—Mas bien de madrugada.

—Deberiamos dormir un poco.

Ella movio la cabeza, asintiendo, y se fue a su habitacion. Que raro, como ambas pareciamos haber perdido subitamente todo nuestro alborozo. ?Era acaso porque ella pensaba en Justin y en su esposa, que lo amaba apasionadamente? ?Era porque yo pensaba en Kim, que se marcharia y se lo habia dicho a ella y no a mi?

* * *

Mas o menos una semana despues del baile, el doctor Hilliard visito al rectorado. Yo me encontraba en el jardin de adelante cuando su berlina se detuvo y el me saludo en voz alta. Yo sabia que el reverendo Charles lo habia estado viendo en los ultimos tiempos, y conjeture que habia venido a comprobar como se encontraba su paciente.

—El reverendo Charles Martin no esta en casa —le dije.

—Bien. He venido a ver a la senorita Martin. ?Ella esta en la casa?

—Oh, si.

—Entonces, tenga la amabilidad de avisarle que estoy aqui.

—Ciertamente —repuse—. Entre usted, por favor.

Lo conduje a la sala de recibo y fui en busca de Mellyora. Estaba en su habitacion, cosiendo, y se mostro alarmada cuando le dije que el doctor Hilliard queria verla.

Media hora mas tarde partia la berlina, la puerta de mi cuarto se abrio de pronto y entro Mellyora. Tenia la cara blanca, sus ojos parecian mas oscuros; jamas la habia visto asi hasta entonces.

—Oh, Kerensa, esto es terrible —exclamo.

—Dime que esta pasando.

—Se trata de papa. Dice el doctor Hilliard que esta gravemente enfermo.

—Oh… Mellyora…

—Dice que papa tiene una especie de tumor, y que el le habia aconsejado consultar a otro medico mas. Papa no me lo dijo. Yo no sabia que estaba consultando a esos medicos. Pues ahora ellos creen saber que le ocurre. No puedo soportarlo, Kerensa. Dicen que el va a morir.

—Pero no pueden saberlo.

—Estan casi seguros de ello. Tres meses, opina el doctor Hilliard.

—?Oh, no!

—Dice que papa no debe seguir trabajando, ya que esta al borde de un colapso. Quiere que se acueste y descanse…

Hundio la cara en sus manos; yo me le acerque y la rodee con mis brazos. Nos abrazamos.

—No pueden estar seguros —insisti.

Pero yo no creia tal cosa. Ahora sabia que habia visto la muerte en el rostro del reverendo Charles.

* * *

Todo habia cambiado. Cada dia el reverendo Charles empeoraba un poco mas. Mellyora y yo lo atendiamos. Ella insistia en brindarle todos los cuidados y yo insistia en ayudarla.

David Killigrew habia llegado a la parroquia. Era un clerigo que reemplazaria al parroco en sus tareas hasta que, como decian ellos, pudiera arreglarse algo. En realidad querian decir: hasta que el reverendo Charles muriese.

Llego el otono; Mellyora y yo casi nunca saliamos. Dabamos pocas lecciones, aunque la senorita Kellow estaba todavia con nosotras, porque pasabamos casi todo nuestro tiempo en la habitacion del enfermo y sus alrededores. La casa era extranamente distinta; y creo que todos agradeciamos la presencia de David Killigrew, quien tenia casi treinta anos y era una de las personas mas dulces que he conocido en mi vida. Iba en silencio por toda la casa, causando muy pocas molestias; sin embargo, podia predicar un buen sermon y ocuparse de los asuntos de la parroquia con una eficiencia asombrosa.

A menudo iba a sentarse junto al reverendo Charles y le hablaba sobre la parroquia. Tambien solia hablar con nosotros; y en poco tiempo casi nos olvidamos de lo que significaba su presencia en la casa, pues parecia miembro de la familia. Nos animaba y nos hacia sentir que agradecia nuestra compania; en cuanto a los criados, le tomaron tanto afecto como la gente del rectorado. Durante mucho tiempo parecio que esta situacion iba a continuar indefinidamente.

Llego la Navidad… una triste Navidad para nosotros. La senora Yeo hizo algunos preparativos en la cocina porque, como decia, los criados lo esperaban; y ella pensaba que ese habria sido el deseo del reverendo. David estuvo de acuerdo con ella y se puso a preparar las tortas y budines tal como lo habia hecho todos los anos.

Sali con David a buscar muerdago, y mientras el lo cortaba, pregunte:

—?Por que hacemos esto? Ninguno de nosotros tiene ganas de festejar.

Mirandome con tristeza respondio:

—Es mejor conservar las esperanzas.

—?Lo es? ?Cuando no podemos evitar el saber que se aproxima el final… y cual sera ese final?

—Vivimos por la esperanza —me contesto el. Admiti que era cierto. Clavando en el una mirada penetrante; le pregunte:

—?Cual es su esperanza?

Guardo silencio un rato; luego dijo:

—Supongo que la que todo hombre abriga… un hogar, mi propia familia.

—?Y sabe que sus esperanzas se realizaran?

Acercandose mas a mi, replico:

—Si consigo un puesto eclesiastico.

—?Y hasta entonces, no?

—Tengo una madre a quien cuidar. Mi primera obligacion es hacia ella.

—?Adonde se encuentra ahora?

—Esta al cuidado de su sobrina, quien se quedara en nuestra casita hasta mi regreso.

Se habia pinchado el dedo con el muerdago; se lo chupo con aire avergonzado y adverti que se ruborizaba. Estaba turbado. Pensaba que, cuando muriera el reverendo Charles,> era muy posible que se le ofreciera el empleo.

En la Nochebuena, los cantores de villancicos vinieron al rectorado y cantaron suavemente 'La primera Navidad' bajo la ventana del reverendo Charles.

En la mesa de la cocina, la senora Yeo preparaba el arbol de Navidad, atando entre si dos aros de madera y adornandolos con retama negra y plantas perennes. Lo colgaria en la ventana del cuarto del enfermo, tan solo para fingir que no estabamos demasiado tristes para celebrar la Navidad.

David se ocupo de los servicios religiosos de un modo que dio satisfaccion a todos; oi que la senora Yeo comentaba a Belter que, si aquello debia pasar, esa era la mejor manera.

Kim vino de visita la vispera de Reyes. Desde entonces, siempre he odiado la vispera de Reyes, diciendome con frecuencia que esto se debia a que entonces se quitaron todos los adornos navidenos y ese fue el final de las festividades hasta el ano siguiente.

Vi llegar a Kim en la yegua que siempre montaba, y pense en que aspecto gallardo y viril tenia —ni maligno como Johnny, ni santo como Justin—, precisamente el aspecto que debia tener un hombre.

Sabia para que venia, pues el nos habia dicho que iria a despedirse. Se le habia notado triste a medida que se aproximaba el momento de la partida.

Sali a recibirlo, pues creia que yo era la persona de quien lamentaba separarse.

—Vaya, si es la senorita Kerensa —exclamo.

—Te vi llegar.

Belter habia ido a recibir su caballo, y Kim echo a andar hacia la entrada.

Yo queria demorarlo, tenerlo para mi sola antes de que el se reuniera con Mellyora y la senorita Kellow que, yo lo sabia, estaban en la sala de recibo.

—?Cuando partiras? —pregunte, procurando ocultar mi tono de desolacion.

—Manana.

—No creo que desees irte en lo mas minimo.

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