Pero estaba intranquilo. Supe entonces que poseerme se habia convertido en una obsesion para el.

* * *

Cada vez que era posible, yo iba a ver a abuelita. De nada disfrutaba mas que de estirarme en el talfat y hablar con ella como antes, cuando era nina. Sabia que mis asuntos eran para ella tan importantes como para mi, y ella era la unica persona del mundo con quien yo podia ser absolutamente franca.

Discutimos la posibilidad de un matrimonio con David Killigrew. Abuelita sacudio la cabeza negativamente al respecto.

—Seria bueno para algunas, preciosa, pero colijo que tu siempre seguirias ansiando otra cosa.

—?No diras que Johnny Saint Larston es el hombre para mi?

—Si te casaras con el, te estarias casando con un sueno, Kerensa.

—?Y eso no seria bueno?

—Solo tu puedes hacerlo bueno o malo, preciosa.

—En tal caso, ?podria yo hacer bueno o malo un matrimonio con David?

Ella movio la cabeza afirmativamente. Entonces pase a contarle mi ultimo encuentro con Johnny, y luego hablarle de la vida en el Abbas. Nunca cesaba yo de hablar del Abbas. Me gustaba hacerselo ver como yo lo veia… las antiguas escaleras de caracol y celdas de piedra donde habian vivido las monjas; lo que mas me interesaba era la parte antigua del Abbas, pero lo amaba todo; y cuando pensaba en casarme con David Killigrew pensaba en abandonar el Abbas y tenia la sensacion de despedirme de un amante.

—Estas enamorada de una casa —comento abuelita—. Bueno, quiza sea mas seguro amar una casa que a un hombre. Si es tuya pues es tuya, y no tienes por que temer que te traicione.

* * *

Judith se habia acostado temprano debido a un dolor de cabeza, dejandome libre por toda la noche. Eran las nueve, y como deseaba ver a abuelita, me escabulli de la casa y me dirigi a la cabana.

Estaba sentada, fumando su pipa y, como siempre, se alegro de verme. Nos sentamos a conversar; le dije que la actitud de Johnny parecia estar cambiando y que no lograba entenderlo. En los ultimos tiempos habia estado un poco frio, y a veces me parecia que estaba abandonando la persecucion, otras, sin embargo, parecia mas decidido que nunca.

Abuelita encendio dos velas, pues ya teniamos encima el crepusculo y mi conversacion, como siempre, se habia vuelto hacia la casa misma, cuando de pronto me sobresalto un movimiento en la ventana. Tuve el tiempo justo para ver que una oscura forma se alejaba con presteza. ?Alguien habia estado mirandonos!

—Abuelita, hay alguien afuera —dije.

Abuelita se levanto con lentitud, pues ya no era agil, y se dirigio a la puerta. Luego, volviendose hacia mi, sacudio la cabeza.

—Alli no hay nadie —dijo.

—Pero alguien estaba mirandonos —insisti mientras la seguia hasta la puerta y atisbaba en las tinieblas—, ?Quien esta alli? —grite. No hubo respuesta—. ?Quien pudo haber sido? ?Quien pudo haber estado alli afuera espiandonos? ?Y durante cuanto tiempo, me pregunto?

—Probablemente haya sido alguien que queria verme a solas —fue la comoda explicacion de abuelita—. Volveran… es decir, si realmente necesitan verme.

La inquieta sensacion de haber sido espiada siguio acompanandome. No lograba disponerme a conversar, y como se estaba haciendo tarde, me di cuenta de que era tiempo de regresar al Abbas.

Di las buenas noches a abuelita y la deje. Pero no cesaba de preguntarme quien habia mirado por la ventana y decidido no entrar.

* * *

No tuve oportunidad de volver a ver a abuelita hasta que hube tomado mi decision. Me decia que eso, en cierto modo, era bueno, pues la decision tenia que ser mia. Debia tomarla con los ojos abiertos; tenia que sobrellevar yo misma toda la responsabilidad.

Judith habia estado tediosa. Yo estaba descubriendo facetas de su caracter que hasta entonces no conocia. Tenia un genio violento que, cuando se manifestaba, era mas vehemente aun por haber estado contenido. Yo conjeturaba que el futuro en aquella casa iba a ser muy tempestuoso. Judith no toleraria durante mucho tiempo mas la presencia de Mellyora.

Y cuando Mellyora se marchase… ?que seria de mi?

Sin embargo, eso no era lo que me preocupaba en el futuro inmediato. Judith tenia una de sus jaquecas; debia cepillarle el cabello, masajearle la frente. A veces detestaba el olor del agua de colonia que ella empleaba. Siempre me recordaria mi vasallaje hacia esa mujer.

—Que torpe eres, Carlee —dijo. Que usara mi apellido era signo de su irritacion. Procuraba deliberadamente ofenderme porque ella estaba ofendida—. Me estas tirando del cabello. Eres una inutil, una inutil. A veces no se por que te empleo.

Aunque si lo pienso bien, no te contrate yo. Te encontraron para mi. ?Que soy yo en esta casa…? Yo trataba de tranquilizarla.

—Mi senora, no se siente usted bien. Quiza deberia descansar.

Detestaba llamarla 'mi senora'. Si Mellyora hubiese sido mi senora, yo me habria jactado de mi amistad con Lady Saint Larston, pero para mi ella seria Mellyora, no mi senora.

Sin embargo, Mellyora jamas podria ser Lady Saint Larston mientras esa mujer viviera.

—No te quedes alli como una tonta. Trenzame el cabello. Y no tironees; ya te lo adverti antes.

Me quito el cepillo, y al hacerlo, las puas me desgarraron la piel de un dedo, haciendolo sangrar. Lo mire consternada mientras ella lanzaba el cepillo al otro lado de la habitacion.

—?Oh, si que se te ha tratado brutalmente! —se mofo—. Y bien merecido lo tienes.

Tenia los ojos desencajados. Yo pense: ?acaso en pocos anos Lady Saint Larston saldra a bailar en el paramo cuando haya luna llena?

Aquellos Derrise estaban sentenciados… sentenciados a la demencia por un monstruo. Y Judith era uno de los sentenciados.

Esa noche me dominaba una rencorosa furia. Odiaba a quienes me humillaban, y Judith me estaba humillando. Me dijo que mas me valia tener cuidado. Se desharia de mi. Escogeria su propia doncella de compania. Ahora era Lady Saint Larston y no habia ninguna razon para que se le impusiese nada.

Le sugeri tomar uno de los polvos calmantes que el doctor Hilliard habia recetado para ella, y con gran sorpresa mia, acepto. Se lo di, y el efecto fue evidente en unos diez minutos. La tempestad estaba pasando; docilmente me permitio llevarla a la cama.

Volvi a mi cuarto, y aunque era tarde, peine mi cabello al estilo espanol, poniendome luego mi peineta y mi mantilla. Esto siempre me calmaba y se me habia vuelto una costumbre. Con el cabello asi solia recordar la fiesta, el baile con Kim y como el me habia dicho que era fascinadora. En el fondo de mi mente encerraba un sueno: que Kim regresaba y me tenia carino. Por algun milagro el era el dueno del Abbas; nos casabamos y viviamos alli felices para siempre.

Mientras, sentada junto a la ventana, contemplaba el paisaje a la luz de la luna, sentia el deseo de ir hasta las piedras, pero estaba cansada. Tome un libro para sosegarme leyendo, y me apoye en la cama totalmente vestida, pues queria dejarme la peineta en el cabello; el leer nunca dejaba de consolarme; me recordaba lo lejos que habia llegado, y que habia logrado lo que casi todos habrian considerado imposible.

Segui leyendo y leyendo, y era pasada la medianoche cuando oi ruido de pasos que se acercaban furtivos a mi aposento.

Salte de la cama y apague mis velas. Me encontraba de pie tras la puerta cuando Johnny la abrio y entro.

Aquel era un Johnny diferente. Yo no sabia que lo habia cambiado; solo sabia que jamas lo habia visto asi antes. Estaba tranquilo, serio, y habia en el una extrana decision.

—?Que quiere? —le pregunte.

Alzo un dedo advirtiendome que callara.

—Salga o gritare —le dije.

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