Se sobresalto; de eso no hubo dudas, ya que escape con facilidad. Eche a correr y, cuando mire por sobre el hombro, el estaba todavia inmovil, siguiendome con su mirada fija.

* * *

Hacia fines de enero, el reverendo Charles se agravo tanto que el medico le administro sedantes, cuyo resultado eran largas horas de sueno. Mellyora y yo soliamos quedarnos conversando en voz baja, mientras cosiamos o acaso leiamos, y de vez en cuando una de nosotras se levantaba y se asomaba al cuarto del enfermo. David Killigrew nos acompanaba a cada momento de que podia disponer, y las dos estabamos de acuerdo en que su presencia nos serenaba. A veces la senora Yeo nos llevaba comida; y siempre miraba al joven clerigo con afecto. Le habia oido decir a Belter que, cuando terminara aquel desdichado asunto, su primera tarea seria alimentar bien al joven sacerdote. Bess o Kit solian entrar a encender el fuego, y las miradas que ambas prodigaban a el y a Mellyora me resultaban significativas, aunque tal vez no para el ni para Mellyora.

Los pensamientos de esta ultima estaban ocupados con su padre.

Una melancolica paz impregnaba toda la casa. Una muerte inevitable era inminente, pero eso tenia que pasar; y entonces, cuando todo hubiera concluido, lo dejariamos atras y nada cambiaria, por cuanto quienes ahora servian a una persona servirian a otra.

Mellyora y David. Seria inevitable. Con el tiempo, Mellyora se tranquilizaria; dejaria de tener suenos acerca de un caballero cuya devocion habia sido dada a otra mujer.

Alce la vista y sorprendi la mirada de David fija en mi. Cuando se dio cuenta de que yo lo habia visto, sonrio. En esa mirada hubo algo revelador. ?Me habia equivocado acaso?

Me senti turbada. No era asi como se preveia que se desarrollasen los acontecimientos.

Durante los pocos dias subsiguientes, supe que lo que yo habia sospechado era real.

* * *

Despues de aquella conversacion, ya no tuve dudas. No fue exactamente una propuesta de matrimonio, porque David no era hombre de proponer matrimonio hasta hallarse en condiciones de poder mantener a una esposa. Como clerigo con una madre anciana a quien mantener, no estaba en tal situacion. Pero si adquiria el puesto eclesiastico en Saint Larston, como debia de creerlo puesto que todos lo creian, la cuestion seria diferente.

El y yo estabamos solos, sentados junto al fuego, ya que Mellyora se encontraba junto al lecho de su padre. Entonces me dijo:

—?Considera usted que este es su hogar, senorita Carlee?

Admiti que asi era.

—He sabido como llego usted aqui —prosiguio.

Yo sabia que eso era inevitable. Como tema de habladurias, ya habia dejado de interesar, salvo, por supuesto, cuando aparecia un recien llegado que no conocia la historia.

—La admiro por lo que ha hecho —continuo el—. Creo que es usted una persona… una persona maravillosa. Imagino que tiene la esperanza de no abandonar jamas el rectorado.

—No estoy segura —repuse.

Con sus palabras, me habia hecho pensar cuales eran mis esperanzas. Vivir en el rectorado no habia sido mi sueno. La noche en que, vestida de rojo terciopelo y enmascarada, habia subido por la ancha escalinata para ser recibida por Lady Saint Larston, se habia parecido mas a un sueno realizado que mi vida en el rectorado.

—Por supuesto, no esta usted segura. Hay en la vida cuestiones que requieren mucha reflexion. Tambien yo he estado examinando mi vida. Vera usted, senorita Carlee, un hombre en mi actual situacion no puede darse el lujo de casarse, pero si esa situacion llegase a cambiar…

Hizo una pausa y yo pense: 'Me esta pidiendo que me case con el cuando el reverendo haya muerto y el lo haya reemplazado.' Le avergonzaba estar pensando en un futuro para el cual debia esperar a que muriera otra persona.

—Creo —continuo diciendo— que seria usted una excelente esposa para un parroco, senorita Carlee.

—?Yo? No opino lo mismo —Rei.

—Pero ?por que no?

—Todo estaria mal. Mi formacion personal, para empezar.

