ocurriendo; sentia inclusive que era la misma abuelita, siendo cortejada por Pedro Be, el joven minero que era distinto de todos los demas. Pedro solia cantarle bellas canciones que ella no entendia porque eran en espanol.
—Pero no siempre es necesario oir palabras para saber —me dijo ella—. Oh, en estas regiones no se lo apreciaba mucho, entre otras cosas porque era extranjero. No habia trabajo suficiente para los de Cornualles, decian algunos, mucho menos para extranjeros que venian a quitarles la comida de la boca. Pero mi 'Pedro se reia de ellos. Dijo, si, que cuando me vio fue suficiente. Se quedaria, pues donde yo estaba, alli queria estar el.
—Abuelita, tu lo querias, lo querias realmente.
—Era el hombre para mi y no desee a otro… ni tampoco despues.
—?Entonces nunca tuviste otro amante?
El rostro de abuelita estaba fijo con una expresion que yo nunca habia visto antes alli. Habia vuelto levemente la cabeza en la direccion del Abbas y parecia estar escuchando verdaderamente a las escopetas.
—Tu abuelo no fue un hombre manso —dijo—. Habria matado al que lo perjudicara sin vacilar. Esa clase de hombre era.
—?Alguna vez mato a alguien, abuelita?
—No, pero habria podido hacerlo… lo habria hecho… si hubiese sabido.
—?Sabido que, abuelita?
Ella no contesto, pero su cara era como una mascara que se habia puesto para que nadie viese lo que habia debajo.
—Apoyada en ella, contemple los arboles. Los abetos seguirian verdes todo el invierno, pero las hojas de los otros eran ya de un pardo rojizo. Pronto tendriamos tiempo frio.
Tras una larga pausa, abuelita dijo: —Pero fue hace tanto tiempo.
—?Que tuviste otro amante?
—No fue ningun amante, te digo. Tal vez deberia decirtelo… como advertencia. Conviene saber como es el mundo para otros, pues quiza sea asi para ti. Este otro hombre fue Justin Saint Larston… no este Sir Justin, sino su padre.
Me sente de golpe, con los ojos dilatados.
—?Tu y Sir Justin Saint Larston!
—El padre de este. No habia mucha diferencia entre ellos. Era un hombre malvado. —Por que entonces… —Por el bien de Pedro. —Pero…
—Es propio de ti pronunciar un juicio antes de haber oido los hechos, nina. Ahora que empece debo seguir y contartelo todo. Me vio, se encapricho conmigo; yo era una muchacha de Saint Larston y estaba apalabrada. Sin duda hizo averiguaciones y descubrio que iba a casarme con Pedro. Recuerdo como me arrincono. Hay un jardincito tapiado junto a la casa…
Asenti con la cabeza. Ella prosiguio:
—Yo era muy tonta. Fui a ver a una de las criadas, que estaba en la cocina. El me sorprendio en ese jardin, y fue entonces que se encapricho conmigo. Prometio para Pedro un puesto que seria mas seguro y mejor pagado que trabajar en la mina… si yo era juiciosa. Pedro nunca lo supo. Y yo aguante. Amaba a Pedro; me iba a casar con Pedro, y para mi no habria nadie mas que Pedro.
—?Y entonces…?
—Las cosas empezaron a ir mal para Pedro. Entonces se trabajaba en la mina Saint Larston y estabamos en poder de el. Pense que me habia olvidado, pero no. Cuanto mas me resistia yo, mas me deseaba el. Pedro nunca lo supo. Ese fue el milagro. Asi que una noche… antes de casarnos, fui en su busca, pues dije que si aquello podia ser en secreto y el iba a dejar tranquilo a Pedro… seria mejor que como era.
—?Abuelita!
—Te escandalizas, preciosa. Me alegro. Pero te hare ver que tuve que hacerlo. Mas tarde pense mucho en esto y se que hice bien. Fue como te dije… hacer el futuro propio. El mio era con Pedro. Queria que estuviesemos siempre juntos en la cabana, y nuestros hijos a nuestro alrededor… muchachos parecidos a Pedro, muchachas como yo. Y pense, ?que importancia tiene una sola vez si eso compra ese futuro para nosotros? Y tuve razon, porque habria sido el final de Pedro. Tu no sabes como era ese Saint Larston de tiempo ha. No tenia sentimientos hacia personas como nosotros. Eramos como esos faisanes que ellos estan cazando ahora… Con el tiempo el habria matado a Pedro; lo habria puesto en las tareas peligrosas. Yo tenia que lograr que nos dejara tranquilos, pues comprendi que esto era para el como un deporte. Por eso fui antes en su busca.
—Odio a los Saint Larston —dije.
—Los tiempos cambian, Kerensa, y las personas cambian con ellos. Ahora los tiempos son muy duros, pero no tanto como cuando yo tenia tu edad. Y cuando lleguen tus hijos, entonces los tiempos seran un poco mas faciles para ellos. Asi son las cosas.
—?Que paso entonces, abuelita?
—No termino alli. Con una vez no basto. Yo le gustaba demasiado. Este negro cabello mio que Pedro tanto amaba… a el le gustaba tambien. Hubo una sombra sobre nuestro primer ano de matrimonio, Kerensa. Debio haber sido tan bello y magnifico, pero yo tenia que ir a el, entiendes… y si Pedro lo hubiese sabido, lo habria matado… porque en su querido corazon anidaba la pasion.
—Estabas asustada, abuelita.
Ella arrugo la frente como si tratara de recordar.
—Fue algo asi como una jugada desesperada. Y siguio durante casi un ano, cuando descubri que iba a tener un hijo… y no sabia de quien. Kerensa, yo no queria tener ese hijo, no queria. Lo imaginaba a traves de los anos… parecido a el… y yo enganando a Pedro. Seria como una mancha que jamas se podria lavar. No podia hacerlo. Por eso… no tuve ese hijo, Kerensa. Estuve muy enferma, a punto de morir, pero no tuve ese hijo, y ese fue el final en cuanto a el se referia. Entonces me olvido. Trate de compensar a Pedro por esto. Pedro dijo que yo era con el la mas dulce mujer del mundo, aunque con todos los demas podia ser feroz. Eso le agradaba, Kerensa. Lo hacia feliz. Y a veces pienso que la razon por la cual fui tan dulce con el e hice cuanto pude por complacerle, fue porque lo habia perjudicado; y eso me parecia extrano. Como el bien surgiendo del mal. Eso me hizo comprender mucho en cuanto a la vida; ese fue el comienzo de mi capacidad de ayudar a otros. Por eso, Kerensa, jamas debes lamentar ninguna experiencia, buena o mala; porque hay algo de bueno en lo que es malo, tal como hay malo en lo bueno… tan seguro como que estoy aqui en el bosque, sentada junto a ti. Dos anos mas tarde nacio tu madre… nuestra hija, de Pedro y mia; su nacimiento estuvo a punto de costarme la vida y ya no pude tener mas hijos. Fue a causa de todo lo sucedido antes, creo yo. Ah, pero fue una buena vida. Los anos pasan y se olvida el mal; muchas veces he mirado el pasado y me he dicho: 'No habrias podido hacer otra cosa. Fue la unica manera.'
—Pero ?por que tienen ellos que poder arruinar nuestras vidas! —exclame apasionadamente.
—En el mundo hay fuertes y hay debiles; y quien ha nacido debil debe hallar fuerza. Te llegara si buscas.
—Yo encontrare fuerza, abuelita.
—Si, nina, la encontraras si quieres. A ti te toca decirlo.
—?Oh, abuelita, como odio a los Saint Larston! —repeti.
—No, el murio hace mucho. No odies a los hijos por los pecados de los padres. Seria igual que odiarte a ti misma por lo que yo hice. Ah, pero fue una vida feliz. Y llego el dia de la congoja. Pedro habia salido para su primer turno del dia. Yo sabia que iban a hacer volar cargas abajo, en la mina, y el era uno de los carreteros, que debian entrar cuando se habian apagado las mechas para cargar el mineral en vagonetas. No se que paso alla abajo… nadie puede saberlo realmente, pero todo ese dia aguarde a que lo sacaran en lo alto del pozo. Doce largas horas aguarde y cuando lo sacaron… ya no era mi alegre y carinoso Pedro. Sin embargo vivio… unos pocos minutos… tiempo apenas para decir adios antes de expirar. 'Bendita seas', me dijo. 'Gracias por mi vida.' ?Y que cosa mejor que eso habria podido decir? Me repito que, aunque no hubiese existido un Sir Justin, aunque yo le hubiese dado muchos hijos sanos, el no habria podido decirme nada mejor.
Bruscamente se incorporo y emprendimos el regreso a la cabana.
Joe habia salido con Pichon, y mi abuela me condujo al deposito. Estaba alli un viejo cajon de madera, siempre cerrado; lo abrio y me mostro lo que contenia. Eran dos peinetas y dos mantillas espanolas. Se puso una peineta en el cabello y se lo tapo con la mantilla, diciendo: