tenian rasgos espanoles porque muchos marinos espanoles habian invadido la costa y violado a las mujeres, o habiendo naufragado en los penascos, fueron bien acogidos y se establecieron alli. Es cierto que, si bien muchos tienen cabello del color del de Mellyora Martin, no menos lo tienen negro como el carbon y relampagueantes ojos oscuros… junto con el caracter que corresponde a ellos, que es distinto al natural bonachon que parece cuadrar con nuestro sonoliento clima.
Pedro amaba a abuelita, que se llamaba Kerensa igual que yo; amaba su negra cabellera y sus negros ojos que le recordaban a Espana; se casaron y vivieron en la cabana que el habia construido en una noche y tuvieron una sola hija, que fue mi madre.
En esa cabana entre a buscar la ginebra de endrina. Tenia que cruzarla para llegar al deposito, donde se guardaban los brebajes que ella preparaba.
Aunque teniamos una sola pieza, teniamos tambien el talfat, que era una ancha repisa puesta mas o menos a la mitad de la altura de la pared, sobresaliendo encima de la habitacion. Se usaba como dormitorio, mio y de Joe, adonde llegabamos por medio de una escalera que se guardaba en un rincon del cuarto.
Alli arriba estaba entonces Joe.
—?Que estas haciendo? —le grite desde abajo.
No me contesto la primera vez, y cuando repeti la pregunta, me mostro un palomo diciendome:
—Se rompio la pata. Pero se curara en un dia o dos.
El palomo se quedaba quieto en sus manos, y vi que Joe habia armado una especie de tablilla donde habia atado la pata rota. Lo que me sorprendia tanto en Joe no era que pudiese hacer esas cosas por las aves y los animales, sino que ellos se quedaran tranquilos mientras el las hacia. Yo habia visto a un gato montes acercarsele y frotar el cuerpo contra la pierna suya, aun antes de saber que el lo iba a alimentar. Nunca comia todo su alimento, sino que guardaba una parte para llevarla consigo, porque estaba seguro de encontrar algun ser que lo necesitara mas que el. Se pasaba todo el tiempo en el bosque. Yo lo habia encontrado tendido boca abajo, observando insectos en la hierba. Ademas de sus dedos largos, finos, que eran asombrosamente habiles para componer los miembros rotos de pajaros y animales. Solia curar sus enfermedades con las hierbas de abuelita, y si alguno de sus protegidos necesitaba algo, recurria a la provision de ella, como si las necesidades de los animales fuesen mas importantes que cualquier otra cosa.
Su don de curar era parte de mi sueno. Lo veia yo en una hermosa casa, como la del doctor Hilliard, pues en Saint Larston los medicos eran respetados, y si bien las personas tenian en mayor estima los remedios de abuelita Be, nunca le harian una reverencia ni se quitarian el sombrero ante ella, que pese a su sabiduria vivia en una cabana de una sola pieza, mientras que el doctor Hilliard formaba parte de la gente acomodada. Yo estaba decidida a elevar a Joe junto conmigo, y ansiaba para el la categoria de medico casi tan apasionadamente como queria la de dama para mi.
—?Y cuando la pata este curada? —pregunte.
—Pues entonces se ira volando y se alimentara solo.
—?Y que obtendras tu por tus molestias?
No me hizo el menor caso. Murmuraba algo a su palomo. De haberme oido habria arrugado el entrecejo, pensando que debia obtener, fuera de la alegria de haber curado a un ser lisiado.
El deposito siempre me habia estimulado, pues nunca antes habia visto algo parecido. A cada lado habia bancos, que estaban repletos de tiestos y botellas; una viga atravesaba el cielo raso, y adheridas a ella habia distintas clases de hierba que se habian colgado alli a secar. Permaneci uno o dos segundos inmovil, olfateando ese aroma que jamas habia olido yo en ninguna otra parte. Habia una chimenea y un enorme caldero ennegrecido; y debajo de los bancos habia frascos que contenian los brebajes de abuelita. Yo conocia el que contenia ginebra de endrina; eche un poco en un vaso y, cruzando de vuelta la cabana, se lo lleve a ella.
Me sente mientras abuelita bebia despacio. —Abuelita —pedi—, dime si alguna vez obtendre lo que quiero.
