Repeti las palabras de abuelita:
—Es un comienzo.
—Tambien me quita un peso del espiritu —admitio ella—. Ahora que los veo a los dos asentados, digamos, estoy tranquila.
—Abuelita, creo que una puede conseguir lo que desea —dije—. Quien habria pensado que yo estaria aqui, con zapatos de hebilla y un vestido de guinga con encaje en el cuello.
—Quien lo habria pensado —repitio ella.
—Yo lo sone, y tanto lo ansie que llego… Abuelita, esta alli, ?verdad? El mundo entero… ?alli esta si una sabe como hacerlo suyo?
Abuelita puso su mano sobre la mia.
—No olvides, preciosa, que la vida no es siempre tan facil. ?Y si otra persona tiene ese mismo sueno? ?Si quiere el mismo trozo del mundo que quieres tu? Has tenido suerte. Todo se debe a la hija del parroco. Pero no olvides que eso fue fortuna; y hay buena fortuna y mala fortuna.
No escuchaba, en realidad. Estaba demasiado contenta. Es cierto; me apesadumbraba un poco que Joe hubiese ido tan solo al veterinario. De haber sido el doctor
Hilliard, yo me habria sentido como una maga que hubiese hallado las llaves del reino en la Tierra.
Con todo, para Joe era un comienzo; y ahora habia mas para comer en la cabana. La gente iba a ver a abuelita. Creian de nuevo en ella. ?Miren a esa nieta suya introduciendose en el rectorado! ?Miren a ese nieto! El senor Pollent yendo en persona a la cabana para preguntar ' ?podria yo adiestrarlo, por favor?' ?Que era eso sino brujeria? ?Magia! Llamenlo como quieran. Cualquier anciana capaz de hacer eso podria quitarle a uno las verrugas, podria darle el polvo adecuado para curar esto o aquello, podria ver en el futuro y decirle a uno lo que debia hacer.
Por eso abuelita prosperaba tambien.
Todos prosperabamos. Nunca se habian vivido tales epocas.
Cantaba sola cuando emprendi el regreso al rectorado.
* * *
Mellyora y yo estabamos juntas mucho tiempo, ahora que yo era una acompanante apropiada para ella. Yo la imitaba en muchos aspectos… andando, hablando, quedandome quieta cuando hablaba, manteniendo baja la voz, conteniendo mi impaciencia, siendo fria en lugar de acalorada. Era un estudio fascinante. La senora Yeo habia dejado de refunfunar; Bess y Kit habian dejado de extranarse; Belter y Billy Toms ya no me gritaban al pasar; inclusive me llamaban senorita. Y hasta la senorita Kellow era cortes conmigo. No tenia ninguna tarea en la cocina; mi obligacion era cuidar las ropas de Mellyora, peinarla, pasear con ella, leer con ella y para ella, hablar con ella. Era la vida de una dama, me aseguraba yo. Y hacia solo un ano que me habia ofrecido en la feria de Trelinket para trabajar.
Pero me faltaba lograr mucho. Siempre me sentia un poco deprimida cuando Mellyora recibia invitaciones y salia de visita. A veces la acompanaba la senorita Kellow, a veces su padre; yo jamas. Ninguna de estas invitaciones, naturalmente, incluia a la criada de Mellyora, su doncella o lo que se quisiera llamarla.
A menudo Mellyora iba con su padre a la casa del medico; en muy pocas ocasiones iba al Abbas; jamas iba a la Casa Dower, porque segun me explico, el padre de Kim era capitan de mar y casi nunca estaba en casa, y durante las vacaciones nadie esperaba que Kim recibiera gente; pero cuando iba al Abbas solia encontrarlo alli, porque era amigo de Justin.
Cuando regresaba de una visita al Abbas, Mellyora estaba siempre cabizbaja, y conjeture que ese lugar significaba algo para ella tambien… o la gente que alli vivia. Yo podia ver razones para esto. Debia de ser maravilloso entrar audazmente en el Abbas como huesped. Algun dia me sucederia eso; de ello estaba segura.
Un domingo de Pascua, aprendi mas acerca de Mellyora de lo que antes habia sabido. Los domingos eran, naturalmente, dias de mucho trajin en el rectorado, debido a tantas ceremonias religiosas. El sonido de las campanas continuaba durante casi todo el dia, y como estabamos tan cerca, parecia oirse dentro mismo de la casa.
Yo siempre iba al servicio religioso matinal, del que disfrutaba, principalmente —debo admitirlo— porque me ponia un sombrero de paja de Mellyora y uno de sus vestidos; y sentada en el banco del rectorado me sentia majestuosa e importante. Tambien amaba la musica, que siempre me ponia en un estado de regocijo, y me gustaba alabar y dar gracias a Dios que hacia realidad los suenos. Los sermones me resultaban aburridos, pues el reverendo Charles no era un orador inspirado, y cuando, durante ellos, estudiaba a la congregacion, mis ojos iban invariablemente a posarse en los bancos del Abbas.
Estos se encontraban al costado de la iglesia, apartados de los demas. Habitualmente habia en la iglesia unos cuantos criados de la casa. La fila delantera, donde se debia sentar la familia, estaba casi siempre vacia.
Inmediatamente detras del banco del Abbas estaban las bellas ventanas de cristal, que segun decian algunos, eran de los mejores en Cornualles… azules, rojos, verdes y malvas que resplandecian al sol; eran exquisitas y un Saint Larston las habia donado a la iglesia cien o mas anos atras; en las dos paredes, a ambos lados de los bancos, habia monumentos dedicados a antepasados de los Saint Larston. Inclusive en la iglesia, se tenia la impresion de que los Saint Larston eran duenos de ella, como de todo lo demas.
Toda la familia estaba en el banco aquel dia. Supongo que porque era la Pascua. Alli estaba Sir Justin, cuya cara parecia mas purpurea (tal como la del parroco parecia mas amarilla) cada vez que yo lo veia; alli estaba su esposa, Lady Saint Larston, alta, de nariz algo ganchuda, con aspecto muy imperioso y arrogante, y los dos hijos, Justin y Johnny, que no habian cambiado mucho desde aquel dia en que yo me los habia encontrado en el jardin tapiado. Justin se mostraba frio y sereno; se parecia mas a su madre que Johnny. Comparado con su hermano, Johnny era bajo, y carecia de la dignidad de Justin; sus ojos recorrian sin cesar la iglesia como si buscase a alguien.
Me encantaba el servicio religioso de Pascua y las flores que decoraban el altar; me encantaba el jubiloso canto de Hosanna. Me parecia saber como debia ser alzarse de entre los muertos; durante el sermon, mientras observaba a los ocupantes de los bancos del Abbas, pensaba en el padre de Sir Justin encaprichado con abuelita, y en como ella iba a verlo en secreto por el bien de Pedro. Me preguntaba que habria hecho yo en el lugar de abuelita.
Entonces me di cuenta de que, a mi lado, tambien
Mellyora observaba el banco del Abbas; su expresion era arrobada, totalmente absorta… y miraba directamente a Justin Saint Larston. Habia en su cara un resplandor de placer y se la veia mas linda de lo que yo la habia visto jamas. Tiene quince anos, me dije, suficiente para estar enamorada, y lo esta del joven Justin Saint Larston.
Lo que yo estaba descubriendo acerca de Mellyora parecia no tener fin. Tenia que averiguar mas. Tenia que hacerla hablar de Justin.
No aparte mis ojos de la familia Saint Larston, y antes de concluir la ceremonia supe a quien buscaba Johnny. ?A Hetty Pengaster! Mellyora y Justin… eso era comprensible. ?Pero Johnny y Hetty Pengaster!
Esa tarde el sol brillo calidamente para esa epoca del ano, y Mellyora tuvo ganas de salir. Nos pusimos unos grandes sombreros, que daban sombra, porque Mellyora decia que no debiamos permitir que el sol nos estropeara la tez. La suya era clara, muy susceptible al sol, y le salian pecas con facilidad; mi piel olivacea parecia indiferente; de todos modos me gustaba ponerme un sombrero que diera sombra, porque era lo que hacian las damas.
Mellyora estaba de humor solemne; me preguntaba si eso tenia algo que ver con haber visto a Justin en la iglesia esa manana. Pense que el debia de tener veinte anos, es decir, unos cinco mas que ella. Ella le debia parecer apenas una nina. Me estaba volviendo experta en lo mundano, y me pregunte— si para un futuro Sir Justin Saint Larston se consideraria adecuado casarse con la hija de un parroco.
Pense que ella iba a confiarme algo cuando dijo':
—Esta tarde quiero decirte algo, Kerensa.
Ella conducia nuestra marcha, como lo hacia con frecuencia; de vez en cuando tenia su modo de recordar a una que ella era el ama, y yo no olvidaba que le debia mi contento de entonces.
Me sorprendi cuando cruzo el rectorado hasta un seto vivo que separaba de la iglesia el jardin. En el seto