era tan grande, que deje asombradas no solo a Mellyora y la senorita Kellow, sino a mi misma. Habiendo ya dominado el arte de leer y escribir, facilmente podia perfeccionarme sin ayuda de nadie. Aprendia hechos interesantes acerca de otros paises y lo sucedido en el pasado. Pronto pude igualar a Mellyora; mi plan secreto era superarla.

Pero tenia que luchar constantemente contra la senorita Kellow, que me odiaba y constantemente procuraba demostrar lo estupido que era perder tiempo en mi, hasta que descubri un modo de hacerla callar.

La habia observado con atencion pues ya habia aprendido que si se tiene un enemigo, conviene saber tanto como se puede descubrir a su respecto. Si es necesario atacar, hay que buscar las partes vulnerables. La senorita Kellow tenia un secreto. La atemorizaba la inseguridad; no le gustaba ser soltera, en lo cual veia cierta mancha en su femineidad. La habia visto dar un respingo ante la referencia 'solteronas' y empece a comprender que tenia la esperanza de casarse con el reverendo Charles.

Cada vez que yo estaba sola con ella en el aula, su actitud hacia mi era desdenosa; jamas elogiaba lo que yo hacia; si tenia que explicar algo suspiraba con impaciencia. Me causaba antipatia. La habria odiado si no hubiese sabido tanto sobre ella y comprendido que era tan insegura como yo.

Un dia, cuando Mellyora habia salido del aula y yo estaba guardando nuestros libros, se me cayeron algunos. Ella lanzo su desagradable risa, diciendo:

—Ese no es modo de tratar los libros.

—?Acaso pude evitar que se me cayeran?

—Hazme el favor de ser mas respetuosa cuando me hablas.

—?Por que motivo?

—Porque ocupo aqui un puesto importante, porque soy una dama… algo que tu nunca seras.

Deliberadamente deposite los libros sobre la mesa. Le hice frente y clave en ella una mirada tan despectiva como la de ella a mi.

—Por lo menos —dije, recurriendo al dialecto y el acento que estaba aprendiendo a dejar—, colijo que yo no andaria persiguiendo a un viejo parroco, esperando que el se case conmigo.

—?Como te atreves! —exclamo palideciendo, pero mis palabras la habian golpeado, tal como me lo habia propuesto yo.

—Oh, si que me atrevo —replique—. Me atrevo a molestarla como usted lo hace conmigo. Escucheme ahora, senorita Kellow; trateme bien y yo la tratare bien. No dire una sola palabra sobre usted… y usted me dara lecciones como si yo fuera hermana de Mellyora, ?entiende?

No contesto; no podia; le temblaban demasiado los labios. Sali entonces, sabiendo que la victoria era mia. Y en efecto, asi fue. En adelante ella hizo lo posible por ayudarme a aprender, y dejo de molestarme; y cuando me desempenaba bien, ella lo decia.

Me senti tan poderosa como Julio Cesar, cuyas proezas me fascinaban.

* * *

Nadie podia haberse regocijado tanto como Mellyora por mis avances. Cuando yo la aventajaba en las lecciones, ella se alegraba genuinamente. Me cuidaba como a una planta que ella estuviera cultivando; cuando no me desempenaba tan bien, me hacia reproches. Yo estaba descubriendo que ella era una muchacha extrana… no el simple ser que yo imaginaba. Podia ser tan decidida como yo (o casi) y su vida parecia estar regida por lo que ella consideraba bueno o malo, algo probablemente infundido por su padre. Era capaz de cualquier cosa —por atrevida o audaz que fuese— si estaba convencida de que era correcta. Ella gobernaba en la casa porque no tenia madre y su padre chocheaba Por ella. Por eso, cuando ella dijo que necesitaba una acompanante, una criada personal, yo pase a ser eso. Era, como se lamentaba continuamente la senora Yeo, algo como ella jamas habia oido, pero ya que el rectorado parecia un manicomio, decia ella, no se podia esperar que supiera lo que iba a pasar despues.

Se me asigno un cuarto junto al de Mellyora, y pasaba mucho tiempo con ella. Arreglaba sus ropas, las lavaba, compartia sus lecciones e iba de paseo con ella. Le gustaba mucho ensenarme y me enseno a montar, llevandome en su jaca a dar vueltas por el prado.

No se me ocurria pensar en lo inusitado que esto era.

Simplemente creia que un sueno mio se habia vuelto realidad, tal como me habia dicho abuelita.

Aunque Mellyora y yo teniamos la misma estatura, yo era mucho mas delgada que ella, y cuando me daba vestidos que ella ya no queria, me bastaba con achicarlos para que me quedaran bien. Recuerdo la primera vez que fui a la cabana con un vestido azul y blanco, de guinga, medias blancas y relucientes zapatos negros… todos regalos de Mellyora. Portaba al brazo una cesta, porque cada vez que visitaba la cabana llevaba algo.

La unica nota discordante en un dia perfecto habian sido los comentarios de la senora Yeo, que cuando yo preparaba la cesta, dijo:

—La senorita Mellyora se parece mucho al parroco… es muy afecta a regalar lo que no puede.

Procure olvidar ese comentario. Me dije que no era mas que otro regano de la senora Yeo, pero fue como una minuscula nube negra en un cielo de verano.

Al cruzar el poblado vi a Hetty Pengaster, la hija del hacendado. Antes del dia en que me ofreci para trabajar en la feria de Trelinket, yo habia pensado en Hetty con envidia. Era la unica hija del hacendado, aunque este tenia dos hijos varones —Thomas, que era agricultor como el, y Reuben, que trabajaba para los constructores Pengrant, y que era aquel joven que habia creido ver a la septima virgen cuando se derrumbo el muro del Abbas y. en consecuencia habia sido 'enredado por los duendes'. Hetty erala mimada de la casa, linda y regordeta, con una opulencia que hacia sacudir la cabeza profeticamente a las ancianas, diciendo que los Pengaster debian cuidar que Hetty no tuviese un crio en la cuna antes de tener un anillo en el dedo. Entendi a que se referian ellas; estaba en el modo en que Hetty caminaba, en las miradas de reojo que lanzaba a los hombres, en los labios gruesos, sensuales. Siempre se ponia cinta en el cabello castano rojizo y sus vestidos eran siempre ostentosos y de escote bajo.

Estaba casi comprometida con Saul Cundy, que trabajaba en la mina Fedder. Esta seria una extrana union… pues Saul era un hombre serio, que debia de ser unos diez anos mayor que Hetty. Seria un matrimonio aprobado por la familia de ella, ya que Saul no era un minero vulgar. Se le llamaba 'capitan Saul' y estaba facultado para emplear hombres; era evidentemente un lider y dificilmente se le habria creido la clase de persona que cortejaria a Hetty. Tal vez la misma Hetty pensara esto, y quisiera divertirse un poco antes de disponerse a un sosegado matrimonio. En ese momento se burlo de mi diciendo:

—Vaya, si es Kerensa Carlee… toda engalanada y lista para conquistar.

En un tono que habia aprendido de Mellyora, repuse:

—Estoy visitando a mi abuela.

—?Ooooh! No me diga, senora mia. Tenga cuidado, no se ensucie las manos con gente como nosotros.

Mientras seguia de largo la oi reir, y no me importo en lo mas minimo. A decir verdad, quede complacida. ?Por que habia envidiado alguna vez a Hetty Pengaster? ?Que importancia tenia una cinta en los cabellos, zapatos en los pies, comparados con la capacidad de escribir y leer, y de hablar como una dama?

Pocas veces me habia sentido tan feliz como entonces, cuando segui camino hacia la cabana. Encontre sola a abuelita, cuyos ojos brillaban de orgullo cuando me beso. Por mas que yo aprendiera, jamas dejaria de amar a abuelita y de anhelar su aprobacion.

—?Donde esta Joe? —pregunte.

Abuelita estaba alborozada. ?Conocia yo al senor Pollent, el veterinario, que hacia buenos negocios alla por Molenter? Pues habia venido a la cabana. Habia oido a alguien decir que Joe era habil con los animales, y le venia bien alguien asi… alguien que pudiese trabajar para el.

Lo adiestraria y tal vez hiciese de el un veterinario.

—?Entonces Joe fue a ver al senor Pollent?

—Bueno, ?que te parece? Era la ocasion de toda una vida.

—Veterinario… Yo pensaba que fuese medico. —La de veterinario es una excelente profesion, hermosa.

—No es lo mismo —respondi melancolicamente.

—Bueno, al menos es un comienzo. Durante un ano ganara su manutencion, luego se le pagara. Y Joe esta feliz como un rey. No piensa en otra cosa que en esos animales.

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