Se volvio hacia mi sonriendo.
—Vaya, preciosa —dijo—, hablas como una de esas muchachas que acuden a mi para preguntarme si sus enamorados seran fieles. No espero eso de ti, Kerensa.
—Es que quiero saber.
—Escuchame entonces. La respuesta es sencilla. Las personas listas no quieren que se les diga el futuro. Lo hacen.
* * *
Pudimos oir los disparos durante todo el dia. Eso queria decir que habia convite en el Abbas; habiamos visto llegar los carruajes y sabiamos lo que era porque tenia lugar todos los anos en esa misma epoca. Cazaban faisanes en el bosque.
Joe estaba arriba, en el talfat, con un perro que habia encontrado una semana antes, munendose de hambre. Estaba empezando apenas a estar lo bastante fuerte como para corretear; pero nunca se apartaba del lado de Joe. Este compartia con el su comida y el perro lo habia tenido contento desde que lo hallara. Pero ahora Joe estaba intranquilo. Recordando como habia sido el ano anterior, supe que estaba pensando en las pobres aves asustadas, agitando las alas antes de caer muertas al suelo.
Al hablar de eso, Joe habia golpeado la mesa con el puno, diciendo:
—En los faisanes heridos pienso. Si estan muertos nada se puede hacer, pero son los heridos. No siempre los encuentran y…
—Joe, tienes que ser juicioso —le conteste yo—. De nada sirve preocuparse por aquello que no se puede evitar.
Estuvo de acuerdo, pero no salio; simplemente se quedo en el talfat con su perro, al que llamaba Pichon porque lo encontro el dia en que se volo el palomo cuya pata el habia curado, y reemplazo al ave.
Me causaba preocupacion porque parecia muy enojado y yo empezaba a reconocer en Joe algo de mi misma. Por consiguiente, nunca sabia con certeza que iba a hacer el. A menudo le habia dicho que tenia suerte de poder vagabundear buscando animales enfermos; casi todos los ninos de su edad trabajaban en la mina Fedder. La gente no lograba entender por que no se le enviaba a trabajar alli; pero yo sabia que abuelita compartia mis ambiciones para el… para nosotros dos, y mientras hubiese comida suficiente para nosotros, teniamos libertad. Era el modo que ella tenia de indicarnos que habia en nosotros algo especial.
Sabiendo que yo estaba preocupada, abuelita dijo que yo debia ir con ella al bosque, a juntar hierbas. Me alegre de alejarme de la cabana.
—No debes impacientarte, muchacha. Asi es el, siempre se apenara cuando los animales sufran.
—Abuelita, ojala… ojala el pudiera ser medico y cuidar a las personas. ?Costaria mucho hacer de el un doctor?
—?Crees que eso es lo que el querria, querida mia? —Quiere curarlo todo. ?Por que no a las personas?
Con eso ganaria dinero y la gente lo respetaria.
—Tal vez a el no le importe lo que piense la gente como a ti, Kerensa.
—?Tiene que importarle!
—Le importara, si es el destino.
—Tu dijiste que nada era el destino. Dijiste que las personas hacen su propio futuro.
—Cada uno hace el suyo propio, bonita. A el le corresponde hacer lo que quiera, igual que a ti.
—Se pasa casi todo el dia alli acostado en el talfat… con sus animales.
—Dejalo tranquilo, preciosa —replico abuelita—. Hara el su propia vida tal como la quiera.
?Pero yo no iba a dejarlo tranquilo! Le haria entender como tenia que escapar de esta vida en la que el habia nacido. Valiamos demasiado para eso… todos nosotros, abuelita, Joe y yo. Me pregunte por que abuelita no habia visto eso, como podia conformarse con vivir su vida como lo habia hecho.
Juntar hierbas siempre me sosegaba. Abuelita me explicaba entonces 'donde teniamos que ir para encontrar lo que queriamos' luego me hablaba de las propiedades curativas de cada una. Pero ese dia, mientras recogiamos, de vez en cuando yo oia los estampidos lejanos de las escopetas.
Cuando estuvimos cansadas, ella dijo que debiamos sentarnos bajo los arboles y yo la convenci de que hablara sobre el pasado.
Cuando abuelita hablaba, parecia hechizarme, al punto que yo sentia que estaba alli, donde todo eso estaba