casarse; todos, salvo la pareja interesada, lo consideraban una excelente idea; solamente Willy y Florrie se resistian. Pero como decia la senora Rolt:
—Ya llegaran a eso a su debido tiempo.
Por eso eran muchos los integrantes del grupo que se sentaba alrededor de la mesa grande del refectorio despues de que la familia habia comido. Juntas, la senora Rolt y la senora Salt se ocupaban de que nada nos faltara; en todo caso comiamos mejor que los que se sentaban abajo, en el majestuoso comedor.
Empece a gozar de la conversacion, que era muy reveladora, pues poco era lo que les faltaba saber a esas personas en cuanto a los asuntos de la casa o del poblado.
Doll siempre podia animar la mesa con relatos sobre las aventuras de su familia en las minas. La senora Rolt declaraba que, a veces lo que decia Doll le daba escalofrios, y aprovechaba la oportunidad para acercarse mas al senor Haggety en busca de proteccion. El senor Haggety no era muy receptivo; habitualmente estaba ocupado buscando mi pie bajo la mesa, pues parecia creer que ese era un modo de comunicarme que me aprobaba.
La senora Holt solia contar sus horripilantes relatos sobre su vida con 'aquel'. Los Polore y los Trelance nos contaban como se estaba instalando el nuevo vicario, y que la senora Hemphill era una verdadera entremetida, sin duda alguna… andaba fisgoneando de un lado a otro. Tenia la nariz metida en la cocina antes de que se hubiese tenido tiempo de quitarle el polvo a una silla para que ella se sentara. Fue esa primera noche misma, en torno a la mesa de los criados, cuando me entere de que Johnny estaba en la Universidad y no vendria al Abbas por unas semanas. Me senti complacida. Su ausencia me daria la oportunidad de establecer mi situacion en la casa.
* * *
Me habia adaptado al ritmo de los dias. Mi ama no era falta de bondad, ni mucho menos; a decir verdad, era generosa; durante esos primeros dias me dio un vestido verde del cual se habia cansado; mis obligaciones no eran arduas. Yo hallaba placer en peinarle el cabello, cuya textura era mucho mas fina que la del mio; me interesaban sus ropas. Tenia largos periodos de libertad, en los cuales solia ir a la biblioteca, tomar un libro y pasarme horas en mi cuarto leyendo mientras esperaba a que ella hiciese sonar la campana llamandome.
La vida de Mellyora no era tan facil. Lady Saint Larston habia decidido hacer pleno uso de sus servicios. Debia leer para ella durante varias horas por dia; debia masajearle la cabeza cuando ella sufria una jaqueca, lo cual era frecuente; debia ocuparse de la correspondencia de Lady Saint Larston, llevar mensajes en su nombre, acompanarla cuando iba de visita en su carruaje; a decir verdad, casi nunca estaba libre. Antes de terminar la primera semana, Lady Saint Larston decidio que Mellyora, que habia cuidado a su padre enfermo, podia ser util con Sir Justin. Por eso, cuando Mellyora no estaba a disposicion de Lady Saint Larston, estaba en el cuarto del enfermo.
?Pobre Mellyora! Pese a que comia en su habitacion y ser tratada como si fuese casi una dama, su suerte era mucho mas dura que la mia.
Era yo quien la visitaba en su cuarto. Tan pronto como mi ama salia —pues tenia la costumbre de ir a dar largos paseos a caballo, con frecuencia sola—, yo iba al cuarto de Mellyora, con la esperanza de encontrarla alli. Pocas veces podiamos estar mucho tiempo juntas antes de que sonara la campana y ella tuviera que dejarme. Entonces yo solia leer hasta que ella volvia.
—Mellyora, ?como puedes soportar esto? —le dije un dia.
—Y tu, ?como puedes? —me pregunto ella a su vez.
—Para mi es diferente, nunca estuve habituada a tener mucho. Ademas, no tengo que trabajar tan duro como tu.
—Es inevitable —respondio ella filosoficamente.
La mire; si, era satisfaccion lo que yo veia en su rostro. Me extranaba que ella, la hija del rectorado, que siempre se habia salido con la suya, que habia sido mimada y adorada, se introdujera facilmente en esa vida de servidumbre. 'Mellyora es una santa', pense.
Me gustaba tenderme en su cama, mirandola mientras ella, sentada en una silla, esperaba lista para levantarse de un salto al primer tintineo de la campana.
Un atardecer le dije:
—?Que opinas de este lugar, Mellyora?
—?Del Abbas? ?Vaya, es una casa antigua maravillosa!
—?No puedes evitar el que ella te entusiasme? —insisti.
—No. Tu tampoco, ?verdad?
—?Que piensas cuando esa vieja trata de intimidarte?
—Procuro poner en blanco mi mente, y que no me importe.
—No creo que pudiera ocultar mis sentimientos como lo haces tu. Tengo suerte. Judith no es tan mala.
—Judith… —repitio lentamente Mellyora.
—Esta bien: la esposa de Justin Saint Larston. Es una mujer extrana. Siempre parece sobreexcitada, como si la vida fuese terriblemente tragica… como si tuviese miedo… ?Fijate!, estoy hablando de esa manera jadeante, como lo hace ella.
—Justin no es feliz con ella —dijo Mellyora con lentitud.
—Colijo que es tan feliz como se puede ser con cualquiera.
—?Que sabes tu de eso?
—Se que el es tan frio como… como un pez, y ella tan ardiente como un horno encendido.
—Dices disparates, Kerensa.
—?Ah, si? Los veo mas que tu. No olvides que mi cuarto esta junto al de ellos.
—?Disputan?
—El nunca disputaria, es demasiado frio. No le importa nada y a ella le importa… demasiado. Ella no me desagrada. Despues de todo, si ella no le gustaba, ?por que se caso con ella?
—Calla. No sabes lo que dices. No comprendes.
—Se, por supuesto, que el es un caballero antiguo, luminoso y resplandeciente. Siempre sentiste eso por el.
—Justin es un buen hombre. Tu no lo comprendes. He conocido a Justin toda mi vida…
De pronto se abrio la puerta del cuarto de Mellyora, y en el vano aparecio Judith, con los ojos desencajados, las fosas nasales ensanchadas. Nos miro, a mi tendida en la cama y a Mellyora que se habia levantado a medias de su silla.
—Oh… no pensaba… —dijo.
Me levante de la cama y dije:
—?Me necesitaba usted, senora?
La pasion se habia extinguido en su rostro, donde vi entonces un inmenso alivio.
—?Me buscaba usted? —insisti servicialmente. Ahora hubo un destello de gratitud.
—Oh, si, Carlee. Yo… pues… pense que estarias aqui. Me acerque a la puerta; ella vacilo. —Quiero… quiero que esta noche vengas un poco antes. Cinco o diez minutos antes de las siete.
—Si, senora —repuse.
Judith inclino la cabeza y salio. Mellyora me miro con asombro.
—?Que quiso decir eso? —susurro.
—Creo saberlo —respondi—. Quedo sorprendida, ?verdad? ?Sabes por que? Fue porque me encontro aqui cuando esperaba encontrar…
—?A quien?
—A Justin.
—Debes de estar loca.
—Bueno, es una Derrise. ?Recuerdas aquel dia en que estuvimos en los paramos y me contaste la historia de ellos?
—Si, lo recuerdo.
—Dijiste que habia locura en la familia. Y bien, Judith esta loca… loca por su marido. Por eso irrumpio aqui de esa manera. ?No viste cuan complacida quedo al comprobar que estabas conmigo, no con el?
—Es una locura.
—En cierto modo.