar y reir a carcajadas, correr y saltar por todas partes-, basto con eso para olvidar lo que le prometi, para que me equivocara de camino? Pues de pronto, el bosque se acabo, su proteccion verde y tupida remitio y nos encontramos al borde de un camino de tierra limpia y bien batida, algo incongruente tras el ciclon. Recuerdo perfectamente que el camino hacia bajada y que, prosiguiendo con nuestra formidable fuga, saltamos del declive con los pies juntos, contentos, orgullosos y fuertes, y que ese camino terrible era tan liso como se imagina uno que son las vias del paraiso, pero resulto que llevaba a una verja cerrada con candados y cadenas encima de la cual se pavoneaba una ensena que, al igual que el camino, parecia haber sido respetada por la tempestad y que gritaba con sus caracteres gruesos y bien marcados:
WELCOME TO THE STATE PRISON OF BEAU-BASSIN
David solto un grito -un sueno roto, una alegria frustrada-, se dio la vuelta y se lanzo contra el declive para escalarlo, agarrandose a las raices y a las ramas, pues todo habia desaparecido de golpe, nuestra dicha, nuestro empuje, nuestra fuerza y nuestro orgullo, y bajo sus pies la tierra cedia y se desmoronaba a punados.
Lo que ocurrio despues acabo de quebrar la fragil inocencia que nos rodeaba desde el comienzo de la huida. Yo no conseguia encontrar el camino adecuado y tenia la impresion de que la naturaleza, hasta entonces dormida, benevola y acogedora, se ponia al acecho en posicion defensiva. Los arboles se apretaban unos con otros, la tierra se deshacia bajo nuestros pies, los troncos arrancados nos impedian el paso, entrabamos en zonas humedas, putrefactas, sin luz, nos dejabamos atraer por falsos senderos e ibamos a parar a callejones sin salida, amenazados por arboles malevolos en los que adivinabamos, entre la mezcla de hojas y ramas, rostros de