Castaneteando los dedos replico:

—Usted es usted misma. Es lo unico que importa.

—Mi caracter…

—?Que hay de malo en el?

—No tiene nada de serio ni devoto.

—Mi querida senorita Carlee, se subestima usted.

—Que poco me conoce. —Volvi a reir.

?Cuando me habia subestimado yo? ?Acaso no habia sentido siempre en mi un poder que, segun creia, me llevaria adonde yo quisiese ir? A mi modo era tan arrogante como lo era Lady Saint Larston al suyo. Verdaderamente, pense, el amor es ciego, ya que se me estaba haciendo cada vez mas evidente que David Killigrew se estaba enamorando de mi.

—Estoy seguro —prosiguio— de que usted tendria exito en todo lo que emprendiera. Ademas…

No termino la frase, ya que en ese momento entro Mellyora, con la cara sumida y ansiosa.

—Creo que esta peor —anuncio.

* * *

Era la epoca de Pascuas y la iglesia estaba adornada con narcisos cuando murio el reverendo Charles Martin. Nuestra casa se hallaba de duelo y Mellyora estaba inconsolable, pues aunque desde hacia tiempo sabiamos que la muerte era inevitable, cuando llego fue de todos modos un golpe. Mellyora paso el dia en su habitacion y no quiso ver a nadie; luego pregunto por mi. Me sente a su lado mientras ella hablaba de el; que bueno habia sido con ella, cuan perdida se sentia sin el; rememoraba un ejemplo tras otro de su bondad, de su amor y preocupacion por ella; luego se echaba a llorar silenciosamente y yo lloraba con ella, pues habia tenido afecto al reverendo; y ademas detestaba ver a Mellyora tan acongojada.

Llego el dia del funeral, y el doblar de la campana parecio llenar la casa. Mellyora estaba hermosa con sus negras ropas y el velo sobre la cara; el negro no me quedaba tan bien, pues era morena, y el vestido que llevaba puesto bajo el negro abrigo era demasiado suelto para mi.

Los caballos que hacian cabriolas, los negros penachos ondulantes, la musica con sordina, la solemnidad del servicio funebre, la espera en torno a la tumba, donde yo habia estado junto a Mellyora cuando ella me conto que habia tenido una hermana llamada Kerensa; todo esto fue lobrego y melancolico.

Peor aun, sin embargo, fue volver al rectorado, que parecia estar vacio porque aquel hombre tan callado, a quien tan poco habiamos visto, ya no estaba alli.

Los participantes en el funeral volvieron al rectorado, entre ellos Lady Saint Larston y Justin; ellos hacian que nuestra sala de recibo, donde se sirvieron emparedados de jamon y vino, pareciera pequena y simple… aunque me habia parecido imponente al verla por primera vez. Justin estuvo casi todo el tiempo junto a Mellyora. Fue benevolo, cortes, y parecia estar autenticamente preocupado. David estaba a mi lado. Yo estaba convencida de que muy pronto me pediria ciertamente que me casara con el, y yo no sabia que decirle, sabiendo que otros preveian que se casaria con Mellyora. Mientras los visitantes comian sus emparedados y bebian el vino que se habia ordenado a Belter servir, yo me imaginaba como ama de la casa, con la senora Yeo y Belter recibiendo mis ordenes. Que distinta, podria decirse, de la muchacha que se habia puesto sobre la plataforma de contratacion en la feria de Trelinket. Un largo camino, en verdad. En el poblado siempre recordarian. 'La esposa del parroco vino de las cabanas, si senor.' Me envidiarian y jamas me aceptarian del todo. Pero ?debia importarme eso?

Y sin embargo… yo habia tenido un sueno. Esta no seria su realizacion. David Killigrew no me gustaba como Kim, y ni siquiera estaba segura de querer estar junto a Kim, que tan lejos del Abbas se encontraba.

Cuando los visitantes se marcharon, Mellyora fue a su habitacion. El doctor Hilliard, quien habia decidido que yo era una joven juiciosa, llego y pidio verme.

—La senorita Martin esta muy aturdida —dijo—. Le dare a usted un leve sedante para ella, pero no quiero que lo tome a menos que lo necesite. Se la ve exhausta. Pero si no puede dormir, deselo usted.

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