tan solo hubiera podido librarme de esa amarga envidia. La habia imaginado necia, mansa, bastante obtusa. Sin embargo, no era asi. En Mellyora habia muchos brios, como yo iba a comprobarlo.

Ahora era su turno de mostrarse altanera, cosa que logro muy bien.

—Sube, Kerensa. Senorita Kellow, le ruego que nos lleve a casa.

—Vamos, Mellyora…

Esta senorita Kellow era un verdadero dragon; conjeture que tendria poco mas de cuarenta anos; sus labios eran apretados, vivaces sus ojos. Sentia una extraordinaria simpatia hacia ella porque, pese a su actitud de superioridad, solo era, despues de todo, una criada.

—Esto —replico Mellyora, siempre como una joven dama arrogante— es una cuestion entre mi padre y yo.

Asi recorrimos el camino hasta Saint Larston. Ninguna de nosotras hablo mientras pasabamos frente a las cabanas y la herreria, y llegabamos a la iglesia gris, con su alta torre y el camposanto de lapidas que se caian. Atras estaba el rectorado. Cuando la senorita Kellow detuvo el coche ante la puerta, Mellyora dijo:

—Ven conmigo, Kerensa.

Baje junto con ella mientras la senorita Kellow conducia el coche a los establos. Yo pregunte:

—No tenias ningun derecho a emplearme, ?verdad?

—Claro que tenia derecho —replico ella—. Si no lo hubiese hecho, tu habrias ido al Abbas, y eso lo habrias odiado.

—?Como lo supiste?

—Lo imagine —sonrio ella.

—?Como sabes que no voy a odiar esto?

—Por supuesto que no. Mi padre es el mejor hombre del mundo. Cualquiera seria feliz en esta casa. Aunque tengo que explicarselo. —Vacilo, indecisa en cuanto a que hacer conmigo. Luego dijo—: Acompaname.

Abrio la puerta y entramos en un gran salon, donde habia un florero con narcisos y anemonas encima de un cofre de roble. En un rincon, un reloj de pared marcaba las horas, y frente a la puerta habia una ancha escalinata.

Mellyora me hizo senas de que la siguiera y ambas subimos la escalera. En el rellano, ella abrio una puerta de un tiron, diciendo:

—Espera en mi dormitorio hasta que yo te llame. La puerta se cerro ante mi y quede sola. Jamas habia estado antes en una habitacion como esa. En la ventana grande habia suaves cortinas azules, y sobre el lecho un cubrecama azul. En el muro habia cuadros, y lazos de amor en el empapelado celeste, Lo que mas me llamo la atencion, empero, fue la pequena biblioteca que vi junto a la cama. ?Los libros que Mellyora leia! Me hacian recordar el abismo que nos separaba, de modo que les di la espalda y mire por la ventana. Debajo de mi estaba el jardin del rectorado; mas o menos medio acre, con cesped y macizos de flores. Y trabajando en el jardin se encontraba el reverendo Charles Martin, el padre de Mellyora. En ese momento vi aparecer a Mellyora, que corrio derecho hacia el y se puso a hablar con seriedad. Yo observaba con atencion, sabiendo que se discutia mi destino.

El reverendo Charles se mostraba sorprendido. Mellyora se mostraba enfatica. Estaban discutiendo; ella le tomo una mano y siguio hablando con vehemencia. Mellyora imploraba por mi; me pregunte por que se interesaba tanto.

Pude ver que ella estaba ganando; el no podia negar nada a su encantadora hija. Resignado, asintio con la cabeza y ambos echaron a andar hacia la casa. Pocos minutos despues se abria la puerta y alli estaba Mellyora, con esa sonrisa de triunfo.

El reverendo Charles se acerco a mi y, con esa voz que utilizaba en el pulpito, dijo:

—Asi que vienes a trabajar con nosotros, Kerensa. Espero que seas feliz aqui.

CAPITULO 02

Pronto empece a comprender que gran oportunidad me habia brindado Mellyora, y aunque mas tarde me iban a suceder cosas extranas, ese primer ano en el rectorado me parecio, mientras lo vivi, el periodo mas excitante de mi vida. Supongo que esto se debio a que fue entonces cuando llegue a comprender que podia empezar a elevarme a otro mundo.

Mellyora era mi oportunidad. Entendi que yo la atraia tal como ella a mi. Habia descubierto en mi ese enorme anhelo de escapar de un entorno que odiaba, y eso la fascinaba.

Naturalmente, yo tenia algunos enemigos en la casa. De ellos, la mas formidable era la senora Kellow. Muy estirada, hija tambien de un parroco, estaba constantemente parapetada en su dignidad, ansiosa por demostrar que solamente la mala suerte la habia obligado a ganarse la vida. Tenia afecto por Mellyora, pero era una mujer ambiciosa, y yo, que poseia dicha cualidad en exceso, era rapida para observarla en otros. Igual que yo, ella estaba insatisfecha con su suerte y se proponia mejorarla. Estaba ademas la senora Yeo, cocinera y ama de llaves, que se consideraba la jefa del personal, incluyendo a la senora Kellow. Entre estas dos habia una contienda que me beneficiaba, pues aunque la senora Yeo no lograba entender, segun decia, por que se me habia llevado a esa casa, no me tenia tanta inquina como la senora Kellow, y a veces era propensa a ponerse de mi lado simplemente porque hacerlo era estar contra la senora Kellow. Estaban el palafrenero, Tom Belter, y el caballerizo, Billy Toms; se inclinaban a verme de modo mas favorable, pero yo no quise saber nada de las familiaridades que ellos se tomaban con Kit y Bess, las criadas, cosa que pronto puse en claro; aun asi, no me guardaban rencor y se inclinaban a respetarme por ello. Kit y Bess me miraban con respetuoso temor; esto se debia a que yo era la nieta de abuelita Be; a veces me hacian preguntas sobre abuelita; querian su consejo acerca de sus amorios, o alguna hierba que les mejorase el cutis. Yo pude ayudarlas, lo cual hizo mas comoda la vida para mi, porque a cambio ellas solian cumplir alguna de las tareas que se me habian asignado.

Durante mis primeros dias en el rectorado, vi pocas veces a Mellyora; entonces pense que ella, despues de efectuar su buena accion, habia dejado alli la cosa. Fui puesta a disposicion de la senora Yeo, quien, una vez que dejo de quejarse por mi innecesaria presencia, me encontro tareas que cumplir. Las lleve a cabo sin protestar durante esos primeros dias.

Aquel primer dia, cuando Mellyora condujo al parroco a su dormitorio, yo le habia preguntado si podia ir corriendo a contar a mi abuelita donde iba a estar, y la autorizacion fue concedida con presteza. Mellyora habia ido conmigo a la cocina, donde ella misma lleno una cesta con sabrosa comida, que yo debia llevar a mi pobre hermano, el que se habia caido del arbol. Por eso me hallaba en un estado de cierta exaltacion cuando llegue a la cabana para contar el resultado de haberme ofrecido en la feria de Trelinket para trabajar.

Abuelita me estrecho en sus brazos, tan cercana al llanto como nunca la habia visto.

—El parroco es un buen hombre —manifesto—. No lo hay mejor en todo Saint Larston. Y su hija es buena chica. Te ira bien alli, mi amor.

Le hable de Haggety y de la senora Rolt, que casi me habian contratado, y ella rio junto conmigo cuando le conte cuan aturullados quedaron al verme partir con Mellyora. Abrimos la cesta, pero yo no quise comer nada. Dije que era para ellos; yo comeria muy bien en el rectorado.

Esto era, de por si, un sueno hecho realidad, porque ?acaso no me habia imaginado haciendo la dama dadivosa?

El regocijo se esfumo durante esos primeros dias, cuando no vi a Mellyora y me pusieron a fregar tiestos y cacerolas, a dar vueltas al asador o a preparar verduras y limpiar pisos. Pero estaba la compensacion de comer bien. Alli no se comia leche aguada con pan. Pero recuerdo haber oido, durante esos primeros dias, un comentario que me dejo atonita. Estaba limpiando el piso de pizarra de la casa refrigerante, donde se guardaban la mantequilla, los quesos y la leche, cuando entro Belter en la cocina, a hablar con la senora Yeo. Le oi dar un sonoro beso a la cocinera, lo cual me puso mas alerta.

—Sueltame, jovencito —dijo la senora Yeo, riendo entre dientes.

El no la solto y hubo un ruido de forcejeo y de respiracion agitada. Luego ella dijo:

—Sientate, pues, y termina ya. Las doncellas te veran.

No convendria que ellas sepan que clase de hombre eres, senor Belter. .

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату