Pocas veces me habia sentido tan feliz como en ese momento; y mas tarde, cuando pense en lo que debia a Kim, me dije que siempre lo recordaria.

* * *

Joe tardo mucho tiempo en recuperarse. Solia pasarse horas tendido en su manta, con Pichon a su lado, sin hacer nada, sin decir nada. No pudo caminar durante mucho tiempo, y cuando empezo a hacerlo, nos dimos cuenta de que habia quedado tullido.

No recordaba gran cosa respecto de la trampa; solamente ese momento aterrador en que la habia pisado y la habia oido cerrarse, triturandole los huesos. Afortunadamente, el dolor le habia quitado el sentido con rapidez. De nada valio reganarlo, de nada valio decirle que era culpa suya; lo habria vuelto a hacer, de haber podido.

Pero estuvo muchas semanas indiferente, y solo empezo a animarse cuando le lleve un conejo con una patita lastimada; cuidando al conejo recobro parte de sus brios, y durante ese periodo fue como tener de vuelta al antiguo Joe. Comprendi que deberia ocuparme de que el siempre tuviera algun ser lisiado al que cuidar.

Llego el invierno, y fue muy duro. Los inviernos eran mas duros tierra adentro que antes en la costa, pero aun asi, los inviernos de Cornualles solian ser benignos; ese ano, sin embargo, el viento cambio del suroeste habitual y vino desde el norte y el este, trayendo consigo chubascos de nieve. La mina Fedder, donde trabajaban ahora muchos lugarenos, no rendia tanto estano como hasta entonces, y corrian rumores de que en pocos anos podria quedar agotada.

Llego la Navidad y hubo canastas con comida, enviadas desde el Abbas —una costumbre que ellos habian mantenido durante siglos— y se nos permitio juntar lena menuda en algunas partes del bosque. No fue como la Navidad anterior, porque Joe no podia correr de un lado a otro y debiamos hacer frente al hecho de que su pierna jamas iba a estar bien. Con todo, los acontecimientos de aquella noche eran demasiado recientes para que nos quejasemos; todos sabiamos que Joe se habia salvado por poco y no eramos propensos a olvidar.

Las penas nunca vienen solas. Debe de haber sido en febrero que abuelita tuvo un enfriamiento; como casi nunca enfermaba, apenas si lo advertimos durante los primeros dias; despues, una noche, su tos me desperto y me precipite desde el talfat para llevarle un poco de su propio jarabe. La alivio temporalmente, pero no la curo; pocas noches mas tarde la oi hablar y al acercarme a ella descubri, horrorizada, que no me reconocia. Me llamaba Pedro sin cesar.

Quede aterrada de que se fuera a morir, porque estaba muy enferma. Toda esa noche estuve sentada a su lado, y por la manana dejo de tener delirios. Cuando pudo indicarme que hierbas preparar para ella, me senti mejor. La cuide durante tres dias, siguiendo sus instrucciones, hasta que gradualmente empezo a recobrarse. Podia andar por la cabana, pero cuando salio, le empezo de nuevo la tos, asi que la hice quedarse. Junte algunas hierbas para ella y prepare algunos brebajes, pero habia muchos que requerian su habilidad especial. En todo caso, no eran tantas las personas que ahora venian a pedirle consejo. Se estaban empobreciendo, y nosotros igual. Ademas, habia oido que algunos ponian en tela de juicio los poderes de abuelita Be. No podia curarse sola, ?verdad? Ese muchacho suyo estaba lisiado, si senor, ?y tan solo se habia caido de un arbol! Despues de todo, la abuelita Be no parecia tan maravillosa.

No nos llegaban aquellos sabrosos cuartos de cerdo. Ya no habia clientes agradecidos que dejaran a nuestra puerta un costal de arvejas o patatas. Teniamos que comer frugalmente si queriamos hacerlo dos veces al dia.

Como teniamos harina, yo preparaba en el viejo horno una especie de manshun, que tenia buen sabor. Conservabamos una cabra que nos daba leche, pero como no podiamos alimentarla adecuadamente, obteniamos menos leche.

Un dia, durante el desayuno, hable a abuelita de una idea que se me habia ocurrido por la noche.

Estabamos los tres sentados a la mesa, frente a nuestras escudillas que contenian algo que se comia mucho aquel invierno. Lo componia agua con un chorrito de leche desnatada, que comprabamos barata al hacendado, quien nos vendia lo que no necesitaba para sus cerdos; esto lo herviamos y echabamos adentro pedazos de pan.

—Abuelita —dije—, colijo que yo deberia ganar algo.

Ella sacudio la cabeza, pero vi la expresion de su mirada. Yo tenia casi trece anos. ?Quien habia oido hablar jamas de una muchacha de mi situacion social, que no fuese la nieta de abuelita Be, viviendo en el ocio como una dama? Abuelita sabia que seria necesario hacer algo. Joe no podia ayudar, pero yo era fuerte y sana.

—Lo pensaremos —dijo.

—Ya pense.

—?Que cosa?

—?Que posibilidades hay?

Esa era la cuestion. Podia ir a preguntar al hacendado Pengaster si queria alguien que lo ayudara en la vaqueria, con los animales o en las cocinas. ?Muchos ansiarian brindar sus servicios en caso afirmativo! ?Adonde, si no? ?En una casa de gente acomodada? Me repugnaba pensarlo. Todo mi orgullo se alzaba en rebelion; pero yo sabia que asi debia ser.

—Es posible que solo sea por un tiempo —dijo abuelita—. En verano me pondre de nuevo en pie.

No soportaba mirar a abuelita; si lo hacia, le habria dicho que yo preferia morir de hambre antes que trabajar como lo estaba sugiriendo..Pero no era yo la unica persona a tener en cuenta. Estaba Joe, que habia sufrido esa terrible desgracia; y estaba la misma abuelita. Si yo me ausentaba a trabajar, ellos podrian consumir mi parte de alimentos.

—Me ofrecere la semana que viene en la feria de Trelinket —anuncie con firmeza.

La feria de Trelinket tenia lugar dos veces por ano en el poblado de Trelinket, situado por lo menos a tres kilometros de Saint Larston. Antes, siempre ibamos alla, abuelita, Joe y yo; y esos eran para nosotros dias de fiesta. Abuelita Be solia arreglarse el cabello con especial cuidado, y andabamos orgullosamente por entre las multitudes; ella llevaba algunas de sus curas y las vendia a un puestero que le compraba todas las que ella podia proporcionarle. Entonces ella nos compraba pan de jengibre o algun obsequio. Pero este ano no teniamos nada para vender; y como Joe no podia caminar esos tres kilometros, todo era distinto.

Parti sola, con el corazon pesado como un trozo de plomo, mi orgullo humillado. Cuantas veces, andando por la feria con abuelita y Joe sano, habia mirado a esos hombres y mujeres que estaban de pie en la plataforma de contratacion, sintiendome feliz porque yo no era como ellos. Me parecia el colmo de la degradacion el hecho de que hombres y mujeres tuvieran que ofrecerse asi para trabajar. Era como estar en un mercado de esclavos. Pero era lo que habia que hacer si se necesitaba trabajar, pues los amos iban a la feria con el objeto de contratar sirvientes de aceptable aspecto. Ahora, hoy, yo iba a ser uno de ellos.

Era un luminoso dia de primavera, y quien sabe por que, el brillo del sol lo empeoraba todo; yo envidiaba a los pajaros, que parecian locos de jubilo despues de ese invierno inusitadamente duro; a decir verdad, estaba dispuesta a envidiar a todos esa manana. Antes la feria habia ofrecido un festin de disfrute. Me habia encantado su trajin, sus olores, sus ruidos… todo aquello que constituia la feria de Trelinket. En los puestos de refrigerios habia carne caliente y ganso hervido; se los veia cocinandose en fuegos, junto a los puestos. Habia puestos con pasteles, doradas cortezas encerrando los deliciosos rellenos, horneados el dia anterior en la cocina de algun cortijo o en el horno de alguna cabana. Los vendedores voceaban las tentadoras descripciones a la gente que pasaba con despacioso andar. 'Pruebe un pedazo de este muggety tradicional, querida mia. Colijo que nunca probo nada semejante.' Y abrian un pastel para mostrar las entranas de oveja o de ternero que era el muggety, o las de cerdo, que eran nattlins. Un manjar especial eran los pasteles de taddage, hechos de lechon, y tambien estaba alli el pastel de pichon de paloma, mas comun.

De pie junto a los puestos, las gentes probaban y compraban los pasteles para llevarselos. En otra parte de la feria se exponia ganado; estaban los baratillos donde se vendia casi todo lo imaginable: ropa y calzados viejos, talabarteria, ollas, sartenes y hasta hornos. Habia adivinos y curadores… esos que voceaban los meritos de sus medicinas y que habian sido clientes de abuelita Be.

Y cerca del sitio donde se asaba un ganso encima de un fuego abierto, estaba la plataforma de contratacion. La contemple avergonzada. Varias personas estaban ya de pie en ella; se los veia acongojados y abatidos, lo cual no era de extranar. ?A quien podia gustarle ofrecerse asi para trabajar! Y pensar que yo, Kerensa Carlee, debia sumarme a ellos. Pense que despues de eso iba a odiar el olor a ganso asado. A mi alrededor, todos parecian reir; el sol se habia puesto caluroso y yo sentia ira contra el mundo entero.

Pero habia dado a abuelita Be mi palabra de que me ofreceria para trabajar. No podia volver diciendole que

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату