violenta turbacion, como si preguntase al destino: '?Por que no puedo yo tener un hijo?'
Aunque parezca extrano, permitio que yo me convirtiera en su confidente. No lograba imaginar por que me habia elegido a mi; tal vez fuese porque sentia que yo la comprendia mas que cualquier otra persona de la casa.
A veces iba yo a sentarme con ella, y tenia un modo de hacerla hablar que me entusiasmaba y que a ella le resultaba tranquilizador. Recordaba continuamente lo dicho por abuelita: que convenia descubrir todo lo posible, porque cada fragmento de informacion podia resultar util, en algun momento.
Yo solia fingir comprension; solia inducirla a confidencias, y cuando ella tenia la mente embotada por el whisky, hablaba con mas presteza. Todos los dias salia sola a caballo. Yo sabia que su finalidad era comprar whisky en las diversas tabernas de los alrededores. Evidentemente habia comprendido el peligro de usar las provisiones domesticas.
Cuando Justin descubrio las botellas vacias en el aparador, le horrorizo que ella bebiese en secreto.
Ella, al principio, se regocijo.
—Que furioso estaba, pocas veces lo he visto tan furioso. Debe de importarle, ?verdad, Kerensa?, para enfurecerse tanto. Dijo que arruinaria mi, salud. ?Sabes lo que hizo? Se llevo mi whisky para que no me arruinase la salud.
Pero ese regocijo no duro. Supe entonces cuanto habia llegado ella a confiar en su whisky. Una vez entre en su cuarto y la encontre sentada junto a una mesa, llorando sobre una carta.
—Estoy escribiendole a Justin —dijo.
Mire por sobre su hombro y lei: 'Querido mio. ?Que te hice para que me trates asi? A veces creo que me odias. ?Por que prefieres a esa muchacha con su tonta cara de mansedumbre y sus ojos azules de ninita? ?Que puede darte ella que yo no pueda?…'
—?No pensaras enviar eso a Justin? —pregunte.
—?Por que no? ?Acaso no deberia hacerlo?
—Lo ves todos los dias, ?por que quieres escribirle?
—Me elude. Ahora tenemos habitaciones separadas. ?Lo sabias? Es porque soy una molestia. Las cosas han cambiado desde que eras mi doncella de compania, Kerensa. ?Ingeniosa Kerensa! Ojala supiese yo manejar mi vida como tu manejas la tuya. No te importa mucho Johnny, ?verdad? Pero a el le importas tu. ?Que extrano! Es una especie de voltereta. Los dos hermanos y sus esposas…
Se echo a reir alocadamente y le adverti:
—Te oiran los criados.
—Y bien, ?que descubririan? ?Que el me abandona? ?Que desea a la hija del parroco? Eso ya lo saben.
—Calla…
—?Por que voy a callar?
—Judith, estas fuera de ti.
—Me muero por un trago. El se llevo mi unico consuelo, Kerensa. ?Por que no puedo tener un consuelo? El tiene el suyo. ?Adonde crees que se habran ido el y esa muchacha, Kerensa?
—Te estas portando como una tonta. Estas imaginandote esto. Ambos son demasiado… —hice una pausa y agregue—: demasiado conscientes de las convenciones para ser otra cosa que amigos.
—?Amigos! —se mofo ella— Aguardando el momento en que seran amantes. ?De que hablan cuando estan juntos, Kerensa? ?En los dias en que yo no este ya aqui?
—Estas sobreexcitada.
—Si pudiera beber un trago estaria mejor. Kerensa, ayudame. Comprame un poco de whisky… Traemelo. Por favor, Kerensa, no sabes como necesito un trago.
—No puedo hacer eso, Judith.
—No quieres ayudarme, entonces. Nadie quiere ayudarme… Nadie…
Se interrumpio y sonrio lentamente. Era evidente que se le habia ocurrido una idea, pero no descubri cual era hasta pocos dias mas tarde.
Fue cuando ella partio a caballo rumbo a su antiguo hogar y volvio trayendo consigo a Fanny Paunton. Fanny habia sido ninera en Derrise, donde habia trabajado en otras tareas cuando ya no hubo lugar para ella en el cuarto infantil.
Fanny iba a ser la nueva doncella de compania de Judith.
Repentinamente los asuntos de Judith y Justin dejaron de interesarme. Mi hijo estaba enfermo. Una manana, al inclinarme sobre su cuna, comprobe que tenia fiebre. Aterrada envie a buscar de inmediato al doctor Hilliard.
El medico me dijo que Carlyon sufria de sarampion y que no habia motivo de alarma. Era un mal infantil comun.
?Que no habia motivo de alarma! La ansiedad me tenia fuera de mi. Estaba junto a el noche y dia; no permitia que nadie mas lo cuidara. Johnny me amonestaba diciendo:
—Les ocurre a todos los ninos.
Yo le lance una mirada desdenosa. Aquel era mi hijo, que era distinto de todos los demas ninos. No toleraba que el corriese el menor riesgo.
Mi suegra fue extraordinariamente amable conmigo.
—Te vas a enfermar, querida mia. El doctor Hilliard me aseguro que no es sino una enfermedad infantil comun, y que el ataque del querido Carlyon es benigno. Descansa un poco, te garantizo que yo misma lo cuidare mientras tanto.
Pero yo no quise alejarme de el. Temia que otros no le brindaran el mismo cuidado que yo. Sentada junto a su cuna imaginaba su muerte, el pequeno ataud llevado a la boveda de los Saint Larston.
Johnny vino a sentarse a mi lado.
—?Sabes lo que te ocurre? —dijo—. Necesitas mas hijos. Entonces no tendras tantos sobresaltos por uno solo. ?Que te parecen cinco o seis hijitos e hijitas? Estabas predestinada a ser madre. Eso te ha hecho algo, Kerensa.
—No seas impertinente —le ordene.
Pero cuando Carlyon estuvo mejor y pude pensar mas razonablemente, pense en una familia grande y en los anos venideros, cuando yo seria la augusta anciana dama del Abbas, no solo con Sir Carlyon y sus hijos, sino con otros… mis hijos, mis nietos. Yo seria para ellos lo que para mi habia sido la abuelita Be.
Era una expansion de mi sueno.
Johnny me habia ofrecido un atisbo de un futuro que me parecia bueno.
Carlyon no sufrio ningun mal efecto y pronto volvio a ser el mismo de antes. Ya caminaba y hablaba. Mirarlo me brindaba la maxima alegria.
Johnny y yo nos habiamos deslizado en una nueva relacion. Eramos como habiamos sido durante aquellos primeros dias de nuestro matrimonio. Habia entre nosotros una pasion tan vehemente como antes. De mi parte brotaba del ansia de colmar un sueno; de la suya, del deseo por una mujer que, el estaba convencido, era una bruja.
* * *
En el rosedal, Carlyon jugaba con un aro de madera, conduciendolo con un palo mientras lo hacia rodar. Cuando entre en el jardin, Mellyora estaba sentada cerca de la pared de la Virgen, cosiendo.
Carlyon tenia ya casi dos anos, y era grande para su edad; pocas veces perdia el buen talante y siempre estaba contento jugando solo, aunque dispuesto a compartir sus juegos con cualquiera que quisiese hacerlo. A menudo me causaba extraneza que un hombre como Johnny y una mujer como yo hubiesemos podido producir un hijo asi.
Tenia yo entonces veintiun anos, y con frecuencia, al andar por el Abbas, sentia que habia vivido alli toda mi vida.
Lady Saint Larston envejecia visiblemente; sufria de reumatismo, que la mantenia mucho tiempo en su habitacion, y no habia empleado otra dama de compania en lugar de Mellyora porque ya no tenia mucha correspondencia, ni tampoco deseaba que se le leyera como antes. Queria descansar mas, y ocasionalmente Mellyora y yo nos sentabamos junto a ella. A veces Mellyora le leia; cuando lo hacia yo, ella siempre me interrumpia y terminabamos conversando, principalmente sobre Carlyon.