Y yo senti que algo debia haber de bondad en alguien que podia hablar con una voz como esa.

Era joven y fuerte, mucho mas alto que yo… y en ese momento se me ocurrio algo: tal vez el supiese como abrir la trampa.

Vacile. Sabia que debiamos actuar con rapidez. Mas que ninguna otra cosa, queria que Joe viviese; para que viviera debia ser rescatado pronto.

Decidi correr el riesgo, y tan pronto como lo corri lo lamente; pero ya estaba hecho y no era posible echarse atras.

—Se trata de mi hermanito —dije.

—?Donde esta?

—En… una trampa —respondi, mirando hacia el bosque.

—?Dios santo! —exclamo, y luego—: Muestrame.

Cuando lo guie hasta alli, Pichon corrio a nuestro encuentro. Ahora Kim estaba muy serio, pero sabia como hacer para abrir la trampa.

—Aunque no se si lo conseguiremos —me advirtio.

—Debemos hacerlo —replique con vehemencia, y la boca se le alzo levemente en las puntas.

—Lo haremos —me aseguro; y entonces yo supe que podriamos.

Me indico que hacer y trabajamos juntos, pero el cruel resorte se resistia a soltar a su victima. Me alegre… me alegre tanto… de haberle pedido ayuda, porque comprendi que abuelita y yo jamas habriamos podido hacerlo.

—Oprime con todas tus fuerzas —me ordeno.

Eche todo mi peso encima del maligno acero mientras Kim, lentamente, soltaba el resorte. Luego lanzo un hondo suspiro de triunfo; habiamos puesto en libertad a Joe.

—Joe —susurre, tal como solia hacerlo cuando el era un crio—. No estas muerto. No debes estarlo.

Cuando sacamos a mi hermano de la trampa, un faisan muerto habia caido al suelo. Vi que Kim le lanzaba una rapida mirada, pero sin hacer ningun comentario al respecto.

—Creo que tiene la pierna rota —dijo—. Tendremos que tener cuidado. Sera mas facil si yo lo cargo..

Levanto suavemente a Joe en sus brazos. En ese momento ame a Kim, porque era tranquilo y dulce, y parecia importarle lo que nos ocurriera.

Pichon y yo caminabamos a su lado mientras el llevaba a Joe, y yo me sentia triunfante. Pero cuando llegamos al camino recorde que, ademas de pertenecer a la gente acomodada, Kim era tambien un amigo de los Saint Larston. Muy posiblemente hubiera sido miembro de la partida de caza de esa tarde; y para esas personas, la preservacion de las aves era mas importante que la vida de gente como nosotros. Ansiosamente pregunte:

—?Adonde vas?

—A casa del doctor Hilliard. Tu hermano necesita atencion inmediata.

—No —respondi con terror.

—?A que te refieres?

—?No te das cuenta? Preguntara donde lo encontramos. Ellos sabran que hubo alguien en la trampa. Lo sabran, ?no te das cuenta?

—Robando faisanes —comento Kim.

—No… no. El jamas robo. Queria ayudar a las aves. Se interesa por las aves y los animales. No puedes llevarlo al medico. Por favor… por favor… —Lo tome de la chaqueta, mirandolo.

—?Adonde, entonces? —inquirio el.

—A nuestra cabana. Mi abuelita sabe tanto como un medico. Asi nadie sabra…

Se detuvo y pense que no haria caso de mi suplica. Luego dijo:

—Esta bien. Pero creo que el necesita un medico. —Necesita estar en casa conmigo y con su abuelita. — Estas decidida a salirte con la tuya. ?Pero te equivocas!

—Es mi hermano. Tu sabes lo que ellos le harian.

—Muestrame el camino —dijo el, y yo lo conduje a la cabana.

Abuelita estaba a la puerta, asustada, sin saber que se habia hecho de nosotros. Mientras yo, en jadeantes sacudidas, le contaba lo que habia ocurrido, Kim, sin decir nada, llevo a Joe dentro de nuestra cabana y lo tendio en el suelo, donde abuelita habia extendido una manta. Joe parecia muy pequeno.

—Creo que se rompio una pierna —dijo Kim. Abuelita movio la cabeza afirmativamente.

Juntos le ataron la pierna a un palo; parecia un sueno ver a Kim alli, en nuestra cabana; recibiendo ordenes de abuelita. Luego el aguardo mientras ella lavaba las heridas de Joe y las frotaba con unguento. Cuando abuelita hubo terminado, Kim dijo:

—Sigo creyendo que deberia verlo un medico.

—Es mejor de este modo —respondio abuelita con firmeza, porque yo le habia dicho donde lo habiamos encontrado.

Entonces Kim se encogio de hombros y se marcho. Abuelita y yo velamos junto a Joe toda esa noche, y por la manana sabiamos que iba a vivir.

* * *

Estabamos asustadas. Joe yacia sobre sus mantas, tan enfermo que no le importaba nada; pero a nosotras nos importaba. Cada vez que oiamos un paso, nos sobresaltabamos de terror, temerosas de que fuera alguien que venia en busca de Joe. Hablabamos de eso en susurros.

—?Hice mal, abuelita? —preguntaba yo, implorante—. El estaba alli, era grande y fuerte, y pense que sabria como abrir la trampa. Tenia miedo, abuelita, miedo de que tu y yo no lograramos sacar a Joe.

—Hiciste bien —me tranquilizo abuelita Be—. Una noche en la trampa habria matado a nuestro Joe.

Entonces nos quedamos calladas, observando a Joe, escuchando si se oian pasos.

—Abuelita, ?crees que el…? —pregunte.

—No se decirte.

—El parecia bueno, abuelita. Diferente de algunos.

—Si, parecia bueno —admitio ella.

—Pero es un amigo de los Saint Larston, abuelita. Aquel dia en que estuve en la pared, el estaba alli. Y se burlo como los demas.

Abuelita asintio con la cabeza.

Pasos cerca de la cabana. Alguien golpeo la puerta. Abuelita y yo llegamos a ella simultaneamente.

Alli estaba Mellyora Martin, sonriendonos. Se la veia muy bonita con un vestido de guinga, de color malva y blanco, medias blancas y sus zapatos negros con hebilla. Al brazo llevaba una cesta de mimbre, tapada con una tela blanca.

—Buenas tardes —dijo con su voz dulce, aguda.

Ni abuelita ni yo contestamos; ambas estabamos demasiado aliviadas para evidenciar otra cosa que nuestro alivio. Mellyora continuo:

—Me entere, por eso traje esto para el invalido —y ofrecio la cesta de mimbre.

Abuelita la recibio preguntando:

—?Para Joe…?

Mellyora asintio con la cabeza.

—Esta manana vi al senor Kimber. El me conto que el muchacho habia sufrido un accidente trepando a un arbol. Pense que podrian gustarle estos…

Con una voz tan mansa como jamas le habia oido antes, abuelita dijo:

—Gracias, senorita.

Mellyora sonrio al responder:

—Espero que se cure pronto. Buenas tardes.

Nos quedamos en la puerta, observandola alejarse; luego, sin hablar, llevamos adentro la cesta. Bajo la tela habia huevos, mantequilla, medio pollo asado y una hogaza de pan casero.

Abuelita y yo nos miramos. Kim no diria nada; no teniamos nada que temer de la justicia.

Guarde silencio pensando en mi oracion en el bosque, y en como, providencialmente al parecer, yo habia recibido ayuda. Habia aprovechado enseguida la oportunidad ofrecida; habia corrido un gran riesgo, pero habia ganado.

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